Casado y Abascal desgastan a Sánchez en un debate sin fondo que noquea a Rivera

Casado y Abascal desgastan a Sánchez en un debate sin fondo que noquea a Rivera
Casado y Abascal desgastan a Sánchez en un debate sin fondo que noquea a Rivera
EFE

Un debate a cinco plumbeo y en el que ha faltado más fondo y menos superficialidad. Es lo que ha dado de sí la contienda del 4-N. Dos horas y media de escasa discusión cruzada y con más monólogos que propuestas y contrapropuestas. El algunas ocasiones se ha parecido más a una concatenación de discursos que a una cita para desmontar al rival. La economía, Cataluña y el bloqueo político han sido los temas más manidos. Cada uno llevaba bien aprendida la lección y la ha puesto en práctica. El resultado se verá el próximo domingo.

Pedro Sánchez llevaba preparados varios ases en la manga. Se los había preparado en las últimas horas con Iván Redondo en Moncloa. Uno era el claro guiño a los mercados y a la UE, con el prometido ascenso de Nadia Calviño a la vicepresidencia económica. Con ello, además, apunta a una salida de su otra ministra económica, María Jesús Montero, como posible lideresa del PSOE de Andalucía. También propuso llevar al Código Penal los delitos de apología del fascismo, el franquismo y los totalitarismos, así como disolver la Fundación Francisco Franco. Y un ministerio para la lucha contra la despoblación y el reto demográfico. Y una Educación para la Ciudadanía bis. Y regular TV3 para acabar con el adoctrinamiento. Y otra reforma del Código Penal para volver a penalizar los referéndums ilegales... No le sirvieron de mucho porque esas promesas no calan.

A Sánchez se le vio hablar muy rápido, algo poco habitual en él, y leyó mucho. En ocasiones no levantó la vista de sus papeles para dirigirse al público. Pero tenía aprendida la lección de no entrar en el cuerpo a cuerpo con ninguno de sus rivales... salvo con uno: Pablo Iglesias. Al líder de Unidas Podemos le reprochó sus recetas para solucionar la crisis de Cataluña o su visión sobre la economía: "Discrepo rotundamente de la forma que tiene de entender al empresariado y la economía", le llegó a decir en un claro guiño a los grandes empresarios y a la CEOE. El Gobierno de coalición, por tanto, ni está ni se le espera.

Los cuatro rivales de Sánchez le habían preparado un recibimiento hostil. Y lo pusieron en práctica desde el principio. Pablo Casado estuvo mejor que en abril y pidió unir el voto en torno a sus siglas. Lanzó dos preguntas concretas al líder del PSOE y eso le valió para tomar la delantera: "¿Cuántas naciones hay en España?" Y: "¿Va a pactar usted con los independentistas?" La respuesta de Sánchez fue el silencio, que es precisamente lo que buscaban en Génova. En el terreno económico intentó hablar de la EPA o del enfriamiento de la economía, pero no pudo concretar ataques concretos. Hoy se conocerá el dato del paro de octubre y Génova tendrá más munición para los cuatro días de campaña que restan.

Albert Rivera tenía que arriesgar. Y lo hizo. Se llevó un adoquín, una larga lista de cesiones a Cataluña por parte de PP y PSOE, mapas y demás para atacar a diestro y siniestro. Sánchez no le entró en el cara a cara, pero Casado sí. Hubo hasta cuatro enfrentamientos entre dos líderes que comparten gobiernos en Madrid, Andalucía o Murcia, dejando claro que esa alianza es débil. El líder de Cs intentó bajar la mayoría de los temas al terreno, personalizando todo y hablando de su hija, de sus padres, de sus abuelos... Pero no pudo convencer como hace algo más de seis meses. En ocasiones su discurso se diluyó o fue a rebujo del de Casado o el de Vox.

Quien también arriesgó fue Santiago Abascal. Empleó un tono moderado en las formas, pero duro en el fondo. Su objetivo era separarse de PP y Cs y lo hizo. Se mostró contundente a la hora de hablar del gasto que supone Estado de las autonomías o de las subvenciones a la inmigración o de Cataluña. Puso voz a lo que muchos de sus votantes piden detener a Torra, suspender la autonomía e ilegalizar a los partidos independentistas. No engañó a nadie y se refirió al "golpe de Estado permanente" del Govern. "Esto es actuar con proporcionalidad", dijo. Discurso patriótico, en definitiva.

Pablo Iglesias, por su parte, intentó insistir en un Gobierno de coalición y con su habitual tono pausado de los debates habló de varias medidas que le alejan de los socialistas, como un impuesto a la banca o la intervención de los precios del alquiler. No citó a Amancio Ortega, Ana Botín, Juan Roig o Florentino Pérez, pero sí lanzó varios dardos al Ibex, como su propuesta de crear una banca pública o acabar con las puertas giratorias. Iglesias, lapsus aparte, no dejó pasar la oportunidad de arremeter contra la vicepresidenta 'in pectore' Calviño y recordar su defensa de la mochila austriaca. También citó la promesa descartada por Sánchez de publicar la lista de la amnistía fiscal.

Sánchez solo respondió a Iglesias en el enfrentamiento personal. Cuando los moderadores le ofrecían la posibilidad de replicar el presidente en funciones rehuyó de enfrentarse a Casado, Rivera y Abascal. Esa no era su guerra. Pero sufrió y llegaron a noquearle en varias ocasiones.

Un debate que se dejó en el tintero temas importantes

El de este lunes fue, en definitiva, un debate anodino, muy rígido, que no dejó espacio para construir. Ninguno de los líderes habló, por ejemplo, del Pacto de Toledo o de fórmulas para combatir el paro juvenil. Sí se refirieron a 1936, a los abuelos de los contendientes o a Venezuela, temas poco útiles para convencer a los indecisos. El minuto de oro más novedoso fue el de Iglesias, llevando la voz de un joven valenciano:

Cataluña, además, evidenció por qué un Gobierno de coalición de Sánchez con Iglesias se antoja una utopía para los socialistas. El presidente en funciones volvió a recordar las "profundas discrepancias" que le separan del líder morado, como la alusión a presos políticos o la apuesta por un referéndum. Tampoco queda despejada una posible gran coalición. O una abstención patriótica por parte de PP y de Cs para salvar el bloqueo. Mucho tienen que cambiar las posiciones si los cinco líderes quieren evitar unas terceras elecciones en primaver.

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