Divorcio e infancia: cómo comunicar la decisión a los hijos en cinco claves

  • Al año se producen más de 100.000 rupturas matrimoniales en España. De ellas, más de un 50% implican hijos de por medio. 
Tras un divorcio con custodia compartida, ¿pueden obligarme a compartir la casa con mi ex?
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“Para toda la vida” y “sí, quiero” son las dos grandes frases, sea en altares o en juzgados, que formalizan los matrimonios en España. Sin embargo, España tiene la segunda mayor tasa de rupturas matrimoniales de Europa. Un dato que además salpica a la progenie, ya que en más de la mitad de los divorcios hay hijos, ya sean menores o mayores de edad económicamente dependientes.

Son, de ese modo, las víctimas de la ruptura que no comprenden, por edad o desinformación. Una diatriba para la cual los padres deben estar preparados, siendo conscientes de que deben hacer partícipes a los niños de la ruptura de las relaciones de la forma menos traumática posible.

De ello hablamos con la psicóloga Marta López de Lerma Parada, especializada en terapias de familia e infantil (ADAIA Psicólogos), que nos cuenta cómo afrontar la situación y los comportamientos a evitar a la hora de comunicar la ruptura. Y a los que creen que es mejor seguir conviviendo por el bien de los hijos, aunque la relación no sea buena y exista una gran distancia emocional, les deja un mensaje: “En la mayoría de las ocasiones estas posturas son contraproducentes, porque perciben el tono emocional de los padres y su dinámica relacional, notando que algo no van bien entre ellos”, añade.

“Se generan así mensajes contradictorios en los que se les dice que todo es normal pero perciben que no es así”, puntualiza. “Además es importante reflexionar sobre el modelo relacional que se les transmite con una relación de pareja donde pude haber indiferencia, pocas demostraciones de afecto, incomunicación o violencia, ya sea activa, pasiva, física o verbal”, recalca.

Según López de Lerma, lo primero es estar seguros de la decisión y no comunicarla de forma impulsiva o unilateral. “El motivo es que la información es muy impactante y una posible ambigüedad por parte de los padres a la hora de transmitir la decisión les llena de incertidumbre”, asegura.

Ni buenos, ni malos

Sin embargo no conviene sobreinformar a los hijos de la decisión, ni sobre las razones de la separación. “En la medida de lo posible hay que evitar que los niños tomen partido”, insiste. “Es importante ponerse de acuerdo en lo que se va a contar y en cómo”, aclara la especialista en psicología de familia e infantil.

Lo que nos lleva a preparar una serie de respuestas clásicas ante dudas que los hijos puedan tener, como si la decisión es para siempre, si tienen que elegir con quién quedarse o quién puede tener la culpa. “Los padres suelen escoger fórmulas como ‘papá y mamá ya no se llevan bien’ o ‘ya no se quieren como novios’. Solemos eliminar las opciones de ‘discuten mucho’ porque se puede generar miedo al abandono”, concreta.

Ahí habría que buscar un momento de tranquilidad, con ambos padres comunicando la decisión y adaptada a la edad de los hijos, ya que si existen diferencias dispares la comprensión cambia. “Si estamos ante un adolescente y un menor, se puede explicar de forma más adaptada al pequeño y luego ampliar con el mayor”, comenta. Un paso mutuo que se debe dar es que no existe un perfil de buenos y malos. “Los hijos no deben tener acceso a una información de pareja que genere conflictos de lealtades, que pueden ocasionar dolor y estrés añadido”, declara. Un tercer factor relevante es que sepan que las causas de la separación son ajenas a ellos y no son responsables de lo que ha pasado. “Los niños deben entender que aunque los padres se separen, seguirán siendo sus padres, por evidente que parezca”, aclara. “Los niños pueden tener miedo al abandono si llegan a la conclusión de que un miembro de la pareja abandone al otro, quizá pueda abandonarle a él más adelante”, asegura.

Ofrecer certezas

Ante ello nos situamos en una posición en la que los niños deben tener las mayores certezas posibles para adecuarse a su nueva vida. “Dónde van a vivir, qué cosas van a cambiar, ya sea cotidianamente o a corto plazo, y cuáles no les ayudan a sobrellevar las dudas”, destaca la especialista.

También hay que dejarles espacio para que se expresen, compartan sus sentimientos y mostrarles apoyos, entendiendo que pueda haber enfado, tristeza o miedo en la nueva circunstancia. “Hay que hacerles ver que están disponibles para hablar y que lo estarán también aunque no les apetezca”, explica López de Lerma.

La reacción

La decisión puede generar diferentes estados de ánimo y comportamientos en los niños. Pueden trascender de la indiferencia al enfado, pasando por la angustia o un estado de shock, que además no siempre tienen una duración determinada. “Los hijos atravesarán un proceso de duelo en el que asumir la nueva realidad y necesitan su tiempo”, sostiene la experta. Un proceso que necesita de mucha empatía por parte de los padres pero sin ser cargantes. 

Lo que sí es cierto es que cuanto mayor desarrollo del lenguaje haya, más fácil será explicar cómo se sienten. Una información valiosa que se puede transmitir también a través de otros medios. “Poner en palabras o expresarse a través de la pintura, la música o el deporte servirá para que haya menos probabilidades de que aparezcan síntomas o respuestas a la situación”, aclara.

Cuidado con la sobreinformación

Según la experta, es posible que durante un tiempo se perciban variaciones comportamentales en los hijos. “Bajada del rendimiento académico, inseguridad, dificultad social o cambios emocionales, e incluso problemas conductuales son síntomas comunes”, resalta. Aunque suelen ser transitorios y los niños acaban adaptándose a los cambios pero es conveniente acudir a un profesional para que supervise los cambios y que se produzca ese reajuste cotidiano, a través de la comprensión, o en el caso de tratar el tema si fuera necesario.

Impotencia y culpa son además dos sentimientos recurrentes en las primeras fases de la ruptura, pasando por una etapa de negación en la que los niños creen que la situación se puede solucionar de forma casi instantánea. Para mitigar estos efectos, la experta aconseja alejar a los niños del foco del problema. “Muchos padres desde la creencia de querer ser sinceros exponen a una información cuantitativa y cualitativamente inadecuada”, considera. “Se puede ser sincero sin dar toda la información. Hay información relevante que, lejos de tranquilizar llenan de incertidumbres y que a veces piden los hijos”, sostiene. Saber quién se quedará con la custodia, qué pasa con la casa familiar, saber si hay terceras personas o cómo será la nueva organización es un exceso informativo contraproducente en la nueva situación.

De ella también se extrae otra lectura, de la que se debe exonerar al niño, que es la de la responsabilidad. “Es importante la colaboración entre los miembros, porque es fuente de cohesión, pero no es apropiado responsabilizarles de cosas que no se sucedían antes de la separación”, remarca. Frases como “como eres el hermano mayor vas a tener que ayudarme ahora que estoy solo” o “tenéis que portaros mejor porque papá/mamá está triste” no deben ser utilizadas porque generan sentimientos de culpa y de una responsabilidad desmedida que no corresponde a los menores.

¿Voy a tener un nuevo papá?

Prestar atención al comportamiento del hijo y de cómo está llevando la ruptura es la mejor forma de medir si puede estar listo para conocer a la nueva pareja de uno de sus progenitores. “Es importante esperar un tiempo prudencial antes de comunicarlo, así como asegurarse de que es una relación estable en la medida de lo posible”, mantiene López de Lerma.

Lo que siempre se debe dejar claro es que la nueva figura tiene que ver con la relación del progenitor y no tanto con la del hijo. No hablamos de un ‘nuevo papá’ o ‘una nueva mamá’, ni de una figura sustitutiva de ninguno de ellos. “Es esperable que a los hijos les cueste ver a esa nueva pareja como parte de su vida”, insiste. “Debemos comprender lo que conlleva para ellos sin exigirles lo que no les corresponde”, aclara. “Aún así, el rol parental lo debe cumplir el progenitor, aunque la nueva pareja ejerza una figura de respeto o apoyo, pero diferenciada del perfil parental”, indica.

¿Papá y mamá se vuelven a querer?

Son muchos los casos en los que después de una disputa o una separación se produce una reconciliación. Una situación revertida que, a juicio de la especialista, “crea ambivalencia en la reacción del hijo, que se alegra porque los padres estén juntos pero se pueden angustiar por la incoherencia de las decisiones”.

Lo principal vuelve a ser tener claras certezas de la decisión y de mantener la cautela a la hora de confirmar la nueva situación. De nuevo se repite el patrón de tener ideas claras y no dejarse llevar por impulsos, que pueden generar aún más dudas en el menor, pudiendo dinamitar las ideas con las que se estaba familiarizando. “Siempre hay que comprender cualquier reacción por parte del niño, sin juzgarla o exigirle que lo asimile de inmediato, ya que necesitarán volver a procesar todo y aceptar lo ocurrido”, concluye Marta López de Lerma.

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