Los 'papeles' de Rubalcaba: preparaba ideas para combatir al independentismo

El Congreso decidirá si comparecen Fernández de la Vega y Rubalcaba sobre la "persecución" al PP
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Alfredo Pérez Rubalcaba se ha dedicado a la política hasta el final de sus días. Ya no cobraba por ello, pero era su pasión, junto a su Real Madrid. Por eso, esta misma semana, recibió una propuesta que aceptó con mucho gusto. El teléfono del exsecretario general del PSOE sonó el pasado martes. En la pantalla apareció el nombre de Miquel Iceta. Descolgó. Se saludaron. Y el líder de los socialistas catalanes le invitó a colaborar con él de una forma directa.

Le pidió que le preparara ideas, en forma de documento, para hacer frente al desafio independentista de Cataluña. Rubalcaba era un federalista convencido. E Iceta lo es. Por eso el futuro presidente del Senado quiso que uno de sus amigos en el socialismo le orientara acerca de cómo se puede afrontar en esta legislatura el reto político más importante al que se enfrenta el futuro Gobierno. Quedaron en que el malogrado exsecetarrio general le prepararía unos papeles y que se los enviaría.

Esta anécdota demuestra a la perfección que Rubalcaba pasaba su día a día en la facultad de Químicas de la Universidad Complutense de Madrid, pero que no había abandonado la política. Lo único que tenía más relajada era su agenda, pero "leía todo" y "no se le escapa una".

El mismo martes ocurrió una nueva anécdota anécdota, esta vez relacionada con la otra de las pasiones de Rubalcaba. Estaba viendo en televisión el Liverpool - Barcelona de semifinales de la Champions League. Evidentemente, deseaba una victoria de los 'reds'. Cuando vio que los de Anfield podían remontar el 3-0 en contra del Camp Nou apagó el televisor. Reconoció a allegados que estaba disfrutando del marcador, pero que no podía ver el resultado final por los nervios que le ocasionaba la situación. 

Cuentan quienes trabajaron con él al frente del PSOE que la "operación política" de la que se sentía más orgulloso era la abdicación del Rey Juan Carlos y la proclamación de don Felipe. El mismo sentimiento lo comparte Mariano Rajoy y en Zarzuela. Lo sabían muy pocas personas, que guardaron el máximo secreto: los dos reyes, el presidente Rajoy y la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, el jefe y el secretario general de la Casa del Rey, la dos reinas... y Rubalcaba. Nadie lo filtró. Luego abrieron el círculo a José María Aznar, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. Y se hizo con exquisita pulcritud en un momento convulso de la política española. 

Fue su último servicio público al Estado ya que unos días más tarde dimitiría como secretario general del PSOE. En Zarzuela han permanecido muy pendientes del estado de Rubalcaba durante las últimas horas. Don Felipe llamó el jueves por la mañana a Pilar Goya para preguntarle cómo estaba y transmitirle su preocupación. Pidió a sus colaboradores información puntual sobre el estado con quien compartió la 'confidencia' de la abdicación. Y ha regresado desde Barcelona para asistir a la capilla ardiente.

Las anécdotas de Rubalcaba se cuentan por decenas. Cuando Zapatero le nombró vicepresidente y pasó a ocupar el despacho de María Teresa Fernández de la Vega en La Moncloa contaba que le gustaba más tratar con policías y guardias civiles en Interior que con los 'prohombres' de la política y los negocios en Presidencia. En su despacho del número 5 del Paseo de la Castellana, donde vivía por motivos de seguridad (era objetivo prioritario de ETA), solía ver los partidos del Real Madrid.

Antiguos colaboradores de esa etapa recuerdan una reunión con dos dirigentes sindicales de la Policía. Estaba también presente el secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho. La conversación se estaba 'acalorando' por momentos y estaba bloqueada. De repente Rubalcaba propuso parar, ver el partido del Real Madrid que acababa de comenzar y, mientras, tomar algo. Salieron de su despacho y eso hicieron. Media hora más tarde retomaron la negociación con otra actitud. Así era Rubalcaba, temperamental, con carácter, pero también práctico.

Rubalcaba sufrió la barbarie de ETA. Acudió al País Vasco a funerales de compañeros de partido y de víctimas inocentes: "Me acuerdo de cada funeral, del olor de las flores, de los llantos y las caras de las madres y de las esposas, eso es lo peor porque al final siempre te sientes responsable, es inevitable", llegó a reconocer. Tenía un gesto de cercanía que para muchos no pasó desapercibido. La Policía y la Guardia Civil le entregaban informes sobre seguimientos a objetivos y él les llamaba personalmente para comunicarles que los terroristas les tenían en su diana

Así era Alfredo Pérez Rubalcaba. Un socialista que acabó sus días dando clases de química orgánica en una universidad pública y que falleció en un hospital público

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