Con su viaje a Cuba, Obama espera cambiar la imagen de Estados Unidos

Barack Obama hará historia y se convertirá en el primer presidente de Estados Unidos que visite Cuba en casi un siglo, pero a la vez espera con ese viaje cambiar la imagen de Estados Unidos en América Latina.

Cuando Obama pise La Habana el 20 de marzo, para la Casa Blanca será un "momento Muro de Berlín", un paralelismo con el episodio en el que el expresidente Ronald Reagan habló frente a la Puerta de Brandemburgo en 1987.

Así como Reagan deseaba terminar con la división entre Europa oriental y occidental, Obama cuenta con poner fin a décadas de Guerra Fría en el Estrecho de la Florida.

La visita será también el remate del esfuerzo emprendido desde 2009 para mejorar las relaciones con América Latina, lastradas por un pasado de golpes de Estado, escuadrones de la muerte y duras intervenciones.

Con tan solo cien días en la presidencia, en abril de 2009, Obama se dirigió a los gobernantes latinoamericanos en la Cumbre de las Américas de Trinidad para asegurarles que Estados Unidos había cambiado.

El nuevo enfoque consistía en ofrecer una alianza más equitativa y privar a dirigentes populistas, como el venezolano Hugo Chávez, de argumentos que nutriesen su retórica antiestadounidense, de acuerdo con el asesor de la Casa Blanca para Seguridad Nacional, Ben Rhodes.

"Esencialmente, intentamos que Estados Unidos dejase de ser una fuente de legitimidad para ese tipo de políticos", dijo Rhodes en una entrevista con la AFP.

Desde el punto de vista del equipo de Obama, la presidencia de George W. Bush y la invasión a Irak sirvieron para revivir viejos estereotipos sobre el "imperialismo yanqui".

"Bush les servía. Sin pretenderlo jugó ese papel, con una política exterior agresiva y confrontando a Chávez", dijo Rhodes.

Durante el mandato de Obama la retórica se suavizó.

Le estrechó la mano a Chávez, se reunió con el presidente nicaragüense Daniel Ortega, visitó la tumba de monseñor Oscar Arnulfo Romero, cuyo asesinato está vinculado con escuadrones estadounidenses en El Salvador. Y en Chile habló de "errores", al referirse al golpe de Estado contra el socialista Salvador Allende.

Pero dos meses después de la cumbre, Obama enfrentó una dura prueba con el derrocamiento del presidente hondureño Manuel Zelaya, cercano a Chávez.

"El golpe de Estado de Honduras en junio de 2009 fue una interesante primera prueba para el trabajo en equipo", dijo Daniel Restrepo, quien durante seis años fue el máximo asesor para América Latina de Obama.

"Al día siguiente, me encontraba con el presidente en la Oficina Oval. Dejó muy claro que lo consideraba un golpe y que eso era inaceptable. Pero también se empeñó en resolver el asunto como socios", dijo.

Finalmente, Obama decidió que debía respetar los resultados de las elecciones que siguieron, en vez de intentar reinstalar a Zelaya, lo que lo enfrentó directamente con Brasil y otros países de la región.

Para Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, esto "reforzó el sentimiento de algunos latinoamericanos de que en realidad nada había cambiado, que Estados Unidos seguía estando muy a gusto con las personas que daban golpes de Estado".

Otras crisis pondrían a prueba la imagen que Obama intentaba proyectar.

La revelación de que la Agencia Nacional de Seguridad espió a Dilma Rousseff llevaron a la presidenta brasileña a cancelar una esperada visita de Estado.

Rhodes admite que fue un "punto bajo" en las relaciones con un aliado fundamental.

Otro contratiempo ocurrió cuando Caracas explotó la expresión "amenaza a la seguridad nacional" --parte del lenguaje ejecutivo en un decreto de sanciones-- para insistir en que Estados Unidos no había cambiado.

"Se puede provocar más turbulencias de lo que se pretende", admitió Rhodes al explicar sus esfuerzos por enderezar el entuerto.

"Salí a decir que no los considerábamos como una amenaza para Estados Unidos, sino que simplemente ese es el vocabulario que nuestra ley requiere para acompañar cualquier decreto de sanciones", dijo.

Mientras todo esto ocurría, Rhodes se reunía en secreto con funcionarios cubanos en Canadá. Los diálogos condujeron al restablecimiento de relaciones diplomáticas y a la reapertura de la embajada estadounidense en La Habana.

"Lo más grande que podíamos hacer para cambiar la dinámica era cambiar nuestra política hacia Cuba", explicó Rhodes.

"Vimos la apertura hacia Cuba como una forma de contrarrestar los efectos tóxicos del papel de Estados Unidos en la izquierda de América Latina", añadió

El panorama político en la región hoy es quizás más favorable hacia Washington de lo que lo ha sido en décadas.

Gobiernos antiestadounidenses de países ricos en recursos naturales como Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador y Venezuela han caído o se encuentran en apuros, debido a lo que Restrepo llama un "colapso de las materias primas y la mala gestión nacional".

"No hay ya en América Latina la misma energía en contra de Estados Unidos", dijo Rhodes. "Eso ha hecho que sea más difícil para esos dirigentes repetir el mismo guión con el que se sentían tan a gusto en el pasado".

Simultáneamente, Colombia parece acercase a la paz, lo que permitirá a Estados Unidos poner distancia con su controvertida asistencia militar.

Y las relaciones con Argentina mejoran. Después de la visita a Cuba, Obama viajará a Buenos Aires, donde el nuevo gobierno ha cerrado un preacuerdo con los holdouts, que permitiría a ese país volver al sistema financiero internacional.

Aunque el mayor reto para Obama podría ahora estar en casa.

La oposición republicana se resiste a aceptar la intención de Obama de comprometerse con Cuba antes de que haya avances en los derechos humanos o un cambio de régimen.

"No vamos a elegir quién dirigirá Cuba", dijo Rhodes, al sostener que la apertura económica permitirá cambios permanentes.

Y en sus últimos meses en la presidencia, Obama tiene que lidiar con la retórica anti latina de Donald Trump.

"Las expresiones despectivas hacia los latinoamericanos juegan a favor del viejo esquema", asentó Rhodes.

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