Censura en Afganistán

  • En Afganistán hay más periodistas y más medios de comunicación desde que cayó el régimen talibán, pero la libertad de prensa sigue siendo escasa. Al menos cuando se abordan temas políticos. Incluso lo ha reconocido el nuevo ministro de Información, que ha prometido cambiar las cosas. Los últimos datos ofrecidos por diversas organizaciones que trabajan en la zona hablan de decenas de periodistas que han sufrido ataques y amenazas en los últimos años, incluidos tres asesinatos.
El portavoz del ministerio de Interior afgano, Zamrai Bashar, durante una rueda de prensa reciente en Kabul (Afganistán)
El portavoz del ministerio de Interior afgano, Zamrai Bashar, durante una rueda de prensa reciente en Kabul (Afganistán)
EFE / S. Sabawoon
Jean MacKenzie | GlobalPost

(Kabul, Afganistán). Qari Yusuf Ahmadi es el agregado de prensa ideal. Inteligente y cosmopolita, es una persona abierta que bromea con los periodistas y siempre tiene la información preparada. Tiende a "darle un giro a las cosas para mostrar su lado positivo", pero reconoce que la prensa tiene derecho a cubrir todas las facetas de la noticia. Es una lástima que trabaje para los talibanes.

Los periodistas que cubren la información en Afganistán afrontan ahora una situación paradójica. Después de todos los triunfos conseguidos por la prensa independiente tras la caída del régimen talibán, ahora es el Gobierno, supuestamente democrático, el mayor obstáculo al trabajo de los reporteros y la mayor amenaza contra su seguridad. "Los talibanes nos trataban mejor que el Gobierno", se quejaba Rahimullah Samander, jefe de la Asociación de Periodistas Afganos Independientes, durante una rueda de prensa en Kabul el mes pasado. "El Gobierno nos niega acceso a la información. Se despide a los funcionarios que hablan con los periodistas. [En lo que se refiere a la prensa] se podría decir que todo el proceso democrático ha sido un fracaso".

Todo esto resulta una gran ironía, ya que los medios de comunicación son uno de los pocos casos de éxito de los últimos ocho años en Afganistán. Kabul cuenta con más de una decena de televisiones privadas y muchas emisoras de radio, que tienen filiales en el resto del país. Han aparecido cientos de periódicos, pero la alta tasa de analfabetismo –que se calcula en más del 30 por ciento- ha reducido su repercusión.Canales privados de televisión como Tolo han fomentado un cambio asombroso en la sociedad afgana. Además de entregar información equilibrada y profesional, Tolo ha añadido la sátira a la esfera pública: por primera vez los afganos pueden reírse abiertamente del Gobierno.

Por otra parte, los programas de telerrealidad -o reallity shows- como "Estrella afgana" han revitalizado la música y permitido que surjan nuevos ídolos –chicos y chicas- en un país ansioso de entretenimiento tras años de control talibán.Sin embargo, a medida que aumenta la cantidad y calidad de los medios de comunicación, parece reducirse su espacio de maniobra.

El año pasado ha sido el peor hasta ahora, afirma Wahidullah Tawhidi, que dirige Media Watch, una organización que analiza la violencia y ataques contra periodistas. Desde marzo de 2009 (el año comienza el 21 de marzo según el calendario afgano, por el equinocio de primavera), Media Watch ha recibido más de 71 denuncias, que incluyen tres asesinatos, 37 detenciones y una decena de casos de palizas e intimidaciones. La culpa a veces la tienen los talibanes o las fuerzas extranjeras. Pero el mayor repudio se lo lleva el Gobierno, que tiene la misión de proteger la libertad de expresión.

"En los últimos tres años y medio, la libertad de expresión en Afganistán ha tenido diversos problemas", afirmaba Sayed Makhdoom Rahin en enero, durante una comparecencia tras su designación como ministro de Información y Cultura. "Pero tengo un compromiso de apoyo a los periodistas". Rahin tiene un largo y difícil camino por delante.

El deterioro de la situación también ha perjudicado la protección de los periodistas. Los problemas van desde negarles el acceso a la información hasta interferir directamente en su trabajo o poner en peligro su vida. "No tiene sentido llamar al ministerio del Interior", se queja un joven periodista en Kabul. "Nunca dan información". Además, Zamarai Bashari, el portavoz del ministerio, "a veces estalla", explica un experto que trabaja con el equipo de comunicación de Interior. "Pero ha mejorado mucho", apostilla. Bashari tiene fama de reprender públicamente a los periodistas. A un reportero que había publicado un artículo sobre víctimas civiles le dijo que "no era mejor que un talibán" y no le dejó hacer preguntas durante una rueda de prensa.

Pero los atropellos van más allá de las declaraciones verbales. En octubre pasado, un periodista de Tamadon TV fue severamente agredido por la policía mientras iba camino a una rueda de prensa. "La policía me atacó y me quitó la cámara", recuerda Mahmood Fayez. "Me quejé al jefe de policía y éste también comenzó a pegarme". Bashari señala que la policía reaccionó excesivamente contra Fayez, pero no reconoce que sus funcionarios agredan sistemáticamente a la prensa. "Fuimos a ver al reportero de Tamadon y le pedimos disculpas", señala Bashari. "Incluso le dimos una oveja, como estipula la cultura afgana".

Pero la situación está a punto de entrar en crisis, advierte Fayez. "La policía no quiere que los periodistas muestren sus atropellos. Pero si las cosas continúan así, tendremos que dejar de hacer nuestro trabajo", asegura.

Otro periodista, Ahmadullah Mohammadyar, también fue atacado el verano pasado por las fuerzas de seguridad afganas en Kandahar mientras cubría una manifestación en favor de Ashraf Ghani Ahamadzai, entonces candidato a la presidencia. El jefe del consejo provincial de Kandahar es Ahmed Wali Karzai, hermano menor del actual presidente afgano, Hamid Karzai, y de quien se dice que mantiene una mano férrea en todos los temas políticos de su zona. "Hay una dictadura en Kandahar", afirma Mohammadyar.El gobierno local rechaza las acusaciones, pero reconoce que agredió a Mohammadyar."No hay una dictadura en Kandahar", afirma Abdul Majid Babai, jefe del departamento de información y cultura de la provincia. "Pero nuestra policía no está muy bien entrenada".

Kandahar ha tenido bastantes problemas de este tipo. En marzo de 2009 fue asesinado el periodista Jawed Ahmed Yazamy, conocido como "Jojo", a plena luz del día en el centro de la capital. Jojo acababa de pasar casi un año en una prisión norteamericana, como sospechoso de ser un "combatiente enemigo". Nunca se le acusó formalmente. Tras la muerte de Jojo, un grupo de periodistas de Kandahar envió una carta aHamid Karzai en la que indicaban que tenían más miedo del Gobierno que de los insurgentes. Incluían los nombres de varios funcionarios que habían amenazado a periodistas, entre ellos, Ahmad Wali Karzai.

"Le preguntamos, señor presidente: ¿quién cree que podría haber asesinado a Jawid Jojo en Kandahar? Usted podría decir que fueron los talibanes, pero los periodistas de Kandahar no llamamos enemigos a los talibanes", señalaba la misiva. "Hasta que no se encuentre a los culpables y respondan ante la justicia, le responsabilizaremos a usted por la muerte de Jawed Jojo".

Pero tampoco hay que pensar que los insurgentes son el mejor amigo de la prensa. Mohammad Ilyas Dayee, periodista de Helmand -la provincia donde se lleva a cabo la Operación Moshtarak contra los insurgentes-, fue amenazado por el mulá Sangaryar, el comandante talibán de la zona, por no informar de los supuestos éxitos talibanes. "Me hizo advertencias por teléfono", explica Dayee. "Recibí mensajes de texto que decían, 'Ilyas, tienes 10 días para dejar de ser periodista. Si no lo haces, entonces es tu culpa que te maten".

Durante un tiempo, Dayee no hizo caso a las amenazas, pero finalmente pidió ayuda. Roman Habib, representante de una organización internacional que protege a los periodistas, decidió intervenir."Llamé a Qari Yusuf", explica Habib. "Fue muy amable y estuvo dispuesto a cooperar. Me aseguró que se encargaría del problema".Y así fue, a su manera. El mulá Sangaryar fue arrestado por los talibanes y desde entonces no ha habido noticias de él.

La comunidad internacional intenta mejorar las relaciones entre el Gobierno y la prensa. La misión de la OTAN en Afganistán trabaja con funcionarios afganos para abrir nuevos canales de comunicación. Como parte del Comando de Transición de Seguridad Conjunta de Afganistán (CSTC-A), la OTAN promueve la formación de funcionarios que trabajan con periodistas."Queremos acabar con los obstáculos y dar a la prensa las facilidades que necesitan", explica la capitana Heather Coyne, coordinadora de la OTAN y responsable de la formación.

Pero no será fácil. En uno de los talleres de comunicación, se le preguntó a un jefe de policía sobre cómo reaccionaría si un periodista escribiera un artículo verdadero pero negativo sobre la policía. "Intentaríamos impedirlo", declaró sin más. Después de ver que el instructor fruncía el ceño, modificó su respuesta. "Queremos que los periodistas expongan lo que está mal, porque de otra manera, no se podrá arreglar". Uno de los patrocinadores internacionales de la iniciativa se encogió de hombros, con actitud filosófica. "Sospecho que su primera respuesta era la verdadera. Tenemos mucho camino por recorrer".

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