Luz de cruce

Qué es la cogobernanza para las CCAA: los 'jeltzales' del PNV siempre salen ganando

  • Los nacionalistas han vuelto a alcanzar un acuerdo con el Gobierno central en el que logran nuevas ventajas para el País Vasco.
Aitor Esteban - PNV debate de investidura
Aitor Esteban - PNV debate de investidura
Efe

¿Será la 'txapela'? ¿Será el chuletón de buey importado de Galicia? No, la culpa es del fenotipo. Los vascos, desde los tiempos más remotos, son los maestros del comercio y la negociación política y económica. La Roma eterna fue el primer testigo del fenotipo euskaldún. Cuando, hace más de veinte siglos, diversos pueblos iberos y celtas, como los vacceos, los vetones y los bárdulos, quisieron invadir a garrotazo limpio las tierras fértiles del Golfo de Vizcaya, fueron rechazados por la acción coordinada de los vascones y las legiones romanas. Los vascos y los romanos se llevaban la mar de bien. Prueba de ello es la Escuela Romana del Pirineo, ese grupo literario que, hacia 1920, celebraba sus tertulias en un café de la Gran Vía de Bilbao.

Después vendrían los fueros otorgados, los juramentos de los reyes de Castilla y, ya en los tiempos isabelinos, las negociaciones en la Corte de los delegados de las "provincias exentas". Luego los "presupuestos paccionados" de Cánovas del Castillo, y el régimen de "concierto" y los derechos históricos que han llegado hasta nosotros (con la bendición de la Constitución Española, DA 1ª).

El hoy olvidado Pierre Loti (1850-1923), gran escritor (e insigne reaccionario), fundó el mito de la nobleza inmarcesible de los vascos, y también de su repudio natural de la violencia. Para Loti, fallecido en Hendaya, el País Vasco era una arcadia feliz de colinas verdes y valles cortados por aguas cristalinas, un cielo terrenal poblado por unos hidalgos que adoraban la fuerza física y la destreza tanto como odiaban la codicia, el ánimo de lucro y las armas de fuego. Bueno, bueno… al escritor francés le desmienten las crueles guerras carlistas y el terrorismo sanguinario de ETA. Sin embargo, incluso en medio de la violencia más bárbara fructificaron los pactos: el Convenio de Vergara, el pacto con los fascistas italianos para salir del país y abandonar a su suerte a la República española, las negociaciones de ETA con los presidentes González, Aznar y Rodríguez Zapatero.

La verdad es que Loti bebía más de la cuenta. Con veinte años de edad no veía cómo los prados risueños y los valles con riachuelos y ninfas desnudas se estaban llenando de aguas fecales, de fábricas de acero y torres de viviendas mal construidas y repletas de maketos gallegos y extremeños. La gran industrialización de Vizcaya (Bilbao pasó de 15.000 vecinos en 1871 a los 100.000 que residían en la ciudad en 1900) fue la compañera del instinto comercial de los vascos urbanos, que nunca se daban por vencidos cuando los interlocutores, al estilo de la andaluza Carmen Calvo, les decían "no es un no". En el sistema político del tercer milenio, fallecido por agotamiento el bipartidismo y con cinco o seis partidos compitiendo entre sí, el apoyo del PNV puede ser indispensable para entrar o salir del Gobierno central. Bien lo saben, en carne propia, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. En política, hasta los herederos intelectuales de Chiquito de la Calzada saben que los favores nunca se hacen 'gratis et amore'. Se conceden a cambio de la entrega de muchas monedas de vellón.

En el debate parlamentario celebrado el 6 de mayo (cuarta prorroga del estado de alarma), las comunidades autónomas recuperaron algunas de sus competencias perdidas. La debilidad del Gobierno ha obligado a Pedro Sánchez a postrarse ante las reclamaciones del nacionalismo vasco. Si usted lee la pertinente Resolución del Congreso de los Diputados, comprobará que la disminución del poder del 'Mando Único' beneficia, en abstracto, a todas las CCAA. No hay ni rastro de una mención expresa al País Vasco. Ahora bien, si usted se fija con detenimiento en los apartados sexto y séptimo de la Resolución, no le costará mucho detectar sin dificultad los privilegios que, en posible detrimento de la salud pública, ha recibido el PNV: mayores competencias en la desescalada y la posibilidad de convocar nuevas elecciones con la contribución esencial del servicio estatal de Correos. Lo que no fue posible en el cercano abril (suspensión de las elecciones al Parlamento Vasco), es ya una realidad posible desde el 10 de mayo.

Definitivamente, las elecciones al Parlamento vasco, previstas ab initio para el 5 de abril y suspendidas por la pandemia, se celebrarán el 12 de julio. El PNV, una vez más, se ha salido con la suya. Le conviene celebrar elecciones antes de la llegada del otoño (cuando los perjuicios económicos de la epidemia serán más "virulentos", lo que beneficiaría electoralmente a su rival Bildu), aunque ponga a los votantes en un riesgo mayor de contagio. Los comicios significan actos políticos masivos, grandes concentraciones de militantes y simpatizantes de los partidos en pugna, una movilidad deambulatorio superior a la normal y flujos de individuos a la entrada y a la salida de los colegios electorales.

¡Ah, las elecciones! Lo que un medio "progresista" como 'El País' considera desastroso para la reaccionaria Polonia, es un elixir mágico para el País Vasco (con la colaboración, ¡a la fuerza ahorcan!, de Pedro Sánchez). El PNV alega que la pandemia estará debilitada en verano. Sin embargo, se trata únicamente de un pretexto, porque no existe ninguna evidencia científica de que la subida de las temperaturas sea una aliada de la salud.

El estado de alarma está siendo pródigo en la creación de artefactos gramaticales: “desescaladas”, “nuevas normalidades, “hojas de ruta sanitarias”, “cogobernanza”… El presidente del Gobierno (Real Decreto 514/2020, de 8 de mayo) ha vuelto a utilizar su lengua de madera para satisfacer al PNV. El palabro de moda es "nivel de granularidad territorial". Un disfraz ideal para hacer posible la asimetría a la carta exigida por los 'jeltzales'. La "granularidad" ha obrado el milagro de una mayor libertad de circulación interterritorial dentro del País Vasco. Enhorabuena. El País Vasco es ya el país de los guanches, que han salido casi indemnes del contagio vírico. Bilbao es la capital de las Islas Afortunadas.

El PNV es el único partido coherente del Estado. Es una formación con mucha experiencia política, buenos cuadros y un programa detallado de su estrategia en Madrid. No se dedica, como los demás, a las florituras o a las groserías verbales. Sus dirigentes son unos trabajadores incansables y casi nunca defraudan a los suyos. Aunque no son infalibles. En la quinta prórroga, Sánchez les timó con Bildu, su máximo rival en las elecciones del 12 de julio.

Pero una golondrina no hace primavera. La revancha de los jeltzales ha sido gloriosa. Hace muy pocos días, tras un acuerdo bilateral con el Gobierno de Sánchez, Urkullu ha conseguido hacer realidad, parcialmente, un viejo sueño nacionalista: gestionar la Seguridad Social. Una cesión al País Vasco y Navarra que ha puesto en pie de guerra a las demás autonomías. Sin embargo, ladrar sirve de poco a los que no tienen una escalera de color en la bocamanga. O un trío de ases: la guinda del pasteleo la pusieron el Gobierno y el PNV el 30 de mayo, mediante un acuerdo que faculta al Presidente de las CCAA a gestionar la fase 3 de la desescalada.

Sánchez ha encarrilado su sexta prórroga, y el PNV se lleva a Guernica los leones de bronce de Ponciano Ponzano y el oro de la Seguridad Social. Es un triunfo en toda regla en su combate eterno con los celtíberos.

Eskerrik asko, Kepa Sánchez.

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