Cuando el cine está prohibido

  • Aún existe un país en el que el cine, tal y como lo conocemos, no está permitido: Arabia Saudita. En los últimos años se estaban produciendo signos de apertura y los cineastas del país empezaban a despuntar, pero era sólo una ilusión. A pesar de todo, ellos no se rinden.
Caryle Murphy | Global Post para lainformacion.com
Caryle Murphy | Global Post para lainformacion.com

(Yida, Arabia Saudita.) Durante seis meses, Mamdouh Salem, un amante del cine, dedicó todo su tiempo a lo que cariñosamente llama "su niño". Consiguió patrocinadores, negoció publicidad, reservó habitaciones de hotel, organizó talleres y envió invitaciones a decenas de jóvenes cineastas, directores y seguidores para el IV Festival de Cine de Yida.

Sin embargo, en la víspera del evento, mientras Salem revisaba los últimos detalles y hacía las pruebas de sonido, recibió una llamada urgente de un funcionario municipal con un mensaje que le dejó con el corazón en un puño: El ministerio del Interior exigía que se cancelara el festival.

"Me quedé estupefacto y me senté en silencio", explica Salem, de 33 años. Salem pasó gran parte de la noche y la mañana del día siguiente al teléfono. "Tenía que avisar a todo el mundo", recuerda. "Algunos ya estaban en el hotel en Yida y otros estaban cogiendo el avión en el aeropuerto".

La abrupta suspensión del festival el verano pasado subraya los límites, más bien arbitrarios, contra la creciente libertad social de la que han disfrutado los saudíes en los últimos años. Y muy especialmente cuando se trata de uno de los aspectos culturales más sensibles: el cine.


El cine comercial está prohibidopor el islam más estricto

Éste es el único país del mundo en que están prohibidos los cines comerciales, una prohibición que tiene su origen en una versión más estricta del islamismo, influida por el poderoso los dirigentes religiosos. Ellos y sus seguidores consideran los filmes como "algo del demonio", porque distraen a la gente de la religión y fomentan "la corrupción", lo que se traduce en costumbres poco islámicas como el beber alcohol, tomar drogas o interactuar libremente con el sexo opuesto.

Al igual que la prohibición que impide a las mujeres conducir, los cines se han convertido en el nuevo objetivo de los líderes religiosos y sus poderosos aliados en el gobierno. No se pueden permitir.

Los cineastas saudíes no se rinden

Pese a la hostilidad, ha cobrado fuerza un movimiento cinematográfico local [en Yida] que se alimenta de cinéfilos como Abdulamusin al Mutairi, de 29 años, que ya ha realizado tres cortometrajes. Uno de ellos es "Dream" (Sueño), que explica las tribulaciones de una mujer cristiana extranjera que trabaja en Arabia Saudita. Escogió el tema "porque hablamos de todo excepto de la gente que tiene una religión diferente de la nuestra", explica. "Viven aquí y a nadie le importa su historia".

Al Mutairi lleva el cabello largo hacia atrás y durante el día trabaja en un hospital. Una vez fue hasta Nueva Zelanda para asistir a un festival de cine. Su director favorito es Quentin Tarantino.

En el año 2000, Salem y sus amigos empezaron a hablar de cine y a poner en Internet sus comentarios cinematográficos. Después empezaron con críticas de cine en la prensa local. En el 2006, la escena de Yida recibió un enorme espaldarazo gracias a la directora saudí Haifaa Al Mansour, que recibió los elogios de la crítica internacional por "Women Without Shadows" (Mujeres Sin Sombras), una película que examinaba la razón por la que tantas mujeres saudíes llevan el velo.


Forzados a la formación autodidacta

Salem explica que después de los premios de Mansour, "algunos jóvenes comenzaron a pensar 'yo también puedo hacer un cortometraje'. Y desde entonces, cada año hay más directores saudíes". Al Mutairi era uno de ellos. Junto a sus amigos, que prefieren los tejanos en lugar de la tradicional túnica blanca, comenzaron a hacer cortos "con una cámara de vídeo casera".

También formaron un club para apoyar sus proyectos. Lo llaman "Talashi" y su lugar de reunión es un apartamento vacío donde guardan equipos y realizan sus sesiones de lluvias de ideas. Como no hay escuelas o institutos de cine, sus primeros proyectos eran básicamente de prueba y error, con ideas sacadas de Internet.

"No tenemos nadie que nos guíe", afirma Hana Al Omair. "Lo hacemos como pensamos que debería ser y después nos damos cuenta de que una vez que está hecho, no es el camino correcto, pero no podemos hacer nada".Omair acaba de completar "Más allá de las palabras", un documental de 52 minutos sobre lo que sucede cuando dos grupos de músicos –argentinos y saudíes- sólo pueden comunicarse a través de la música.

Al igual que "Dream" de Al Mutairi, los temas sensibles son recurrentes en los filmes saudíes. Algunos de ellos abordan el abuso a menores, las escasas opciones a la hora de buscar pareja para casarse y el conformismo de la sociedad saudí.

El mayor obstáculo de los cineastas es encontrar un lugar para mostrar sus obras. Normalmente, la plataforma es un festival de cine en algún país vecino del golfo. "Los festivales son un gran escaparate para la nueva y joven generación de Arabia Saudí, que necesita películas, en especial con temas sociales", afirma Salem, que cuenta con su propia productora y ya ha realizado tres cortos.

La monarquía acepta el cine, pero la jerarquía islámica es más fuerte

De los 106 filmes que se iban a presentar en el festival anulado este año, 48 eran de saudíes. La embrionaria actividad cinematográfica del país se debe en gran parte al ambiente más abierto que ha caracterizado al gobierno del rey Abdulá bin Abdul Aziz.

En mayo de 2008, el entonces ministro de Información, Eyad Madani, asistió a la inauguración de una muestra de películas, en la ciudad de Dammam, al este del país. Allí se presentaron unos 50 filmes hechos en Arabia Saudita. Más de 600 hombres llenaron el auditorio principal; las mujeres estaban en un área separada. La presencia de Madani contenía un mensaje inequívoco: mostrar películas en público es aceptable.

El príncipe Al Waleed bin Talal también se comprometió con el enfoque más relajado del rey Abdulá. Sobrino del rey y uno de los hombres más ricos del mundo, Al Waleed es famoso por sus ideas progresistas. Este año, emitió una declaración en la que afirmaba que "las películas y los cines llegarán inevitablemente" al reino. Fue como lanzar un desafío a los conservadores religiosos.

Entre los negocios de Al Waleed destaca el conglomerado de medios Rotana Audiovisual, que ha iniciado la producción de largometrajes comerciales. El primero de ellos fue "Keif al Hal?" ("¿Qué pasa?"), estrenado en 2006. Hace un año, Rotana organizó pases limitados de su segunda película, "Menahi" en Yida. Se realizaron dos veces al día durante ocho días. Las mujeres se ubicaban en la mezanina y los hombres en la planta baja. Se vendían palomitas de maíz. La empresa indicó que unas 25.000 personas habían visto la película; 9.000 de ellas eran mujeres.

Seis meses después, Rotana consiguió la autorización para exhibir "Menahi" en Riad, la conservadora capital del reino. Pero fue casi un pase encubierto: sólo hubo una función, prácticamente no hubo publicidad previa y sólo se admitió la entrada a los hombres.

Tanto en Yida como en Riad, hombres con largas barbas se presentaron en los pases para intentar convencer a los asistentes que lo que hacían estaba mal y explicaban los "peligros" del cine, según las informaciones de la prensa local. Los religiosos y sus seguidores también escribieron al rey quejándose: "El cine sigue siendo considerado como el demonio", decía una petición, según Gulf News. "Era inaceptable en esta tierra sagrada antes, ¿cómo puede ser entonces aceptable ahora que la gente cuestione cada vez más la obediencia de los mandatos de Dios y evitar aquello que Él prohíbe?"

¿Qué pasará ahora?

La cancelación del IV Festival de Cine obviamente ha sido una victoria para los conservadores, que son una fuerza importante del ministro del Interior, el príncipe Nayef bin Abdul Aziz. Salem dice que nunca le dieron una explicación por la cancelación y que no tuvo más opción que acatar la orden, pese a que contaba con todos los permisos oficiales, entre ellos, la autorización del gobernador local (progresista), el príncipe Khalid bin Faisal.

"La suspensión del evento es doblemente controvertida", añade Salem, "porque ya se habían realizado tres ediciones del festival. Los dos primeros fueron llamados "Espectáculos Visuales" para evitar llamar la atención". Salem estima que él y Rotana, el principal patrocinador económico del festival, perdieron unos 265.000 dólares con la cancelación. También lamenta que no se haya entregado el premio de 50.000 dólares, que los ganadores utilizan para financiar su próximo proyecto. ¿Y el año que viene? "Creo que haré el festival cada año en un país diferente. París, Londres, Dubai, Egipto. Pero en Arabia Saudí, ahora no puedo".

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