El espionaje deja tocada la mayoría de la investidura

Así pactó Bolaños el decreto anticrisis: un señuelo a Feijóo y acelerón con Bildu

Sánchez envió al 'CEO' del Gobierno y a Gómez a negociar con Aizpurua mientras Montero buscaba la vía del PP por si fracasaban. ERC comunicó que no podía pasar de pedir la cabeza de Robles a ayudar al PSOE.

Felix Bolaños
Así pactó Bolaños el decreto anticrisis: un señuelo a Feijóo y acelerón con Bildu
EP

Dos decretos ha perdido Pedro Sánchez desde que llegó a Moncloa: el de vivienda, mientras gobernaba en solitario, y el de remanentes de los ayuntamientos, mientras lo hace en coalición. El resto de normas han podido ser convalidadas en un ejercicio de equilibrismo parlamentario a tener en cuenta. Con algún susto, como el de la reforma laboral (que Bildu votó 'no') o el de los interinos. La negociación para sacar adelante la votación del gran decreto anticrisis fue de las apretadas y por eso Sánchez movilizó a su 'CEO', a Félix Bolaños. Para el jurista madrileño la semana ha sido de infarto: de pactar con el PP el decreto que abre una nueva etapa en la Casa del Rey a negociar con EH Bildu cinco votos decisivos para que el jefe del Ejecutivo pueda tomar aire ante la presión por el espionaje.

Bolaños fue quien mejor comprendió la gravedad de la situación. Sánchez le envió a Barcelona el domingo e intentó calmar al Govern, pero pinchó. Moncloa ya asumió desde entonces que se avecinaban días complicados, con una sesión de control dura tanto para Sánchez como para Margarita Robles y una votación de 'foto finish'. El ministro de la Presidencia se movió en serio el mismo miércoles. Tras las preguntas a los ministros citó al portavoz de ERC, Gabriel Rufián. La reunión fue mal y desde ese momento los contactos con los republicanos se rompieron. Con ERC anclado en el 'no', aunque hubo un debate interno y algunos querían abstenerse, era el momento de imprimir un cambio de marcha. Sánchez canceló en ese momento su viaje a Moldavia y Polonia y decidió quedarse en Madrid ante una votación que iba a ser un 'match ball'.

Moncloa empezó a tirar de calculadora. PSOE, 120. UP, 33. PNV, 6. PDeCAT, 4. Nueva Canarias, BNG, PRC, Teruel Existe, otro cuatro. Más País y Compromís, 3. Sánchez tenía ya 170 votos. Hacían falta cinco más. El PSOE se volcó entonces con el grupo de Mertxe Aizpurua. Bolaños y Héctor Gómez, mano a mano. Fuentes cercanas a las negociaciones explican que fue principalmente el portavoz parlamentario quien llegó las riendas de la negociación con los 'abertzales'. Fue su primer gran acuerdo.

ERC había ido fuerte, pidiendo la cabeza de Robles. Sánchez no lo contempla. Bildu fue más comedido, así se lo solicitó el Gobierno. Los de Aizpurua hablaron únicamente de depurar responsabilidades, pese a que uno de sus diputados, Jon Iñarritu, es uno de los espiados. El miércoles por la tarde, ERC y Bildu hablaron de qué hacer en la votación del decreto. ¿Nos abstenemos o votamos no? Las formaciones independentistas acordaron por esta vez votar diferentes, pese a que tienen un acuerdo estratégico y suelen posicionarse unidas. Aizpurua se lo comunicó a Rufián. La realidad vasca es diferente a la catalana y la posición de ERC, liderando el Govern, es también distinta a la de Bildu. Los 'abertzales' ejercieron, por tanto, su autonomía y votaron junto al PNV. El miércoles por la tarde la decisión estaba prácticamente tomada y el Gobierno sabía su disposición a convalidar el decreto.

Pero el PSOE no quería apuros y movió por otro lado la opción del Alberto Núñez Feijóo. Fue a través de María Jesús Montero, que contactó con Juan Bravo. Pareció una cesión pero no. No era más que un señuelo por si fracasaba la vía de Bildu. Un "cebo", apuntan las fuentes consultadas. En realidad, Hacienda no tiene intención de rebajar nuevos impuestos, indican desde el ministerio. El relato es claro y no se dio opción al PP. Querían anclar a Feijóo en el 'no'. Moncloa ya tiene un argumentario preparado para denunciar la primera gran decisión del renovado principal partido de la oposición.

El miércoles por la noche Bildu comunicó al PSOE que estaban dispuestos a votar a favor del decreto. El jueves a primera hora lo confirmaron. Salvado. Bolaños se lo transmitió e Sánchez. Hubo tres razones detrás. En primer lugar, posicionarse como la llave en un decreto económico importantes y cerrar la puerta a un posible pacto con el PP. Es el temor de los socios del PSOE, tanto de UP como de los de investidura. En segundo término, para anteponer la "responsabilidad" a un voto de castigo. El espionaje es grave para Bildu, pero prefirió desligar el decreto de Pegasus. Y, en tercer lugar, porque consiguió que se tramite como proyecto de ley y ahí se ha apalabrado con el PSOE incluir alguna mejora económica, social, fiscal... "Habrá que seguir hablando". Sánchez, al salir del hemiciclo, dijo que "es importante recuperar una política sana que conecte con las demandas de los ciudadanos". 

¿Y ahora qué? La legislatura ha entrado en un terreno incierto. El espionaje y la solución que ofrezca Sánchez va a condicionar las próximas semanas. Esto no significa que la relación con ERC esté rota, pero sí dañada. "Lo que hay que hacer ahora es reconstruir el espíritu de la investidura", apuntan desde Unidas Podemos. El PSOE, por su parte, sigue tendiendo la mano al nuevo PP, para intentar cerrar algún pacto. En esos equilibrios se van a jugar todas las votaciones desde ahora. 

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