A 48 horas de los comicios 

Hosteleros, entre las urnas y la quiebra: "No habría que votar para hacernos oír"

Las medidas adoptadas por las autoridades sanitarias catalanas para aliviar la incidencia del coronavirus han dividido electoralmente en dos al sector: o abstención o compromiso firme.

Hosteleria Barcelona
Hosteleros, entre las urnas y la quiebra: "No habría que votar para hacernos oír".
Beatriz Jiménez

Andar por Barcelona a la hora de comer por calles secundarias es desolador. "Nos han ampliado una hora más la apertura para los bares. Pero mira, aquí no hay ni Cristo", explica encogiendo los hombros la propietaria del Bar Reunió, en la ciudad de Barcelona. Bajo la televisión encendida del local, tomando un café, dos operarios que se dedican a la instalación de barandillas protagonizan la única estampa de la tarde. El negocio está situado en la Plaza de la Libertad del entrañable barrio de Gràcia, una zona llena de vida que, salvando las vías principales de Gran de Gràcia o Torrent de L'Olla, ahora está enferma de silencio. No hay viajeros, y tampoco es mes de agosto, por lo que el desconcierto es mayor.

Por primera vez, la dueña del bar de la Plaza de la Libertad no acudirá a las urnas el próximo domingo. Ha aceptado todas las medidas, se ha ido adaptando al horario impuesto, pero ahora cree que es un despropósito ir a votar. "No puede ser que yo no pueda salir a dar un paseo con mi hija y sí ir a un colegio electoral con 300 personas", afirma. No está enfadada, lo dice con ironía, abriendo mucho los brazos y luego secando un vaso mojado a golpe de muñeca, como en las películas.

Esta hostelera afirma que siempre ha creído en la responsabilidad ciudadana, pero las autonómicas de este año le parecen surrealistas. Refiriéndose a los que conformarán las mesas electorales, dice lo siguiente: "Se tienen que poner un mono, no sé cuántas mascarillas, y exponerse a la Covid-19. No tienen porqué pasar ese riesgo", concluye.

Deja impoluto el vaso y prosigue diciendo que no entiende cómo se puede sugerir que la gente vaya a mítines electorales. Cuenta que, al menos, cobra la ayuda a autónomos. Aunque no todos los hosteleros pueden afirmar lo mismo. Javier lleva al frente de su Bar Bocattini 16 años, un local rústico y pequeño encasquetado en la mitad de Gran Via de Les Corts Catalanes. Y no cobra ayudas. "Estamos fatal, perdiendo dinero y poniendo dinero, con ganancias mínimas. Ya he solicitado tres ayudas y no me las dan porque no reúno requisitos. Como hay que facturar un máximo del 25% y yo facturo un 35%, me las niegan todas", explica.

Después de casi 20 años, el virus se ha llevado a su clientela fija. Los que ahora llegan al bar dejan caer algún comentario sobre las inminentes elecciones del 14 de febrero. "Dicen que no van a ir a votar. Primero porque no están contentos con la gestión por parte del gobierno catalán. Y segundo por miedo a la Covid", señala Javier. 

El propietario de Bocattini no se atreve a augurar nada, pero cree que el número de votos por parte de la hostelería se va a reducir porque "están disconformes". Detalla que les echan la culpa de los contagios, algo que "no se ha demostrado y que no tiene lógica". Se queja de que han cumplido con el aforo y las demás normas, pero les siguen culpando.

Con tono resentido, aunque con cierto grado de aceptación, acaba soltando una pregunta al aire que se queda como colgada en el ambiente de su negocio en Barcelona: "¿Tendríamos que dejar de votar todos para ver si así nos hacen caso?". O salir a la calle a manifestarse, aunque reniega de esa idea al relacionarla con el vandalismo.

Javier se despide haciendo un café a uno de los tres clientes que quedan a las 14:30 horas de la tarde del jueves, antes de tener que cerrar a las 16:30 horas por la normativa vigente. Asegura que a esa hora sin pandemia debería de haber decenas de clientes. Con tan poco aforo también se encuentra Carol, propietaria del bar Can Tresó en el corazón de Gràcia. El local alberga 22 mesas de las 40 habituales y tiene a 6 personas en ERTE.

Carol explica a La Información la paradoja: "Es como si te digo que tienes que hacer toda tu facturación en dos horas con la mitad de gente. No da". Está muy decepcionada, pero sí votará porque, si no, ganarán los que no quiere que ganen, y le "irá peor". "No voy a dejar de votar para castigarlos; de lo contrario nos autocastigamos el resto", detalla. Cree que la decepción no debe ser un motivo para faltar a la cita electoral del domingo. Ella sí acudirá a las urnas.

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