Albert Rivera fue el animador del debate

  • Albert Rivera vapuleó a Rajoy pero también y sobre todo a Pablo Iglesias.

    En la cola quedaba Pedro Sánchez, empeñado en hablar más de Rajoy que de su programa.

Rajoy pide mantener el rumbo, Iglesias vencer al miedo, Rivera que confíen en él y Sánchez apela a indecisos
Rajoy pide mantener el rumbo, Iglesias vencer al miedo, Rivera que confíen en él y Sánchez apela a indecisos
EUROPA PRESS
Justino Sinova

Se cumplió el pronóstico y Mariano Rajoy se encontró solo ante una avalancha de reproches. El debate no fue a cuatro sino, efectivamente, de tres contra uno. Habrá que valorar en su momento si el líder popular no salió favorecido por vía de la compasión de los espectadores y oyentes; y también por la monotonía de las acusaciones, capaz de acabar con la sorpresa y hasta con el interés. Como los tres insistían tanto en lo mal que lo ha hecho

Rajoy y en el desastre que es España, a lo mejor los votantes indecisos repararon en que el contenido de sus propuestas se reducía a hacer lo contrario, lo cual no es una novedad y para eso no hacía falta un debate, porque es lo que decían ya antes de las anteriores votaciones.

Con más precisión, no fueron tres sino dos y medio contra uno porque Albert Rivera vapuleó a Rajoy pero también y sobre todo a Pablo Iglesias. En realidad, Rivera fue el animador del debate, el que paró los pies a Iglesias como debería haberlo hecho un político del Partido Popular, el que puso en evidencia el riesgo de que el populista tenga posibilidades de participar en la gobernación de España. Pronunció la frase del debate cuando rectificó a

Iglesias porque su formación también maneja dinero de los bancos tras el acuerdo con Izquierda Unida y aludió a lo que el líder populista quiere callar: Usted no pide dinero a los bancos -le dijo- porque ya se lo da Maduro.

Si Rivera cometió un error en su actuación estrella fue mostrarse duro también con Rajoy, a veces muy duro, en ese papel de equidistancia que quiere jugar pese a encontrarse más cerca del Partido Popular, del que sería en condiciones normales un aliado natural. Pero las campañas obligan a estos equilibrios, que luego, tras los resultados, imponen algunas rectificaciones.

Por primera vez, Iglesias se vio superado por un competidor más impulsivo que él y en más de una ocasión acusó el golpe. A Rajoy le pudo su cartel institucional y entró poco en la pelea a cambio de defender la ortodoxia de su política económica y social, y la mejora de la situación de España. En la cola quedaba Pedro Sánchez, empeñado en hablar más de Rajoy que de su programa, temeroso de ofender a Iglesias y en consecuencia irrelevante. En su caso no van mal tiradas las encuestas.

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