
Dueños y señores de Afganistán desde 1996 hasta la invasión liderada por Estados Unidos en 2001, los talibán fueron considerado durante dos décadas una de las mayores amenazas a la seguridad mundial. Hoy, con la pérdida de su carismático líder, con una batalla por el liderazgo, desgastados desde el aire por los drones y enfrentados en tierra a las fuerzas de seguridad afganas y a Estado Islámico, los talibanes luchan por volver a atemorizar al mundo. Los avances de los últimos meses, primero con la toma de Kunduz y posteriormente con la toma de Helmand hacen temer un despertar silencioso de los insurgentes talibanes. Sus últimas ofensivas han obligado a la OTAN a reconsiderar su estrategia en Afganistán y frenar la prevista retirada de tropas, que se mantendrán al menos un año más. Lejos de descender, la violencia ha convertido este año en uno de los más sangrientos desde el 2001, con al menos 1.592 muertos y 3.329 heridos civiles solo en el primer trimestre.
Varias causas están detrás de su avance:
-Incapacidad gubernamental para proteger el territorio
Como ya le ocurrió al de su antecesor Hamid Karzai, el Gobierno de Ashraf Ghani no controla nada más allá de Kabul y el país sigue en manos de señores de la guerra o bajo dominio de los insurgentes. Esos resultados han animado a los islamistas y han demostrado, que pese a los más de 60.000 millones de dólares que Washington gastó para formales siguen sin ser capaces de proteger su territorio.
-Enfrentamientos entre los talibanes
Tras la designación del mulá Ajtar Mansur como sucesor del fallecido mulá Omar, aumentan las tensiones entre los talibanes. Sobre él han aumentado los rumores en los últimos días en torno a si está o no vivo. La última, hace solo una semana. Esta guerra abierta entre los muyahidines ha supuesto la creación de otra facción independiente liderada por el mulá Mohamed Rasul, partidaria de una línea dura y cercana al EI y que controla la provincia de Herat.
-Los talibanes contra el Estado Islámico
Mientras los talibanes se pelean entre sí, el Estado Islámico aprovecha las diferencias internas para reclutar partidarios y lanzar su proyecto de crear la provincia de Korasán, cerca de la frontera de Pakistán. La idea de Estado Islámico es crear un califato con los territorios de Afganistán, Irán y parte de Turkmenistán y Uzbekistán, que reclaman como propios. De existir, este territorio se uniría al califato formado por Siria e Irak y daría más credibilidad al anhelado Califato de Estado Islámico.
-Las conversaciones de paz están estancadas
En 2010, diplomáticos de EEUU y los talibanes se sentaron por primera vez para discutir la paz. Desde entonces, varios países han tratado de sentar a los yihadistas en torno a un mesa de diálogo: China, Noruega, Gran Bretaña o algunos grupos de mediación privada. El 7 julio de 2015, y por primera vez de manera oficial, los talibanes y funcionarios del gobierno Afgano mantuvieron conversaciones sobre un hipotético proceso de paz y reconciliación nacional. El problema de las negociaciones es que los talibanes tienen pocos incentivos para renunciar a la lucha. La táctica de los talibanes es seguir esperando hasta que se retire EEUU y colapse el gobierno afgano.
-El doble rasero de Pakistán
Pakistán, que niega cualquier colaboración con los talibanes es el único país junto con Arabia Saudita y los Emiratos que han reconocido al régimen Talibán. Es por eso que muchas voces consideran que la frontera entre Pakistán y Afganistán se ha convertido en un santuario para los guerrilleros.
La guerra el desempleo y la falta de perspectivas ha impulsado a decenas de miles de afganos a intentar huir del país. Junto con los sirios, los afganos son uno de los grupos más numerosos de refugiados que tratan huir de las bombas y las atrocidades de grupos islamitas que solo conocen la guerra para imponer sus ideas.
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