Al alcalde de Toronto le gusta la contaminación

  • "En el centro hay demasiados árboles y pocas plazas para aparcar", es lo que piensan muchos ciudadanos de los suburbios de Toronto. Entonces, Rob Ford decidió hacer de la defensa de los coches su proyecto electoral, y ganó. Ahora, el tráfico y la contaminación no hacen sino empeorar en Toronto.
El alcalde de Toronto quiere una ciudad solo para el automóvil.
El alcalde de Toronto quiere una ciudad solo para el automóvil.
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John Ferri, Toronto (Canadá) | GlobalPost

El alcalde populista de Toronto, Rob Ford, estaba aparentemente equivocado cuando hizo su famosa declaración de que "la batalla contra los coches se ha terminado". Pero no es así, y sorprendentemente las últimas flechas las ha lanzado un sector que lo normal es que apoyase su actitud pro-automóvil.

Rob Ford llegó a la alcaldía de la mayor ciudad de Canadá el pasado otoño, a lomos de una oleada popular. Conectó con los votantes enfadados de los enormes suburbios, molestos con el centro urbano arbolado, cosmopolita y con restricciones al tráfico de Toronto.

El primer acto oficial del alcalde fue quitar un impuesto a la matriculación de coches, provocando con ello un agujero de 64 millones de dólares en la tesorería municipal. También ha boicoteado un extenso plan de transporte ligero interregional, y la semana pasada anunció la retirada del carril-bici en una de las dos principales arterias de Toronto.

Todas estas medidas están destinadas a restaurar la supremacía del automóvil en la ciudad y premiar a la base electoral que le eligió: la gente que acude al trabajo en coche, normalmente de manera individual, y desde los suburbios.

Lamentablemente, estas son las mismas personas que están ahogando la economía de Toronto. Y no son los "de izquierdas" que van en bicicleta los únicos que lo dicen.

El mes pasado la Cámara de Comercio reveló que Toronto tiene, con una media de 80 minutos, el tiempo más largo de acceso por carretera al centro urbano de 24 grandes áreas metropolitanas del mundo (incluso más que Los Ángeles, famosa por sus atascos). En el informe, los empresarios advierten claramente que esta congestión está destruyendo rápidamente la competitividad de Toronto y reclaman medidas económicas que disuadan a los automovilistas para acceder al centro en coches individuales.

El informe de la Cámara de Comercio llega después de que el hombre que el propio Ford ha nombrado para diseñar un nuevo plan de transportes, Gordon Chong, haya reconocido al Toronto Star que los peajes y otras tasas de circulación quizás sean algo inevitable. "En todo el mundo se pagan peajes ¿que tenemos nosotros de especiales?", se preguntaba.

La respuesta rápida es que Toronto tiene una cultura profundamente arraigada desde hace décadas de dependencia del automóvil que se resiste a ser cambiada.

Históricamente, la economía de Toronto se ha basado fuertemente en la industria automovilística. Desde mediados de la década de 1960 hasta principios de este siglo, el Pacto Automovilístico entre EEUU y Canadá le garantizaba una generosa porción de la fabricación de coches norteamericana, fundamentalmente en las ingentes plantas de GM y Ford que todavía ocupan buena parte de Toronto.

Sumado a la electricidad relativamente barata producida en las cercanas cascadas del Niágara, el pacto generó miles de puestos de trabajo muy bien pagados y alimentó una actitud, especialmente entre la clase política, que más o menos venía a decir que "lo que es bueno para la industria del automóvil es bueno para el sur de la provincia de Ontario".

Los promotores de viviendas ganaron una fortuna mientras los agentes inmobiliarios se retiraban a una edad temprana, y los magnates de periódicos necesitaban bosques enteros para conseguir papel para imprimir sus gruesos suplementos de Vivienda y Motor. De paso, contribuían entre todos a crear el enorme mundo suburbano que rodea Toronto, en donde viven millones de personas que dependen totalmente del coche.

Durante ese tiempo de bonanza hubo por supuesto gente que se opuso a ese tipo de desarrollo y se obtuvieron victorias significativas. Un movimiento de reforma cívica en la década de 1970, liderado en parte por la urbanista Jane Jacobs, logró salvar una enorme parte del casco urbano de la ciudad que estuvo a punto de ser devorado por una autovía.

El resultado de todas estas políticas es la contradicción actual que divide Toronto: enormes autopistas repletas a diario por hordas de frustrados suburbanitas que rodean los barrios del centro urbano, llenos de casas centenarias restauradas y relucientes edificios nuevos.

Es ese agradable (aunque cada vez más caro) centro urbano y su vibrante panorama cultural y social el que hace que Toronto aparece de forma habitual entre las encuestas internacionales como uno de los mejores lugares para montar un negocio o atraer talento.

En su informe, la Cámara de Comercio destaca que unas encuestas recientes hechas a determinados grupos de población revelan que todos citan el transporte y la infraestructura como el principal talón de Aquiles de Toronto, "la mayor amenaza a nuestro constante crecimiento y prosperidad económica". (Lo que a su vez debería de ser un asunto de importancia nacional, ya que la región de Toronto es el corazón económico de Canadá, generando un 20 por ciento del PIB del país. Pero Canadá es el único país del G8 que no tiene una estrategia de transporte nacional).

El informe de los empresarios destaca además que cada año llegan unas 100.000 personas nuevas a la región de Toronto y que en 2031 la población podría ser más del doble que la actual. "La población de Toronto está creciendo casi a un promedio asiático, pero las infraestructuras que se están construyendo para sostener este crecimiento poblacional van a un ritmo menor que el de EEUU", añaden.

La Cámara de Comercio calcula que el coste anual de la congestión del tráfico en la economía de la región de Toronto era de 6.000 millones de dólares en 2006, y que en los próximos 20 años se duplicará "si no se toman medidas significativas".

El panorama no parece muy prometedor para los conductores que se enfrentan a los atascos diarios. Incluso por la noche y los fines de semana conducir puede convertirse en una odisea, ya que es cuando las patrullas aprovechan para cerrar vías y reparar los tramos más viejos.

Durante el puente del Día de Canadá, el 1 de julio, la televisión pública informó que las principales carreteras de entrada y salida a Toronto, incluida la Autovía 401 (la más activa de toda Norteamérica, por volumen), eran "un océano sin fin de luces rojas". Según la Policía, fue el día más activo en las carreteras que recuerdan.

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