Aznar y González: del 'váyase' a ir de la mano para leer la cartilla a los políticos

  • Los expresidentes coinciden de nuevo en un acto, en el que hubo un consenso casi total: "Estamos los dos preocupados, nos ponemos casi de acuerdo".
Aznar Gonzalez Digitales
Aznar Gonzalez Digitales
EFE

Debate de la nación en 1994. José María Aznar pronuncia una de esas frases históricas de la política española: "¡Váyase, señor González!". A quien se dirige es el entonces presidente del Gobierno, Felipe González, acuciado por los casos de corrupción y los problemas económicos. Fue el paradigma del duro enfrentamiento que vivieron ambos líderes a comienzos de la década de los 90. Un cuarto de siglo después, los dos protagonistas se conjuraron este miércoles para 'leer la cartilla' a sus sucesores en el Congreso de los Diputados por no ser capaces de construir consensos. Y lo demostraron con hechos: estuvieron de acuerdo en casi todo.

"Estamos los dos preocupados, porque nos ponemos casi de acuerdo... esto va mal, mal". Estas palabras de Felipe González arrancaron las carcajadas en el Complejo Duques de Pastrana de Madrid y representaron bien el cambio de tono entre ambos líderes. "Y sobre todo cómo van las cosas en la país... Vamos a ser de museo", apostilló José María Aznar, su histórico archirrival.

La charla entre ambos era moderada por Eduardo Serra, ahora presidente de la patronal de las 'telecos' en España Digitales, ministro con Aznar y secretario de Estado con González. Un viejo conocido de ambos. La temática no era habitual para ellos: cómo el liderazgo político y el sector público puede permitir que la innovación tecnológica prospere. Pero la realidad es que los ataques y las duras críticas del pasado se convirtieron en asentimientos, risas y complicidades.

Durante todo el debate hubo muchas coincidencias. Quizá la más destacada en un contexto como el actual es la que tiene que ver con el consenso político. Ambos coincidieron en la ausencia de una "centralidad" entre los grandes partidos, que permita poner los objetivos de país por delante para llegar a acuerdos y desbloquear la parálisis. Señalaron con el dedo a sus sucesores. "La diferencia con otros momentos de la vida española es que nos hemos peleado y discutido mucho pero había dos cuestiones fundamentales: se hacía en la centralidad y se compartían objetivos importantes de país", apuntó Aznar.

Pero no fue el único. Coincidieron en la necesidad de frenar a las grandes compañías tecnológicas con la regulación de su actividad con los datos personales o en el análisis sobre por qué la falta de Gobierno o la inestabilidad no ha afectado a la economía o en el diagnóstico de la situación de retraso de España en el escenario tecnológico europeo y mundial.

Ambos asentían en la intervención del otro. No hubo ni una sola discrepancia. Incluso hubo cierta complicidad en algunos casos. Como cuando González afirmó que Aznar le hizo "un favor al sacarme" de la presidencia del Ejecutivo español y éste le contestó que realmente "tuve el acierto de sacarle del Gobierno".

El enfrentamiento con Pedro Sánchez

Esta relación de Felipe González con Aznar contrasta con la que tiene con Pedro Sánchez. Sencillamente no existe relación con el presidente del Gobierno, que no le ha llamado desde que llegó a La Moncloa tras la moción de censura de junio de 2018. En el sanchismo no olvidan que el exjefe del Ejecutivo se mojó en las primarias de 2016 por Susana Díaz. Tampoco guardan buen recuerdo de un González que pidió la abstención del PSOE para que Mariano Rajoy fuera presidente en 2016.

Esa tensión se evidenció en el penúltimo acto público de Felipe González. Fue en la Fundación Telefónica con motivo de la presentación de las cartas que recibió durante sus años en política activa. Allí estuvo Iván Redondo, el jefe de gabinete de Sánchez. Y allí no hubo conversación, ni cercanía, ni mucho menos sintonía, como la que sí existe entre Aznar y Pablo Casado.

Sea como sea, la de este miércoles fue la representación de dos veteranos expresidentes que conforme cumplen años acercan mucho más sus posiciones. Y, sobre todo, defienden -como antiguos líderes de sus partidos y del país- que la política del pasado siempre fue mejor.

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