Carmen Lamela, la juez progresista e independiente, en el ojo del huracán

  • La mujer que ha enviado a prisión al Govern ya sabe lo que es sufrir el acoso de parte de la opinión pública tras llevar los casos Alsasua o Rosell.
Una imagen de Carmen Lamela
Una imagen de Carmen Lamela

Está en el ojo del huracán. Carmen Lamela se ha convertido en una juez estrella a su pesar. Si algo odia esta jueza de 56 años, 567 en el escalafón, y 31 años de experiencia son las filtraciones... y que el trabajo se le acumule. Fiable, serena , disciplinada, una hormiguita trabajando, son los calificativos que de ella se recogen en la carrera judicial. De aspecto frágil por su delgadez y de trato exquisito y delicado sufre en las redes un acoso que las asociaciones de jueces han criticado en diferentes comunicados bajo el lema ¡Basta Ya!

Considerada desde sus inicios como progresista (ahora la acusan de todo lo contrario, por recibir una condecoración que se ha dado a gran parte de los miembros de la AN) tiene fama de ser tan metódica como rigurosa. E independiente (lo mismo que ahora algunos ponen en duda tras enviar a prisión por un delito de rebelión a ocho miembros del ya cesado gobierno catalán y dictar una orden de detención para Puigdemont y los Consellers huidos). Nada en su currículo justifica las acusaciones que recibe desde distintos ámbitos.

Casada con un magistrado, licenciada en Derecho con sobresaliente en la Universidad Pontificia de Comillas (1979-1984), se hizo cargo en 2015 de Juzgado Central de Instrucción número 3 de la Audiencia Nacional, al quedar vacante la plaza tras la marcha a París como juez de enlace de Javier Gómez-Bermúdez, al que temporalmente sustituyó el magistrado Juan Pablo González hasta que éste accedió a la Sala de lo Penal.

Antes de llegar a la Audiencia Nacional, a la que accedió en 2014 en comisión de servicios como magistrada de refuerzo en la Sala de lo Penal, trabajó como asesora en el Ministerio de Justicia en la etapa de Francisco de Caamaño, el último ministro del Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Lamela es famosa por su constancia. Permanece tarde y noche en su despacho, del que a veces no sale ni para comer.

"Es muy seria y metódica", señalan compañeros que la conocen desde hace años. También la consideran "jurídicamente muy sólida que fundamenta mucho las resoluciones" . Precisamente (aunque se pueda discrepar) eso es lo que se pone en duda que ha metido el dedo en la llaga en un momento en el que distintas voces creen que sus decisiones dificultan el diálogo político. Olvidan que la justicia es ciega.

Lamela fue la misma jueza que dejó en libertad con comparecencias quincenales a Trapero (decisión también criticada en su momento), pero sí dictó prisión para los Jordis. No le tiembla el pulso. No en vano, bajo sus manos han estado los casos de Alsasua, Premiá, Rosell...

Su nombre comenzó a hacerse familiar en los medios el año pasado, cuando asumió la investigación por la agresión a dos guardias civiles y sus parejas en Alsasua (Navarra) al considerar los hechos constitutivos de un delito de terrorismo. Una actuación que, al igual que el encarcelamiento de los exconsellers, causó controversia. Unas críticas que no le influyeron a la hora de apreciar meses después el carácter terrorista de unos incidentes violentos en Pamplona similares a los ya extintos episodios de violencia callejera.

Antes de admitir las querellas de la Fiscalía contra los responsables del proceso de independencia en Cataluña, instruyó una causa por sedición y rebelión contra el Ayuntamiento de Premiá de Dalt (Barcelona) por haber aprobado una moción de apoyo a la resolución independentista del Parlament catalán. Finalmente optó por archivarla al rechazar que los concejales que apoyaron la moción pudieran incurrir en esos tipos delictivos puesto que en este caso los hechos no podían ser calificados de "violentos", como precisa el delito de rebelión, "ni tumultuarios", como requiere el de sedición.

También le han sido asignados casos de corrupción como el que afecta al expresidente del Barça Sandro Rosell, al que envió en prisión el 25 de mayo acusado de quedarse con 6,5 millones de euros de la venta de derechos audiovisuales de 24 partidos amistosos de la selección brasileña de fútbol, que luego blanqueó en Andorra.

Nacida en 1961, ingresó en la Judicatura en 1986 y, tras recalar en los juzgados de Orihuela (Alicante) y Manzanares (Ciudad Real), entre 1989 y 1993 ejerció como decana de los jueces de Badalona. En 1993 dejó su puesto en la Audiencia Provincial de Barcelona y se trasladó a Madrid como magistrada del Juzgado de Instrucción 25. Cuatro años después, en 1997, pasó a la Sala de lo Penal de la Audiencia Provincial de Madrid.

El pasado mayo se postuló como candidata a presidir la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. La conservadora Concepción Espejel obtuvo el puesto con 11 votos de los 21 vocales. La progresista Manuela Fernández Prado, quedó segunda con 8. Lamela, que ahora es vilipendiada por muchos, solo tuvo un voto: el del vocal Enrique Lucas propuesto por el PNV. Pagó cara su independencia... como ahora.

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