"Bienvenidos a mi país", el diario argelino de Antonia Santolaya

  • Con indudable espíritu aventurero, Antonia Santolaya plasma su visión de Argelia en "Bienvenidos a mi país", un diario ilustrado donde ofrece "la perspectiva de alguien que llega de fuera y recoge lo que ve en las calles, sin la menor intención de decir cómo son las cosas, sino dando una interpretación subjetiva".

Julio Soria

Madrid, 4 sep.- Con indudable espíritu aventurero, Antonia Santolaya plasma su visión de Argelia en "Bienvenidos a mi país", un diario ilustrado donde ofrece "la perspectiva de alguien que llega de fuera y recoge lo que ve en las calles, sin la menor intención de decir cómo son las cosas, sino dando una interpretación subjetiva".

"Ha entrado todo lo que tenía dibujado, las certezas y las dudas. No se debe quitar nada, porque si quitara los dibujos que no me parecen buenos estaría restándole verdad al libro", explica Santolaya (Ribafrecha, La Rioja, 1966) en una entrevista con Efe.

Acompañada de su pareja, el también ilustrador Enrique Flores, la artista recorrió durante tres semanas ciudades como Argel, Orán, Tlemcen, Adrar, Timimoun o Ghardaia, descubriendo los contrastes de un país que guarda fuertes vínculos históricos con España.

"Me sorprendió lo lejano y, al mismo tiempo, lo cercano que resulta Argelia para los españoles. Físicamente lo tenemos muy cerca, e históricamente siempre hemos tenido mucha relación. Orán fue fundada por inmigrantes españoles durante la época colonial", recuerda Santolaya.

"España tiene muchos intereses económicos en el país, pero las conexiones a nivel humano son más fuertes con Francia. El nivel cultural es mayor de lo que podemos pensar, aunque ahora se está perdiendo el francés, porque la corriente islamista ha prohibido su enseñanza en las escuelas. Las nuevas generaciones no saben este idioma y así crecen las distancias con el exterior", apunta.

Realizado con una amplia gama de técnicas (grafito, acrílico, pintura y rotulador pincel), el libro destaca por la exuberancia de los paisajes, la calma del desierto y el bullicio de las calles argelinas, pero también por el contacto con otros seres humanos, una conexión que Santolaya disfrutó especialmente cuando se trataba de otras mujeres.

"He tenido pequeñas experiencias que me han resultado muy satisfactorias; da lo mismo si vas a otro país o a un pueblo de la sierra, porque el encuentro lo hacen las personas. Hay culturas, en principio afines, con las que no somos capaces de comunicarnos, y luego hay otras, mucho más lejanas, con las que no existen esos muros", advierte.

Lejos de opinar sobre la situación política de Argelia, Santolaya desechó la posibilidad de entrar en cuestiones de esta índole. "No quería enjuiciar una realidad que desconozco. Yo me dedicaba a hablar con la gente, y si alguien mencionaba algo, lo apuntaba en el cuaderno", afirma.

"De todas formas, he tenido que borrar muchos nombres y utilizar sólo las iniciales, porque nunca sabes quién puede leer el libro y se mencionan casos de corrupción. Además, tampoco es que vivamos en un país que pueda dar lecciones en este sentido, y yo no quería jugar el papel del típico español que llega a Argelia para decirles lo que tienen que hacer", asevera.

Nada le habría gustado más que visitar los campos de refugiados saharauis, pero la autora no tuvo más remedio que descartar esta posibilidad. "Se quedaban muy lejos para el tiempo que teníamos, pero tengo mucho interés en hacer ese viaje. Hablé con una chica que estaba muy harta del Frente Polisario, porque le impedía decidir sobre su propia vida", expone.

A fin de conservar la inmediatez y frescura del material original, Santolaya ha publicado el cuaderno sin modificaciones de ninguna clase. "No se ha reescrito ni redibujado una sola coma", confirma la dibujante, que dentro de poco podría sorprendernos con nuevos trabajos ambientados en Mauritania o las Islas Canarias. EFE.

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