Las Ramblas se llenan el día después de héroes anónimos y supervivientes

  • A media mañana, los comercios comenzaron a abrir. Los tenderos decidieron recuperar su actividad normal, para “no dar el gusto a los terroristas".
Un joven coloca flores en el lugar donde falleció una persona, esta mañana, en Las Ramblas.
Un joven coloca flores en el lugar donde falleció una persona, esta mañana, en Las Ramblas.

No tenemos miedo. Ha sido el grito y la respuesta de los catalanes tras un día de terror y muerte, de dolor. Ha sido la reacción ante los asesinos. Vecinos y turistas han vuelto a circular por Las Ramblas de Barcelona el día después del atentado que ha dejado al menos 14 muertos y un centenar de heridos. Comercios, bares y quioscos ha vuelto a abrir sus puertas. El silencio es mayor del habitual y se ven caras tristes entre los viandantes. La gente comenta y las historias de supervivientes y héroes surgen casi en cada rincón.

"Escuché un estruendo salvaje y, por instinto, salté disparado de la tienda. Allí me encontré con el peor escenario que presencié en mi vida. La Rambla parecía un desierto, solo había personas en el suelo y algunos familiares a su lado. Al principio, apenas divisé a un Policía”.

Las palabras de Luis C, de 27 años, se entrecortan por la angustia y –por momentos- no puede seguir hablando. En Las Ramblas, el día después del espanto, la mayoría de sus habitantes y empleados de las tiendas y comercios de la zona permanecen en estado de shock. Así ha amanecido este espacio neurálgico de la Ciudad Condal. Ahora –mientras se arremolinan nubes de periodistas y policías- muchos de los testigos, héroes anónimos y supervivientes de la masacre ocurrida ayer, que se ha cobrado al menos 13 muertes y más de un centenar de heridos, se muestran estupefactos por lo ocurrido.

Luis es una de esas personas capaz de sobreponerse a las situaciones más límites de la vida. Ayer por la tarde estaba en el comercio en la que trabaja desde hace dos meses, situado en el centro comercial Triangle, justo frente a la Plaza de Catalunya, cuando una furgoneta blanca endemoniada pasó delante de su comercio y giró abruptamente, para arremeter contra todo lo que se encontraba en su camino.

“Escuchamos gritos, y al salir a la calle lo primero que hice fue comenzar a socorrer a las primeras víctimas que estaban malheridas. Yo hice el curso de grado de Emergencias Sanitarias y, uno a uno, fui brindando los primeros auxilios a las personas que podía. No daba abasto, y hasta que llegaron los servicios médicos todo era confusión. De pronto, regresé a buscar desesperado un desfibrilador. Lo que se escuchaba eran chillidos horrorosos”, comenta.

Los recuerdos de Luis se tornan borrosos, aunque recuerda nítidamente cómo se abalanzó sobre una persona que presentaba la fractura expuesta en una de sus extremidades. “Comencé a hacerle las maniobras de reanimación”, afirma.

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Durante más de tres horas, este joven fue asistiendo víctimas. Después de los primeros momentos, lo hizo codo con codo con los sanitarios. Es más, hasta cargó heridos en las ambulancias y ayudó a llevar a dos personas adultas al hospital San Paul. “Yo en ese momento estaba como en trance. No podía parar de ayudar… no tomaba la dimensión de lo que estaba ocurriendo… Al principio no pensé en un atentado, sino en un accidente, pero después comenzamos a comprender lo peor”, confiesa.

Tal fue su labor titánica en Las Ramblas, que la Policía y los Servicios de Emergencias le han tomado al joven todos los datos. “Me han dicho que posteriormente querrán reconocer públicamente todo lo que hice, pero yo no soy un héroe ni mucho menos… Hice lo que cualquier persona con mis pequeños conocimientos y mi obligación ciudadana hubiera realizado”, afirma.

Dani, otro joven que también trabaja a metros del café de Zurich, justo en el lugar donde comenzó a desencadenarse la tragedia, también dialoga brevemente con lainformacion.com. Él fue otro de los héroes anónimos en una jornada que no olvidará jamás. Fue socorrista en una ONG, en la que trabajó durante años: “Ahora realmente estoy cayendo de lo ocurrido. En cierta manera somos supervivientes. Yo me lancé a ayudar en lo que pude, utilizando mis conocimientos. Pero fue tan duro lo vivido que prefiero ya no seguir hablando. Necesito descansar después de una noche tan larga. Ni sé a la cantidad de gente herida que asistí, aunque ahora necesito al menos desconectar un poco”, asegura. El muchacho, vendedor, pasó la noche en lo de Fran, su amigo y encargado de la tienda en la que trabaja, quien vive cerca del lugar del atentado.Los comerciantes abren, consternados, los comercios

A media mañana, los comercios de Las Ramblas han comenzado a levantar sus persianas. Casi todos los comerciantes decidieron recuperar su actividad normal, para “no dar el gusto a los terroristas de salirse con la suya”, como bien afirma Aitor, uno de los compañeros de Pablo, uno de los jóvenes quiosqueros (de nacionalidad argentina) que esta misma madrugada recibió el alta tras ser curado por golpes en la cabeza.

Aitor tiene 41 años, se salvó de milagro y recuerda el momento fatídico: "No eran ni las 17.00 horas y la furgoneta blanca se nos vino encima. Rozó primero los expositores que allí ves y tumbó unos cuantos, después siguió en zig-zag atropellando todo a su paso. Tenemos que seguir. Yo hoy decidí abrir el quiosco porque ese es el mejor mensaje que podemos darle a quienes quieren silenciarnos con sus ataques. No tenemos miedo, Barcelona no tiene miedo", asevera el empleado del puesto de prensa y souvenirs situado en la intersección de Las Ramblas y la Carrer de Santa Ana.

Detrás suyo, Samid Echaijiri, observa en silencio como los turistas y peatones depositan flores sobre un poste, que fue donde murió ayer arrollada una de las víctimas del atentado: “Se me hace un nudo en la garganta recordar lo ocurrido. Salía de comprar una hamburguesa y vi pasar la furgoneta. Pensé que era un psicópata al volante. Pero la gente empezó a correr desesperada para todos lados y entonces se me vinieron a la mente las imágenes de Niza, de Berlín..", asegura este ciudadano marroquí que lleva casi dos décadas viviendo en la Ciudad Condal. 

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