Así se decidió cerrar la capital

Operación confinamiento de Madrid: los 40 días de pulso entre Sánchez y Ayuso

Los gobiernos central y madrileño han pasado de enviarse cartas y unas horas de tregua, escenificada en Sol, a romper su "colaboración". El duelo es político y legal. Hay fricciones con Ciudadanos.

Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez se saludan durante su comparecencia conjunta
Operación confinamiento de Madrid: los 40 días de pulso entre Sánchez y Ayuso
EFE

La 'Operación Madrid' por el Covid-19 comenzó en agosto. Pedro Sánchez tenía desde finales de ese mes la, como mínimo, predisposición a que había que "tomar el control" de la capital y grandes localidades limítrofes ante el preocupante avance de la enfermedad y el adelanto de la segunda ola. Fue en ese momento cuando la maquinaria de Moncloa y del Ministerio de Sanidad comenzó a moverse para una operación quirúrgica que, sabían desde el principio, no iba a ser sencilla. Primero se intentó un acuerdo amistoso pero, en vista del pulso con la Comunidad de Madrid, el Gobierno central optó por recurrir a la 'colaboración' del Consejo Interterritorial de Salud. Han sido cuarenta días de largo tira y afloja, negociaciones y estrategia que han culminado con el semiconfinamiento de diez grandes ciudades.

Las alarmas saltaron sobre Madrid en plenas vacaciones. Mediados de agosto. Sánchez descansaba en Doñana pero a diario recibía informes de la situación sanitaria. Dicen en su equipo de colaboradores que durante esos días y antes en La Mareta (Lanzarote) "no pararon" de llegarle documentos del ministro de Sanidad. La situación sanitaria se complicaba jornada tras jornada en la capital y el Gobierno decidió comenzar a activar a sus equipos y asesores, incluso antes de que el presidente regresara al complejo de la carretera de La Coruña. Mientras tanto el equipo de Isabel Díaz Ayuso, también durante esos días de descanso estival, preparaba varios planes: la operación retorno de los madrileños, la vuelta al cole, la reactivación económica... Las sensaciones no eran buenas, ni para unos ni para otros.

La sala de máquinas de Sanidad se activó a finales de ese mes de agosto. Fuentes internas definen este momento como decisivo para el desenlace de los acontecimientos. El gabinete del ministro Illa recibió el encargo de estudiar todos los posibles escenarios ante un escenario que empezaban a vislumbrar. La curva no paraba de crecer por los rebrotes y valoran desde la declaración de un nuevo estado de alarma a la posibilidad de una decisión en el Consejo Interterritorial de Salud. Exploran esa vía y solicitan durante los últimos días de agosto un informe a la Abogacía del Estado para poder aplicar restricciones de la movilidad en cualquier lugar de España con un acuerdo amplio, aunque no sea por "consenso", entre las comunidades autónomas y aunque se produzcan votos en contra en ese órgano. El documento le llega el 27 de agosto al ministro y es claro: podría tomarse esa vía. La legislación contemplaba excepciones.

Durante los primeros días de septiembre la cifra de contagios y fallecidos seguía creciendo. En los hospitales la presión también iba en aumento. Ayuso movió ficha el 10 y lo hizo dirigiendo una carta a Sánchez, la cuarta desde que estalló la pandemia y la quinta desde su posesión. La presidenta exponía en esa misiva la necesidad "urgente" de concretar una reunión para "dejar a un lado" sus "legítimas diferencias políticas". Moncloa se lo pensó y aceptó el cara cara, pero lo hizo en un momento nada casual.

La del 14 de septiembre fue una semana de pizarra y estrategia. El miércoles 16 el viceconsejero de Salud Pública, Antonio Zapatero, anunció medidas más "restrictivas" en Madrid e incluso apuntó a "confinamientos selectivos" en las zonas del sur más afectadas por el virus. Son momentos de "incertidumbre" y el consejero de Justicia, Enrique López, llegó a pedir disculpas por utilizar ese término, "confinamientos". Pero la decisión estaba en marcha. Horas más tarde, se produjo un momento clave: el consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, confirmó que, ante el crecimiento "sostenido de la pandemia" en Madrid, su consejería estaba trabajando en medidas para "restringir la movilidad y reducir la actividad". Fue en ese momento cuando Moncloa da un paso al frente.

​Sánchez elige el momento preciso para la cumbre de Sol

Lo hizo ese mismo 17, a mediodía, respondiendo a la carta de Ayuso y aceptando un encuentro en Sol. La misiva estaba firmada por Pedro Sáchez y en ella pedía "reforzar los mecanismos de cogobernanza". Es decir, Moncloa aceptó la reunión con Ayuso cuando el Gobierno de la Comunidad de Madrid ya había tomado la iniciativa para restringir la movilidad en varias zonas de Madrid. Todo estaba medido y calculado. Horas más tarde, el mismo viernes 18, llegó el anuncio, realizado por la propia presidenta, del semiconfinamiento de 37 zonas básicas de salud, las del sur de la capital.

El movimiento de Sánchez, no obstante, no terminó de entenderse en el seno del Gobierno central y causó polémica interna en ese momento. Hubo críticas porque, según consideran, el presidente se iba a hacer una foto con Ayuso en un momento en el que el PSOE empezaba a lanzar la idea de plantear una moción de censura. En el equipo de Ayuso también hubo quien pensó que Sánchez iba a acudir a la Real Casa de Correos a dar el 'abrazo del oso' a la presidenta. "La Comunidad de Madrid ha estado demasiado tiempo sola", escribió la jefa del Ejecutivo autonómico.

Las dudas públicas se encargaron de intentar disiparlas los jefes de gabinetes, Iván Redondo y Miguel Ángel Rodríguez. Echaron mano de los equipos de protocolo y prepararon con tiento la 'cumbre de las banderas'. Sánchez entrando solemnemente en Sol, Ayuso recibiéndole en la puerta, firma en el libro oficial, las sillas, las 24 insignias de fondo... Todo estaba pactado. También el comunicado: creación de un Grupo Covid conjunto, con dos unidades de apoyo, que serviría de "espacio de cooperación". La urgencia de poner medidas encima de la mesa llevó a ambos gobiernos, incluso, a convocar la primera reunión esa misma tarde.  

Pero ese primer Grupo Covid, celebrado el pasado día 21, evidenció que ambos gobiernos se encontraban muy alejados. A un lado de la mesa, los ministros de Sanidad y Política Territorial, Salvador Illa y Carolina Darias; al otro, el vicepresidente Ignacio Aguado y el consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero. En esa cita, según fuentes conocedoras de su contenido, ya se evidenciaron fuertes discrepancias entre los representantes estatales y autonómicos sobre las soluciones que había que aplicar en Madrid y los tiempos. Illa y Darias pintaron un panorama complejo en la capital mientras que Aguado y Escudero mostraron más cautela y apuntaron que la situación sanitaria estaba tendiendo a estabilizarse. 

El Gobierno central, en definitiva, quería ir más lejos con las restricciones y el de Madrid no. Fueron horas de gran tensión, en público y en privado. El entendimiento estalló por los aires y comenzó un nuevo tira y afloja, esta vez con acusaciones cruzadas en comparecencias contraprogramadas. Han sido más de una decena de ruedas de prensa alternas de uno y otro ejecutivo.

El Gobierno transmitía que Madrid se iba a semiconfinar

El viernes, a última hora de la tarde, fuentes del Gobierno central ya transmitían que Madrid se iba a semiconfinar. Sí o sí, la decisión estaba tomada. Fuentes del Ejecutivo hablaban ya entonces de "importantes restricciones" a la movilidad. La duda, transmitían en ese momento, no era el qué, sino el cuándo. "No es suficiente con estabilizar la situación, hay que doblegar la curva", avisaban. Sol, por su parte, continuaba mandando el mensaje de una previsible "estabilización" de la situación sanitaria. 

El siguiente paso se dio este pasado lunes. Tras llamadas entre gabinetes ante la escalada de tensión, ministro de Sanidad y consejero acordaron reunirse de nuevo, en una cita no prevista, para darse una última oportunidad. Era la cita decisiva. El acuerdo se resistió pero sí llegó al día siguiente, en el cónclave ordinario del Grupo Covid. 'Fumata blanca', celebraron ambas partes. Pero, en realidad, lo pactado ese día era un 'traje a medida' para semiconfinar Madrid. Se fijaron una serie de criterios para los municipios por encima de los 100.000 habitantes en toda España, como pedía Ayuso, y se decidió que esas normas serían impuestas por el Gobierno central. A saber, más de 500 positivos por cada 100.000 habitantes durante los últimos 14 días, un índice de positividad superior al 10% y una ocupación de UCI superior al 35%. Y ¿qué gran ciudad cumple en este momento esos criterios? Madrid. Victoria conseguida, proclamaron en Sanidad.

La aplicación efectiva de estos criterios en la Comunidad de Madrid quedó entonces a expensas de que se aprobaran en la reunión del Consejo Interterritorial de Salud Pública del día siguiente. Y ahí Moncloa llegó con una mayoría de 'síes' aportados por las autonomías socialistas y País Vasco. Incluso se sumó Castilla y León, gobernada por el PP, y Murcia se abstuvo. Acuerdo, por tanto, aprobado por mayoría, aunque no por "consenso", una palabra clave para Madrid. Fuentes del Gobierno de Ayuso exponían esa misma noche, tras el Consejo, que "consenso" significa "voto favorable de todos los miembros" y que, por tanto, ese acuerdo no tenía "validez jurídica". Pero Moncloa se guardaba el as en la manga que había conseguido más de un mes antes, el 27 de agosto.

Ese informe de la Abogacía del Estado, firmado por la prestigiosa Clotilde de la Higuera, establece que lo aprobado en la cita con todas las comunidades autónomas es "de obligado cumplimiento" para todas aunque hayan votado en contra. La clave de bóveda estaba en la Ley de Régimen Jurídico del Sector Público (LRJSP), una norma que deroga lo dispuesto en el reglamento del Consejo Interterritorial de Salud y, por tanto, acaba con ese término "consenso". Así se puso fin a cuarenta días de tensión y al cierre de Madrid.

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