Un Gobierno con dos bloques

Seis duelos entre Iglesias y Calviño por la pandemia: de la renta básica al cerrojazo

Calviño e Iglesias
Calviño e Iglesias
Calviño e Iglesias
Los seis duelos entre Iglesias y Calviño en Moncloa: de la renta mínima al cerrojazo / LI

"No vamos con el piloto automático. Hay que debatir diferentes opciones, y todo el mundo sabe lo que piensa cada uno, pero las deliberaciones del consejo de ministros son secretas y una vez deliberado somos una piña y las decisiones son de todo el Gobierno". Esta declaración de Pablo Iglesias define a la perfección qué es lo que lleva ocurriendo en principal órgano de decisiones del Ejecutivo a lo largo del último mes. Desde que Pedro Sánchez decretara el estado de alarma, Pablo Iglesias y Nadia Calviño han mantenido hasta seis posicionamientos diferentes. Algunos hablan de "tensión" y otros lo definen como "algo normal". Lo cierto es que la crisis del coronavirus ha sacado aún más a la luz las dos almas que conviven cada martes en Moncloa. Son dos formas diferentes de entender la política y, especialmente, la economía.

Todos los Gobiernos han tenido estas divisiones: Cristóbal Montoro y Luis de Guindos, Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, Miguel Sebastián y Pedro Solbes... Es habitual que el presidente se vea rodeado de perfiles que darían solución a los problemas de una forma muy diferente. En este momento esa distancia entre el vicepresidente segundo y la tercera es aún más evidente ya que el consejo de ministros se está viendo obligado a aprobar decisiones históricas, como el ingreso mínimo vital o moratorias fiscales, prácticamente sobre la marcha. Sin previsión, algunas veces sin calcular su coste y obligando a Sánchez a decantarse por uno de los dos bandos en disputa. Diferentes fuentes del Gobierno han reconstruido para La Información la media docena de duelos protagonizados por los dos bancds de conviven semanalmente en el consejo de ministros. 

La última batalla y quizá la más importante, al menos para Unidas Podemos, ha sido la de la renta mínima. Pablo Iglesias la puso sobre la mesa al inicio del estado de alarma y fue realizando, junto a su equipo, un trabajo 'sotovocce' sin descanso. En este sentido cabe destacar la labor de Nacho Álvarez, secretario de Estado de Asuntos Sociales, confeccionando un proyecto concreto y urgente. Y es que la renta básica es un proyecto clave en el programa de Podemos. En el otro lado del Gobierno se situaron Nadia Calviño y María Jesús Montero, las dos responsables de la política económica, que defendían unas posturas más ortodoxas en cuanto a compromisos de gasto. Fuentes del entorno de la vicepresidenta matizan que no se opuso a una renta mínima urgente sino que lo que defendía era un proyecto armado y sustentado en los trabajos que estaba realizando José Luis Escrivá en Seguridad Social.

En el consejo de ministros del pasado martes se debatió sobre la renta mínima. Escrivá explicó que seguía trabajando en un proyecto que podría ver la luz para, como pronto, julio. No descartaba septiembre. Demasiado tarde para Iglesias. En ese momento Sánchez cortó el intercambio y "emplazó" a su vicepresidente segundo a hablar por la tarde de la medida. A solas, en privado, por teléfono y sin Calviño. Iglesias le planteó la urgencia de las familias que no podían pagar el alquiler o los recibos de los suministros básicos. Dialogaron más que como presidente y vicepresidente, como líderes de los dos partidos que conforman el Gobierno de coalición. Sánchez explicó a Iglesias lo que iban a hacer: aprobar el ingreso mínimo vital en mayo y hacerlo permanente. Luego Moncloa trasladó a Escrivá que debía acelerar los trámites de su proyecto, afinar cuantías y beneficiarios. E Iván Redondo se encargó de decidir cómo comunicarlo: a través de un mensaje de la Secretaría de Estado de Comunicación al día siguiente.

Las discrepancia por el cerrojazo a la economía

Antes de la renta mínima se libró la batalla del cerrojazo de la actividad económica. En esta ocasión la disparidad de criterios fue doble: primero por decretar la hibernación y después por levantar la decisión en cuestión de ocho días. Por partes: el sábado 28 de marzo el Gobierno de Sánchez se dividía entre presiones de quienes defendían un confinamiento casi total (Pablo Iglesias) y quienes estaban pensando en los daños para el PIB que podía suponer parar la construcción o algunas industrias (Nadia Calviño). Al final el presidente tomó la decisión de paralizar todo ante los datos que le llegaron desde Sanidad. Sobre la mesa, más de 800 fallecidos en ese momento. No había más remedio que endurecer el confinamiento.

El cerrojazo a la actividad económica, en forma de permiso retribuido recuperable, duró en realidad una semana y media, si se descuentan los festivos de Semana Santa. La decisión de no prorrogarlo también volvió a evidenciar la división entre Iglesias y Calviño. Fue la primera vez que el vicepresidente segundo mostró su malestar en público. Lo hizo en forma de tuit: "El presidente de la patronal dijo: ya perdemos 100.000 millones al mes... La secretaria del sindicato respondió: Hace 40 años que soy sindicalista y no he pedido nunca el cierre de ninguna fábrica pero ahora está en riesgo la vida de las personas". No pudo hacer nada porque la decisión ya se había tomado en Moncloa.

Diferencias por la moratoria de hipotecas y alquileres

Antes de cerrar la economía, Iglesias también libró dos pulsos nada amables con Calviño en marzo. Primero por la moratoria de las hipotecas y, más tarde, por la de los alquileres. En ambos consejos de ministros la división fue por lo mismo. Unidas Podemos reclamaba decisiones ambiciosas, especialmente duras con bancos y 'fondos buitre'. Y la vicepresidenta económica, por su parte, solicitaba medidas con seguridad jurídica. Finalmente, tanto en la suspensión de alquileres como de hipotecas la postura de Sánchez fue salomónica, rebajando notablemente las expectativas iniciales que planteaban los ministros morados.

El primer cónclave de la discordia: el del estado de alarma

Para comprender toda la división que existe en el seno del consejo de ministros hay que remontarse al cónclave del sábado 14 de marzo. Ese día empezó todo, se podría decir. Sánchez decretó el estado de alarma y lo hizo en una reunión de siete horas que se alargó por los asuntos económicos y las diferencias entre Iglesias y Calviño. El líder de Unidas Podemos peleó en esa cita duro, muy duro, por que el Gobierno fuera más contundente a la hora de aprobar medidas urgentes para algunos colectivos. El líder morado razonó ante sus compañeros que miles de trabajadores estaban sufriendo ya en ese momento las consecuencias inmediatas de la crisis y que debían dar respuesta a esa situación crítica.

Cuentan distintas fuentes que el debate en ese consejo de ministros fue prácticamente un cara a cara entre Calviño e Iglesias. Y también que el presidente terció para hacer ver a su vicepresidente segundo que en ese cónclave se iban a aprobar únicamente medidas restrictivas de movimientos. Iglesias tuvo que esperar a la reunión del martes siguiente para aprobar novedades como la flexibilización de los ERTE.

La relación entre Sánchez e Iglesias está engrasada

Son seis batallas ya libradas y alguna más que está por venir. Una de ellas es el 'impuesto coronavirus' o 'tasa Covid' dirigida a los patrimonios más altos. Es una figura fiscal temporal que se está planteando en el seno del consejo de ministros de cara a la aprobación de los futuros Presupuestos de reconstrucción de los que ya ha hablado Pedro Sánchez y a medidas adicionales que se van a tener que poner en marcha para incrementar los ingresos. Y son, una vez más, los ministros de Unidas Podemos, liderados por el vicepresidente segundo, quienes ya han puesto sobre la mesa esta posibilidad de cara a conseguir recuperar una parte de la recaudación que va a perder el Estado por esta crisis.

Estas polémicas son solo un ejemplo de cómo está siendo el reparto de poder en el consejo de ministros. Pese a todo, la salud del primer Gobierno de coalición de la democracia no peligra. Y es que la relación entre Sánchez e Iglesias se encuentra engrasada, como lo está entre los segundos niveles. De hecho, el presidente ha decidido incorporar a su vicepresidente al comité de seguimiento de la crisis y, por tanto, participará en el plan de desescalada. También Iván Redondo, el fontanero de Moncloa, mantiene una relación fluida con sus socios. Es decir, que la Mesa de Reconstrucción Económica y Social no la plantea Sánchez en solitario, la propone con Iglesias de la mano.

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