Cs y PP luchan por ser los reyes contra la corrupción, pero ¿es solo cosmética?

  • Falta de rendición de cuentas y de meritocracia, exceso de legislación que no se cumple y el clientelismo en la Administración siguen siendo lacras.
Rajoy y Rivera comienzan su reunión en un ambiente distendido
Rajoy y Rivera comienzan su reunión en un ambiente distendido
EUROPA PRESS

Mariano Rajoy presume de forma insistente de que, pese a la situación de su partido, no hay otro Gobierno en la democracia que haya puesto en marcha más medidas anticorrupción que el suyo. "Es cosa del pasado", es el eslogan recurrente en el Congreso cuando se le echa en cara que su partido ha sido calificado en sumarios incluso como una "organización criminal".

Cs, que apoya al Gobierno y que ha sido criticado por el varapalo a sus cuentas por parte del Tribunal de Cuentas, lucha ahora por desmarcarse de esa lacra y ha llevado al Congreso una proposición de ley de lucha contra la corrupción. Y el 9 de marzo entrará en vigor la nueva ley de contratos públicos, uno de los puntos débiles de una Administración en la que los 3% no paran de salir a la palestra. 

En esta tesitura, el Informe Anual de 2017 de Transparencia Internacional sobre Percepción de la Corrupción nos sitúa en el puesto 42 del ránking, de un total de 196 países, con una calificación de aprobado poco más que raso (5,7). Nos superan países como Dominicana, Chipre, Letonia, Lituania, Polonia y ¡Botswana! Siempre nos

queda el (mal) consuelo de que Italia (número 54) y Grecia (número 59) salen peor.

Rafael Jiménez Asensio, consultor de Instituciones Públicas y Doctor en Derecho por la Universidad del País Vasco, ha publicado recientemente el libro 'Cómo prevenir la corrupción, integridad y transparencia' (editorial Catarata) para dar un poco de luz en un país en el que "la percepción de la corrupción que tiene la población es mayor que la que existe realmente", aunque suene de locos decirlo ahora. La razón es que la opinión pública ve desfilar por los tribunales de justicia a antiguos ministros, ex presidentes de comunidades autónomas, consejeros, altos cargos, alcaldes, concejales, etc., "algo sencillamente letal para la reputación de las instituciones". Aun así el mal está ahí y los remedios son cosmética.

Lina Gálvez, catedrática de Historia e Instituciones Económicas de la UPO considera que en el tema de la contratación pública que ahora los políticos quieren corregir, "la moral del empresario llega hasta donde llegan las reglas del juego. No considero que lleven la corrupción en el ADN, de hecho, fuera son competitivos. Pero es que aquí muchas leyes no se cumplen". La sociedad debe mirarse en el espejo. "La tolerancia respecto al todo vale ha sido demasiado alta". Eso, sumado a una "cultura de falta de rendición de cuentas es letal. Lo único bueno de este torrente de casos es que "la sociedad ya no puede más con la corrupción", coinciden los expertos.

La crítica es compartida. En España sobra burocracia coercitiva para evitar el fraude y falta una cultura de confianza. "En otros países no te piden los mismos papeles una y otra vez como aquí; ahora, cuando engañas puedes decir adiós a optar a un servicio público. Para siempre", destaca Gálvez, que sabe lo que es trabajar en la cultura anglosajona. 

Xavier Coller, catedrático de sociología, no cree que en España la mordida esté institucionalizada, pero sí que hay una connivencia entre licitantes como licitados y un clientelismo propio de los países mediterráneos, una corrupción de baja intensidad que genera redes que luego salen a la luz. 

Los políticos, mientras, anuncian medidas, pero la clave parece estar en la prevención, la transparencia, y en acabar con los nombramientos políticos para "cargos de confianza que deberían ejercer funcionarios, aunque para ello a lo público deberían dedicarse los mejores y eso cuesta dinero", señala Coller.  

Una verdadera meritocracia, consideran los expertos, "erradicaría favores y fomentaría unas instituciones de vigilancia independientes, algo imposible si sus miembros son nombradas por los políticos". Jiménez Asensio reincide en que la Administración Pública debería buscar siempre a los mejores, reclamar y retener la excelencia. "Algo imposible con las oposiciones de hoy en día y que está apartando al talento joven de la Administración donde mucho mérito hoy es la suma de años", insiste. Apunta este también a otro factor, el haber "construido una función pública anoréxica en valores y bulímica en derechos. Los sindicatos del sector público tienen también su cuota de responsabilidad". Se evitarían así, considera Gálvez, los bochornosos "es que yo no sabía de esto" que se escuchan en los tribunales. "Oiga y usted ¿cómo llegó ahí, que filtros pasó, cuáles son sus méritos, quién es el responsable?". 

Seguir con la cultura del "y tu más", tan política, no solucionará nada, pero sí poner el foco en la "contratación pública y la financiación de los partidos, que se alimentan porque la relación entre el ladrillo y la corrupción es clara", destaca Asensio.

Es cierto. En un mapa de España de la corrupción las zonas menos señaladas serían las Comunidades Autónomas del norte de España (tales como País Vasco, Navarra, La Rioja o Aragón, también en cierta medida Asturias) y del centro (como Castilla y León, especialmente, o, en menor medida Castilla La-Mancha y Extremadura). Añade Gálvez otro punto, "el hecho de que grandes empresas capturen al Estado para que gobierne según sus intereses, o acudir a contratos a la baja para luego sacar el precio en sobrecostes que pagamos todos".

no todo es culpa de los políticos

El enchufismo, esa lacra que afecta no solo a la política

Como explica Rafael Jiménez Asensio aún quedan muchos rescoldos en España de la cultura de los cesantes. Primero bajo la fórmula del caciquismo, luego transformada en clientelismo con la aparición de los partidos de masas. Y eso sigue.
"Hay muchas personas que, si pueden, acuden a la vía del “enchufe” o de las “recomendaciones” (también en el acceso a cuerpos de élites o cuerpos docentes universitarios) para superar mejor un proceso selectivo. Siempre ayuda “tener alguien conocido” en el tribunal de oposiciones o “llegar” a alguno de sus miembros. También en el sector privado en España la primera vía de acceso al empleo es la recomendación o el conocimiento previo de la persona que se contrata o de su familia. Y eso de “recomendar” lo hace prácticamente todo el mundo  hasta los cargos institucionales". Es un caldo de cultivo que no somos capaces de erradicar.

Hay un problema pese a tanta norma. La densidad de controles institucionales es mayor que los existentes en cualquier sistema democrática avanzado, pero no funcionan. "El político español huye del experto independiente de verdad". Los expertos consideran que el liderazgo político y el fomento de la integridad en el Sector Público (un ejemplo es el Informe Nolan de 1995 en el Reino Unido, sobre normas de

conducta en las Instituciones Públicas), deben ir de la mano de la ley. Y no lo ven. El BOE solo no sirve. "Al igual que las empresas cuidan como nunca sus marcas, el comportamiento de los gobernantes es un elemento clave para la estabilidad institucional y la confianza de la ciudadanía en tales estructuras de gobierno".

La confianza pública es “una institución invisible”, cuesta mucho construirla, pero se puede destruir en pocos minutos. Y luego reconstruirla es un trabajo hercúleo, considera Asensio. Ese es el que nuestros políticos deben hacer ahora, pero no para apuntarse medallas y de forma cosmética. Al menos los expertos son optimistas. "Erradicar la corrupción de forma total es imposible, pero si se empieza a instalar la sensación de 'el que la hace la paga' y se inocula la cultura de la integridad, se puede ganar esta batalla".

no envidiar al pillo ni votar con la nariz tapada

Las urnas son la mejor receta para la mala política

La mala política solo entiende el lenguaje de las urnas. Mientras haya infinidad de electores que voten “tapándose la nariz” o prefiriendo a “corruptos que son los suyos”, poco o nada se habrá avanzado, destaca Rafael Jiménez Asensio autor de 'Cómo prevenir la corrupción, integridad y transparencia' (editorial Catarata). Y no solo eso. El “pillo”, el “pícaro”, aquel que se enriquece en la vida pública "sigue gozando de buena imagen entre parte de la sociedad española, hay
muchos que les envidian",  y eso fomenta la imitación. "Un problema de cultura
o de falta de ella, aquí se habla mucho y se lee poco".

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