Tras invertir 13,8 millones de dólares

WeWork deja de surfear y vende el 41% de la española Wavegarden a su creador

La compañía pasa a estar controlada por Josema Odriozola, uno de los creadores de la startup desarrolladora de tecnología para olas artificiales.

Imagen del wavegarden de Melbourne.
WeWork calificó la inversión española como 'no clave' y decidió vender.
Wavegarden

Wavegarden fue una de las inversiones más llamativas de la historia del gigante del coworking WeWork. La compañía española, con sede en el País Vasco y pionera en el desarrollo de la tecnología para producir olas artificiales, había sido calificada como un activo disponible para la venta tras los enormes problemas sufridos por la cancelación de la salida a bolsa y el consiguiente rescate de la japonesa Softbank. Ahora, la estadounidense ha completado su salida de la startup con la venta del 41% que ostentaba al equipo fundador, después de haber desembolsado casi 12 millones de euros por las acciones y otros 5 en un préstamo.

A mediados del año 2016, cuando WeWork estaba valorado en cerca de 10.000 millones de dólares y se preparaba para la irrupción del gigante japonés Softbank, se llevó a cabo la inversión. ¿Por qué una compañía de espacios de trabajo compartido aterrizaba en el accionariado de una compañía española de olas artificiales? Tiene mucho que ver la afición del ya ex consejero delegado y fundador de la multinacional, Adam Neumann, al surf. La vasca no fue la única inversión que llevó a cabo en el sector. En este caso puso sobre la mesa, según las cifras hechas públicas por la empresa en uno de los folletos de emisión de bonos, 13,8 millones de dólares -12,3 millones de euros al cambio actual-. Compraba las acciones a las sociedades de Íñigo Díaz de Cerio, exjugador del Athletic de Bilbao y la Real Sociedad, y del joven surfista vasco Julen Lasa.

Este no fue el único desembolso que hizo WeWork. Su matriz con sede en Holanda, y desde la que gestiona todo el negocio internacional fuera de Estados Unidos, concedió un préstamo de 5 millones de euros. Es participativo y tenía unas condiciones específicas vinculadas a la inversión de la compañía de coworking. Ese dinero podría aplicarse como crédito para el ejercicio de "ciertos derechos exclusivos" bajo la elección de la estadounidense o para la adquisición de instalaciones Wavegarden "a precios de mercado". Es decir, se reservaba la opción de incorporar la tecnología española en un parque propio. La fecha de vencimiento de este instrumento era mayo de 2019, según queda reflejado en su memoria anual.

A finales de ese mismo año 2019 surgen los problemas en el unicornio. La cancelación de la salida a bolsa y el rescate de Softbank -que se convirtió en el máximo accionista al controlar el 80% de los títulos- precipitó un plan de recortes para tratar de salvar a la empresa. Entre las medidas aprobadas se encontraba la desinversión de activos no estratégicos. Y la startup española estaba entre ellos, junto con otros como el coworking para mujeres The Wing o la red social Meetup. Ahora, formaliza la venta.

Las acciones se venden al equipo fundador. Según queda reflejado en los registros públicos, la sociedad matriz de WaveGarden (Instant Sports) pasa a manos de KunstWellen, que es el accionista único. Esta última sociedad está controlada en su totalidad por el cofundador Josema Odriozola. ¿Las cifras? No se han hecho públicas, pero todo apunta a que ha sido por una cantidad inferior a la inversión realizada en aquel año 2016. La transacción ha venido acompañada de una reducción de capital.  Lo que sí que se ha dado a conocer es la disolución del consejo de administración, donde se encontraban como miembros el propio Odriozola, junto con Roni Bahar, responsable de desarrollo de negocio de WeWork.

En un momento de crecimiento

Esta salida de WeWork se produce, precisamente, en un momento en el que la startup española crece a mayor velocidad. Hoy cuenta con cuatro instalaciones con su propia tecnología en el País Vasco; dos en Reino Unido y una, recién abierta, en Melbourne (Australia). Tiene planificadas otras seis aperturas hasta 2022, con infraestructuras en construcción en países como Corea del Sur, Brasil o Suiza. Este es un sector al alza. La revista Forbes aseguraba que la demanda de los consumidores crecerá, pues el surf no deja de ganar adeptos. En el caso del Reino Unido es uno de los deportes de más rápido crecimiento, con más de un un millón de adeptos.

El proyecto surgió en el año 2003 cuando Josema Odriozola, ingeniero, y su esposa Karin Frisch, economista vinculada al sector del deporte, se plantearon por qué no crear un 'parque' para practicar el surf. Durante un tiempo hicieron todo tipo de pruebas. En 2005 se fundó la compañía. Durante varios años construyeron diferentes prototipos. El definitivo se construyó en el año 2012. A partir de ahí se inició una expansión comercial. El primer centro con la tecnología con 'ADN vasco' se construyó en el norte de Gales (Reino Unido). A partir de ahí fue creciendo y perfeccionando toda la tecnología, que permite crear hasta 1.000 olas de hasta 2,4 metros a la hora. En una reciente entrevista con La Información, Odriozola hizo números: un parque de esta naturaleza necesita una inversión de unos 18 millones de euros -sin contar con el terreno-. Con una capacidad de 100 surfistas por hora, permite un Ebitda estimado de unos 2 millones de euros anuales.

Para desarrollar toda esta tecnología durante años, acudió a deuda con bancos y otras entidades que a cierre de 2018 sumaban casi 2 millones de euros. En este estas últimas se encuentra, principalmente, el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), dependiente del Ministerio de Asuntos Económicos y centrado en créditos reembolsables. En el ejercicio 2018 alcanzaron unos ingresos de 2,4 millones de euros -casi seis veces que un año antes- con los primeros beneficios. Ese negocio procede de la venta de la tecnología a los promotores de los parques de surf.

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