Ejecución de líder chiita en Arabia Saudita indigna a Irán y países vecinos

  • Arabia Saudita ejecutó el sábado a 47 personas por "terrorismo", entre ellas al líder religioso chiita opositor Nimr Baqer al Nimr, lo que provocó indignación de esa comunidad religiosa en países vecinos e incluso amenazas de Irán.

Las protestas más enérgicas vinieron de Teherán, potencia chiita que advirtió a la sunita Arabia Saudita que pagaría "un alto precio" por la ejecución de Nimr.

Aunque hubo llamados a manifestarse en Irán el domingo, manifestantes lanzaron ya el sábado por la noche cócteles Molotov contra la embajada saudita en Teherán, incendiando una parte del edificio.

La cancillería saudita había convocado horas antes al embajador de Irán para protestar contra las "declaraciones agresivas" de Teherán, al estimar que representaban "una flagrante injerencia en los asuntos del reino".

Poco después, Riad calificó a Irán de país "sin vergüenza" por apuntar la cuestión de los derechos humanos, cuando Teherán lleva a cabo ejecuciones "sin un marco legal claro".

"El régimen iraní es el último en poder acusar a otros de apoyar al terrorismo, en tanto él mismo lo hace", añadió la cancillería saudita.

Los condenados -45 saudíes, un egipcio y un chadiano-, juzgados por diferentes motivos, fueron decapitados con un sable o fusilados en doce ciudades de Arabia Saudita. La mayoría eran yihadistas de Al Qaida.

Tras la ejecución de Nimr, algunos cientos de hombres y mujeres se manifestaron en la ciudad saudita de Qatif (este), de mayoría chiita, portando retratos del dignatario.

Washington expresó su preocupación por que estas "tensiones" confesionales en Arabia Saudita no se exacerben "en momentos en que urge calmarlas", instando a su vez a Riad a "permitir que la oposición se exprese pacíficamente".

Nimr al Baqer Nimr, de 56 años, crítico feroz de la dinastía Al Saud, fue el líder de un movimiento de protesta que estalló en 2011 en el este del país, donde vive la mayor parte de la minoría chiita, una comunidad que se siente marginada.

Su ejecución "provocará la ira de los jóvenes" chiitas en Arabia Saudita, alertó su hermano Mohamed al Nimr en una entrevista con la AFP. "Habrá reacciones negativas en el interior del reino y en el extranjero, pero esperamos que sean pacíficas".

Un tribunal de Riad especializado en casos de terrorismo condenó a Nimr a muerte en octubre de 2014 por "sedición", "desobediencia al soberano" y "tenencia de armas". Amnistía Internacional denunció un "proceso injusto".

Su detención en julio de 2012 generó violentas manifestaciones.

Para Philip Luther, director de Amnistía Internacional para Oriente Medio, su ejecución sugiere que Riad utiliza las ejecuciones "para zanjar cuentas políticas (...) bajo la cubierta de lucha contra el terrorismo".

La jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, estimó que "este caso tiene el potencial de encender un poco más las tensiones sectarias que ya generan muchos daños en la región".

En Bahréin, la policía utilizó gases lacrimógenos para dispersar a manifestantes chiitas.

En Irak, cuyo primer ministro Haider al Abadi calificó la ejecución de "gran 'shock'" con eventuales efectos desestabilizadores, cientos de personas se manifestaron en la ciudad santa chiita de Kerbala.

Y un dirigente del gobernante partido chiita Dawa urgió al cierre de la embajada saudita recientemente abierta en Bagdad o a la ejecución de los "terroristas" sauditas encarcelados en el país.

En Yemen, donde Riad dirige una coalición militar contra los rebeldes chiitas, la asociación de teólogos vinculados a la rebelión condenó la ejecución y advirtió de una "aplastante revolución".

El movimiento chiita libanés Hezbolá denunció, por su parte, "un crimen odioso perpetrado sobre la base de falsas acusaciones".

Entre las personas ejecutadas el sábado se encuentran también yihadistas sunitas condenados por su implicación en atentados en 2003 y 2004, reivindicados por Al Qaida.

En 2011, las autoridades pusieron en marchas tribunales especiales para juzgar decenas de sauditas y de extranjeros acusados de participar en una oleada de atentados sangrientos de Al Qaida (más de 150 muertos) en el reino entre 2003 y 2006.

El actual príncipe heredero, Mohamed bin Nayef, que escapó de un atentado, supervisó la represión.

El 1 de diciembre, Al Qaida había amenazado con hacer "un derramamiento de sangre", si Riad decidía ejecutar a los yihadistas detenidos.

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