"Elegir entre el hambre y la fiebre"

El caos de los temporeros en Lleida: "El rumor de regularizar avivó el polvorín"

La provincia catalana lleva semanas acaparando todas las miradas a raíz de un brote que, según el rastreo, originó un trabajador del campo y se alimentó de precariedad.

El caos de los temporeros en Lleida
El caos de los temporeros en Lleida
Fruita amb justícia social

El brote de Lleida ha colocado a los temporeros de la zona en el disparadero. "Los medios los persiguen las 24 horas del día. Les graban mientras hacen sus necesidades, cuando se duchan... y los vecinos tampoco les quitan ojo", cuenta Llibert Rexach miembro de la Plataforma Fruita amb Justícia Social. Desde que los equipos de rastreo dieron con el paciente cero del rebrote, un trabajador del campo que aterrizó en la región para la recogida, "los vecinos los tratan como proscritos". Cada temporada, miles de recolectores llegan a la provincia de forma escalonada. Esta vez lo hicieron de golpe. "Se dejó caer que regularizarían por dos años la situación de los que trabajasen en Lleida". La esperanza hizo de la ocurrencia un rumor y este corrió como la pólvora. "El miedo a que el virus cerrase las fronteras echó más leña al fuego. El resultado fue que viajaron en bloque". La falta de previsión hizo el resto.

El Ayuntamiento de Lleida abrió ayer un pabellón para que los temporeros pudieran pasar, durante el día, el confinamiento decretado por el Govern. "Se ha actuado tarde", denuncia Llibert. Desde la primera quincena de mayo, miles de trabajadores transitan por la ciudad. La ciudad es el punto de encuentro de aquellos que acuden a trabajar el campo leridano. A ella llegan los autobuses repletos de los jornaleros de la fruta y en ella están las agencias de trabajo que distribuyen a los temporeros entre los payeses. También los locutorios desde donde mandar buena parte del resultado de la peonada a esa familia, que espera a cientos de kilómetros. Muchos dejan la ciudad atrás nada más llegar, y parten con destino otros pueblos de la región.

Temporero recolectando fruta en una plantación
Temporero recolectando fruta en una plantación

Fruita Amb Justícia Social

"Las localidades de alrededor cuentan con albergues municipales para los recolectores. Durante la temporada estival se llenan". Sobre el papel, es el payés quien debe asegurarse del alojamiento de sus empleados, mientras que las instituciones solo tendrían que dar cobijo a quienes aún esperan a ser contratados. "A la comarca de El Sergià -donde el brote acumula 1.857 casos de Covid desde el 23 de junio- llegan cada año hasta 40.000 recolectores. Los pueblos de la región, que en muchos casos rondan los 1.500 vecinos, crecen hasta los 2.000 en los meses de verano". Solo por la ola de temporeros.

Hace más de quince días, el Gobierno central señaló al colectivo como el origen del foco. "Los brotes de Lleida y Huesca tienen muchas similitudes, son temporeros, muy próximos geográficamente, han coincidido en el tiempo... Lo que nos hace dudar de si hay relación entre ellos. No podemos garantizarlo, pero no es descartable", señaló el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), Fernando Simón, el lunes 29 de junio, siete días después de declararse el brote en El Segrià.

Temporeros durmiendo en la calle en Lleida
Temporeros durmiendo en la calle en Lleida

Fruita amb Justícia Social

"Se debaten entre la fiebre y el hambre"

"A día de hoy, aún quedan cerca de medio centenar de personas en la calle". No todos los temporeros están en situación irregular. "El grupo es muy diverso y eso no se ha tenido en cuenta". Llibert explica que, dentro de los recolectores, se da una multiculturalidad que dificulta la convivencia en los pabellones. Pese a que se ha informado de la situación que se desprende de una región en plena pandemia, no todos los trabajadores cumplen con las precauciones. "La demanda fluctua enormemente de un día para otro", anota, "Puede ser que una misma plantación requiera un día a un centenar de temporeros y a la mañana siguiente solo a veinte". Los empresarios pueden despedir y contratar al mismo trabajador en de un día para otro. 

"Trabajan en régimen de peonadas y viven al día". Cuando se detecta un caso en un temporero, los que han estado en contacto con este deberían guardar los catorce días de cuarentena que marca la estrategia de contención. "En estos casos los recolectores se enfrentan a un dilema, entre el hambre y la fiebre. Muchos piensan que pueden tener una tos que no derive en nada más, así que priorizan el trabajo". Al no contar con ninguna garantía, la mayoría opta por no arriesgarse a que el payés no le vuelva a llamar y se saltan un aislamiento que podría dejarles fuera de la bolsa de trabajo. 

Ni los recursos ni el tiempo juegan a favor. "Los resultados de las pruebas a veces tardan días en llegar. En este plazo, los contactos de un solo temporero contagiado pueden haberse relacionado con decenas de personas en el trabajo". El virus teje su red más rápido de lo que se activan los mecanismos de protección, aunque el trato a esta plantilla estival no es igual en todas las plantaciones.

"Algunos payeses acogen a sus empleados en sus propias casas... otros les hacen pagar por alojarse en un granero donde el hacinamiento es la norma". Los equipos de protección tampoco son siempre los más deseables. "A veces se les facilita una mascarilla para toda la semana. Teniendo en cuenta que las jornadas en el campo dejan muy atrás el horario de oficina... al final del día es como no llevar nada". La situación se agrava para quienes duermen en la calle. "Es imposible mantener la distancia social en este entorno", asevera Llibert. Las manifestaciones racistas ya han llegado y los temporeros son la diana. "Lleida es en un polvorín". Y la Covid lo puede hacer estallar en cualquier momento.

Mostrar comentarios