La dirección hace agua

Caos en Génova 13: cómo 'firmar' la paz con Díaz Ayuso sin destrozar el partido

El problema del PP se inició tras la moción de censura a Rajoy, cuando no se formó un partido más unido y una Ejecutiva sólida, con un Casado que no supo frenar los problemas creados en torno a la formación. 

La desafección entre Casado y Díaz Ayuso no parece que pueda ser reconducida ni fácil ni rápidamente
Caos en Génova 13: cómo 'firmar' la paz con Díaz Ayuso sin destrozar el partido.
EP

El enfrentamiento dentro del Partido Popular es una batalla de poder y envidias entre el éxito político que tiene hoy la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el poder orgánico que ostenta el aparato del partido, dirigido por Pablo Casado y su secretario general, Teodoro García Egea. Está claro que el partido ha estallado por los cuatro costados dada la falta de pericia a la hora de resolver los situaciones complejas. Unos problemas que se veían venir, y que todo el mundo de un modo u otro percibía, pero también todos los votantes del PP esperaban que la dirección del partido supiera y pudiera pararlos a tiempo.

Empecemos por lo básico. En el canon fundamental del buen político lo primero que te dejan claro es que los trapos sucios se lavan en casa. Por muchas ganas que tengas de sacar el ventilador, en casa siempre se lava mejor. Sobre todo porque no hay que darle ningún regocijo al enemigo ni ponérselo fácil, y también para no desesperar a tus votantes. El problema del PP no arrancó precisamente este jueves pasado con la aparición fuera de contexto de Díaz Ayuso y de García Egea dando la réplica y ahondando en las heridas, el problema del PP se inició el día que Pablo Casado no supo frenar los problemas que los unos y los otros estaban creando en torno al partido que él preside y que debiera haber dirigido con más mano izquierda y, quizá, menos mano derecha.

Si hacemos una encuesta no sólo en Madrid sino en toda España, saldrá con claridad que el gran éxito de Ayuso despertó demasiados temores en la dirección general de Génova, y que Casado con la ayuda de Egea inició el plan para rebajar (o incluso anular) las expectativas de la nueva heroína del PP. El presidente del partido no supo o no pudo controlar los altos vuelos de Ayuso y presuntamente se inició una estrategia de destrucción por la puerta de atrás. ¿Qué es lo que impidió que Casado se aprovechara del éxito de la mujer que él mismo nombró como presidenta en la Comunidad y con la que podía presumir de gran triunfador ante la opinión pública? Es algo que nadie entiende, que no hayan sabido rentabilizar en el partido los triunfos de Ayuso y hayan preferido aplicar la vía dura.

Quizá el problema de fondo esté en la precipitada caída por la moción de censura de Mariano Rajoy, cuando no se pudo o no se supo crear un partido más unido y una Ejecutiva sólida con los barones apoyando y arropando al líder, y en cambio se lanzaron al embrollo de las conspiraciones políticas viendo fantasmas y enemigos por todas partes, derivando todo ello en una concepción patrimonialista del partido, que cojeaba en la medida en que los resultados no favorecían a los deseos y esperanzas. Las elecciones de Cataluña y País Vasco fueron un auténtico jarro de agua fría, y fue precisamente Díaz Ayuso la que vino a salvar al partido y a su presidente con su gran triunfo. Los éxitos de Casado son escasos, ni Galicia ni Andalucía son victorias suyas, la única que le pertenece en parte era la Comunidad de Madrid, y es la que le puede salir más cara sino ataja el boquete que tiene en el partido.

Ahora estamos en un momento donde no caben las medias tintas ni las sobremesas apaciguadoras con pacto de manos, ahora toca rearmarse hasta los dientes y prepararse para una pelea que promete ser cruenta pero que en realidad debería evitar males mayores y estudiar las posibles consecuencias y segundas jugadas para no sacar el lanzallamas y quemar medio partido. De entrada ya hay movimientos dentro del Grupo Parlamentario Popular en la Asamblea de Madrid, que cuenta con 65 diputados, y todos deberán de algún modo velar sus armas para tomar postura ante lo que se avecina, y mostrar sus preferencias a la hora de sentirse 'casadistas', 'ayusistas' o 'neutrales'.

Hay otra solución más difícil pero más inteligente, salvar 'vidas' políticas, en este caso las de todos porque no hay que olvidar que todos viajan en el mismo barco y si este se hunde caen casi todos. Pero esta opción, con mucho bisturí parece casi imposible, dado que de ser factible ya la hubieran aplicado; sin embargo, se ha llegado hasta aquí sin ser capaces de ver venir el problema y la gran herida. El otro ideal para Pablo Casado sería desactivar esta enorme bomba que tiene encima, cortando sin error los hilos del explosivo, pero lo tiene más que complicado porque los 'hilos' son muchos y puedes acabar cortando el que es necesario.

El plan a lo Salomón, como ha insinuado Núñez Feijóo, consiste en buscar el encuentro entre los dos afectados, Casado y Ayuso, "sentados sin intermediarios, y dar una solución a ese problema que se ha creado en esos círculos (los equipos de ambos) y al que los demás asistimos atónitos". El plan Feijóo podría funcionar pero sería una herida profunda, consiste en mantener la cabeza de Casado y la de Díaz Ayuso, a cambio de dejar caer la de las dos figuras más relevantes de esta cruel historia. Una de ellas ya presentada antes -García Egea-; y la otra, el director de gabinete, no exento también de gran protagonismo y de complicidad, Miguel Ángel Rodríguez. El precio apuntado puede ser drástico pero serviría para compensar heridas en ambos lados.

Este fin de semana, todos los barones del partido han empezado a mover sus fichas para ver cómo se puede resolver esta catástrofe [este sábado se dio a conocer la celebración, el día anterior, de un encuentro en Génova Casado-Ayuso, que según la Comunidad Autónoma habría resultado "infructuoso"]. No lo tienen fácil pero hay que intentarlo, especialmente José María Aznar, padre putativo de Casado, y expresidente del PP con mayor y mejor ascendencia dentro del partido, aunque sólo sea porque Rajoy nunca quiere meterse en 'líos' ajenos. Pero el momento es delicado y crucial no sólo para el PP sino también para el sistema político español, la explosión descontrolada de los populares puede descolocar todas las piezas del tablero y provocar consecuencias imprevisibles. La política, no exenta de telebasura, ha terminado provocando este exhibicionismo de salón para regocijo de tertulias y tertulianos, pero lo malo es que los ciudadanos necesitan menos espectáculo y más inteligencia de sus representantes.

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