Cinco patatas calientes en la sartén de la nueva ministra de Exteriores

  • El enésimo cometido que tendrá que desarrollar la nueva ministra de Exteriores le llevará a enfrentarse a algunos retos delicados, algunas 'patatas calientes' para la diplomacia española, y a otros elementos conflictivos de carácter secundario, unos molestos garbazos en la suela de sus zapatos.
Caricatura de Trinidad Jiménez
Caricatura de Trinidad Jiménez
Raúl Arias
Borja Ventura

Trinidad Jiménez es una de las políticas que más vueltas ha dado por el barrio. Ha pasado por todas sus calles y callejuelas según le ha ido mandando su patrón, el presidente del Gobierno, que no siempre le ha guiado por los lugares más iluminados de la ciudad. Y eso que hace diez años fue ella, personalmente, la que impulsó la candidatura de un desconocido Zapatero a la secretaría general de un entonces convulso PSOE, pero desde entonces sus recompensas no han sido las esperadas.

Esta azarosa trabajadora de la política española, a la que Zapatero hizo candidata a una alcaldía, secretaria de Estado, ministra y precandidata autonómica, tiene por fin el encargo que quería. Ahora tiene que que ir a su tienda favorita, el ministerio de Exteriores, para comprar patatas y garbanzos. Esto es, para enfrentarse con las 'patatas calientes' que inquietan a la diplomacia española y con unos molestos 'garbanzos' que, aunque no son tan prioritarios, pueden resurgir en cualquier momento para amargarle su ansiado estreno.

Su predecesor en el cargo, Miguel Ángel Moratinos, tuvo que enfrentarse en sus seis años en el cargo a fuegos tan dispares como la salida de Irak, el reestablecimiento de las relaciones diplomáticas con EEUU, los fallecimientos de españoles en accidentes y catástrofes como los de Yemen,Haití, Chile o Perú, la huelga de hambre de Aminatu Haidar, el secuestro de los cooperantes en Mauritania, los ataques de piratas en Somalia, las pugnas en el seno del G-20 o las tensiones con aliados tan espinosos como Cuba o Venezuela. De todo ello, Jiménez hereda algunos viejos problemas no resueltos y se enfrenta a nuevos desafíos.

Las 'patatas calientes' del ministerio

Los asuntos más espinosos con los que se enfrenta la recién nombrada ministra nada más llegar son cinco distribuidos por tres continentes:

Venezuela. La siempre complicada relación con el régimen bolivariano, con quien la ministra ya tuvo estrechos vínculos en su etapa de secretaria de Estado, da constantes alegrías y disgustos. Alegrías para las empresas españolas, que tienen fortísimas inversiones en la región, y disgustos para el Gobierno a cuenta de las polémicas con Chávez y de asuntos tan espinosos como los supuestos vínculos entre ETA y las FARC. De hecho, la presencia de etarras como Arturo Cubillas entre los asesores del presidente venezolano han elevado la tensión en las últimas semanas.

Marruecos. El incómodo vecino del sur, con quien siempre se intenta llevarse bien pero no siempre se consigue. Hace años Perejil, luego las polémicas a cuenta del salto de las vallas en Ceuta y Melilla, después las protestas por las visitas del Rey o de Rajoy a las Ciudades Autónomas, más tarde la expulsión a España de Aminatu Haidar, luego el acoso a las agentes de Policía en la frontera o los impedimentos a la prensa española para cubrir lo sucedido en los campamentos saharauis. Así hasta hoy, que el conflicto saharaui vuelve a la palestra.

Gibraltar. A pesar del clima favorable que empezó a gestarse con la apertura de una línea aérea entre Madrid y el Peñón, las continuas escaramuzas entre las patrulleras de la Guardia Civil y la policía gibraltareña ha hecho que se revivan tiempos en los que las relaciones no eran precisamente fluidas.

Cuba. Uno de los mayores logros de Moratinos fue conseguir relajar tensiones con Cuba, no ya por parte de España, sino de la Unión Europea. Aunque la denominada 'postura común' de oposición al régimen sigue en pie, se han dado tímidos pasos hacia la apertura de la isla. La liberación progresiva de decenas de presos políticos es buena prueba de ello, aunque haya tenido que venir acompañada de su expatriación. Continuar esa labor de mediación entre el país caribeño y Europa para canalizar una eventual apertura política en la isla será uno de los mayores retos de la ministra.

Confianza. En una labor conjunta con la ministra de Economía, Exteriores tendrá que trabajar en remediar una de las cuestiones que más ha debilitado la imagen de España a nivel internacional, fundamentalmente en Europa: la desconfianza de inversores, países aliados y autoridades económicas ha provocado una ralentización de la recuperación económica. No se trata ya de entablar relaciones con países o empresas concretas, sino de saber mejorar la imagen del país ante los socios.

Preocupaciones pasadas, ¿preocupaciones futuras?

Además de los grandes retos, hay pequeñas incomodidades. Cuestiones incómodas que ahora mismo no están de actualidad, pero que eventualmente resurgen para dar algún dolor de cabeza al Ejecutivo. Son los 'garbanzos' de la ministra, que empiezan en la Unión Europea y terminan en Asia. De hecho, Oceanía es el único continente con el que no existe incomodidad diplomática alguna.

El primer reto de Jiménez será en clave interna: hace apenas un par de meses, Moratinos emprendió una serie de ambiciosas reformas ministeriales para adecuar el funcionamiento de nuestra diplomacia al actual contexto internacional. La ministra se encontrará, por tanto, con un ministerio construido a medida del ex jefe de la diplomacia española que tendrá que volver a reformar para configurarlo a su gusto.

En algún momento España tendrá que enfrentarse al asunto de Kosovo, país independiente desde hace dos años y medio, que nuestro Ejecutivo sigue sin reconocer. De hecho, ser uno de los pocos países del mundo que mantiene su postura -de hecho, ni siquiera Serbia lo hace- no ha impedido a nuestro país ejercer la presidencia de turno de la UE durante el primer semestre del año. En algún momento España tendrá que variar su postura, mantenida para no dar alas a los nacionalistas catalanes o vascos, especialmente teniendo en cuenta que la ampliación europea pasa forzosamente por los Balcanes.La economía trae alianzas complejas. Es el caso de potencias como Rusia o China, valiosos aliados en el terreno comercial, pero incómodos compañeros en política: con Rusia existen valiosos acuerdos energéticos al tiempo que allí se persigue a la oposición -por no recordar las misteriosas muertes de personajes como Litvinenko o Politkovskaya- y las visitas oficiales y firmas de acuerdos ocultan la pervivencia de una brutal represión a la disidencia y una férrea censura.Llevamos un tiempo sin secuestros en África, ni en el desierto mauritano ni en las aguas del golfo de Somalia. Lo sucedido durante los últimos meses ha llevado a extremar las precauciones y a reforzar la seguridad, pero la amenaza pervive y podría volver a poner al Ejecutivo frente ante un conflicto con delincuentes internacionales.Otra posible preocupación de España llegará si se reabre el debate de la ampliación de la UE, especialmente por nuestra encendida defensa en favor de la adhesión de Turquía y los escasos frutos recogidos pese a nuestra insistencia. Ahora mismo Turquía está muy lejos de unirse al club de los 27.

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