El 'caso Cifuentes' golpea al PP en Madrid y alumbra un descalabro a nivel nacional

  • La sangría de votos hacia Ciudadanos, la falta de toma de decisiones y el conflicto en Cataluña provocan una división sin precedentes en el partido.
Mariano Rajoy y Cristina Cifuentes en La Moncloa
Mariano Rajoy y Cristina Cifuentes en La Moncloa
EFE

Hace algo más de dos semanas, Cristina Cifuentes era ovacionada durante más de un minuto en la Convención Nacional que el PP celebró en Sevilla. Este miércoles, su carrera en la política ha concluido tras el polémico Máster de la Universidad Rey Juan Carlos y la publicación del ya famoso vídeo de las cremas en el Eroski de Vallecas. Pero el caso Cifuentes es sólo la punta del iceberg de la convulsa situación que viven los populares a nivel nacional. Las crisis interna amenaza la estabilidad de un partido acostumbrado a ganar en los últimos años y que se asoma a una precampaña en 2019 tocado y con la autoestima por los suelos.

La dimisión de Cifuentes es un simple parche. Con su renuncia a la Comunidad de Madrid (pero no al partido) el PP consigue conservar su principal bastión a día de hoy y desactiva la peligrosa moción de censura que habría provocado graves daños. Pero la decisión no consigue apaciguar a un partido dividido en dos. De momento nadie habla en público porque Rajoy sigue siendo quien hace las listas y porque queda apenas un año para las elecciones europeas, municipales y autonómicas, pero las aguas bajan turbulentas ante unos sondeos que no pintan nada bien, según apuntan fuentes internas.

En Génova ya se preparan para el 'fuego' de los sondeos. No en vano, la intuicion que tienen en el PP es que sufrirán un descalabro importante. Las encuestas que se han ido publicando después de que estallara el caso del Máster de la URJC ya lo apuntaban, pero las próximas tomas pueden ser la puntilla para los populares y la confirmación de que Ignacio Aguado podría dar el temido 'sorpasso'. En el ayuntamiento, donde aún no hay candidato aunque todas las miradas están puestas en Pablo Casado, ocurre lo mismo: las expectativas no son nada halagüeñas.

"Madrid ya no corre prisa, porque ya no hay moción de censura, pero los barones están que trinan", explicaba este miércoles un conocido dirigente regional.  En las regiones se ve con preocupación la próxima cita con las urnas donde Cs está entrando con fuerza en territorios controlados históricamente por los populares. Y, además, existe la sensación de que los rivales naranjas están cerca de propinarles un golpe en las urnas que tardarán en olvidar y que, como ocurrió en Cataluña el pasado 21 de diciembre, las encuestas se cumplirán.

En efecto, en el PP todavía duele lo sucedido durante las pasadas Navidades. Rajoy se volcó en una campaña en la que tanto el partido como el Gobierno se jugaban mucho. El batacazo en las urnas fue aún más duro porque Ciudadanos, un partido que con algo más de diez años de vida consiguió con Inés Arrimadas lo que el PP no había logrado nunca: ser primera fuerza política con 36 escaños y doblegar al nacionalismo. Los populares temen que ese resultado se repita en un futuro próximo en otros lugares de España y piden a la dirección que frene la sangría.

Un buena parte de los barones y cuadros medios del PP están, en definitiva, que arden con la situación. Ellos son los que escuchan las críticas directas de las bases ya que Rajoy, según él mismo ha reconocido en privado, no recibe esos comentarios en La Moncloa. En algunos territorios empiezan a pensar que el partido camina hacia la descomposición mientras la cúpula nacional hace poco por remediarlo. Y cuando lo hace, como en el caso Cifuentes, consideran que lo hace tarde. Se preguntan ahora si no hubiera sido mejor apartar a la expresidenta madrileña con las primeras informaciones sobre su Máster y no aplicar la estrategia habitual de dejar pasar el tiempo.

En el terreno económico la situación no es muy diferente. La recuperación es una realidad, pero varios actores internacionales, como Goldman Sachs o UBS, han pedido más reformas. Difícil reformar un país con un Gobierno en minoría que para aplicar determinadas medidas necesita el concurso de partidos políticos cuyos líderes ni siquiera se dirigen la palabra. En el Gobierno, incluso, se empieza a dar por pérdida la posibilidad de aprobar los siete grandes pactos de Estado de los que habló Rajoy en su investidura.

Y en el PP tampoco olvidan el conflicto de Cataluña, enquistado y sin visos de solucionarse a corto y medio plazo. Podrá haber un Gobierno en breve, pero los populares descartan un entendimiento con cualquier ejecutivo de corte nacionalista, lo que provocará que la reforma de la financiación autonómica, pendiente desde 2014, se vuelva a estancar. 

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