"El Estado español ha pagado por mi educación y sólo ha recibido migajas"

    • Borja, un madrileño de 28 años, emigró a Angola porque no encontraba un trabajo en su país.
    • "Por primera vez valoran mi formación y mis esfuerzos", dice este joven.
Borja, un madrileño de 28 años, trabaja en Luanda (Angola).
Borja, un madrileño de 28 años, trabaja en Luanda (Angola).
Beatriz Carrillo García

"Por primera vez en toda mi vida pienso que mi esfuerzo y mis estudios sirven para algo. Lo malo es que a veces pienso que el Estado español ha gastado mucho dinero en mi educación y que por el momento no ha recibido en contrapartida nada más que migajas, pero ellos sabrán". Así hablaBorja, un madrileño de 28 años licenciado en Biología y con un Máster en Biotecnología Agroforestal.Tras terminar la carrera de Biología, Borjaentró en un grupo de investigación de Fisiología Vegetal de la Universidad Complutensecon la idea de ser algún día profesor de la universidad o investigador para hacer un poco mejor nuestra sociedad. A la vez realizaba unmáster, que terminó con el mejor expediente."Estuve tres años trabajando gratis para la Universidad Complutense mientras intentaba compaginar mis estudios con 'trabajos basura' de lo más variopintos", explica Borja. Hasta que encontró un trabajo como profesor en un instituto que impartía cursos para gente desempleada, donde daba clase de Microbiología de los Alimentos. "Cobrando una miseria y sin poder ir casi a la universidad para continuar con el doctorado", asegura.En esta situación se encontraba cuando su compañero de química encontró trabajo en un laboratorio de Angola. Borja un poco bromeando, un poco en serio le dijo "y no necesitarán un microbiólogo, ¿no?".Así empezó su aventura. El día 24 de diciembre, asegura que nunca olvidará esa fecha, su amigo le llamó contándole que la empresa buscaba un microbiólogo. El sueldo era alto y la única condición era irse a vivir a Luanda (Angola). "Sin pensar más de 30 segundos respondí que dónde había que firmar", cuenta Borja.Durante la comida de navidad dio la noticia.Todos se quedaron estupefactos y su padre dijo "No, no te vas. Por mucho que te paguen no voy a permitir que te juegues la vida por unos cochinos euros". Después de razonar con él, cuando vio que ya no era su niño pequeño (tenía 26 años) al que podía imponer su voluntad, accedió.El20 de marzo de 2012 Borja llegaba a Luanda. Tras descifrar que el cartel que decía "Borges" era para él, se montó en el coche que le llevaría a su nueva casa. "Recuerdo que me causó mucha impresiónun hombre que estaba sentado en un neumático viejo y otro le estaba afeitando la cabeza en mitad de la calle. Para mí era un mundo completamente distinto. Lo primero que pensé fue 'amigo mío, quién te manda a ti meterte en estosfregaos, con lo a gusto que estabas tú en tu casita'", así cuenta Borja sus primeras horas en Luanda.Su casa era uno de los pisosconstruidos por los cubanos en los años 80 y se caían a pedazos. "No te digo más que el único día que llovió, se formó una catarata que dividía el salón por la mitad", explica Borja. Cuenta que durante los primeros meses su cuerpo necesitaba acostumbrarse, en todos los sentidos.Después de un mes de estar en Luanda llegó "la parte buena". Conoció a unos compañeros estupendos. Se mudaron a su casa actual, en un barrio portugués con sus calles asfaltadas. "Se partió la crisma" para conseguir unos estándares de calidad en el laboratorio. Ahora pueden ir a correr a la bahía de Luanda o a nadar a la piscina olímpica. Y ya pocas veces tiene diarrea.Asegura que el ser humano tiene la enorme capacidad de adaptarse a todo, pero esa idea no le entusiasma. "Aquí hay que tener en cuenta que la prioridad número uno no es vivir, es sobrevivir. Puede que parezca una exageración, pero es así.La tasa de mortalidad es muy elevada. Gran parte de la población no tiene acceso a una sanidad de calidad, y eso se nota en las personas. Además el contacto con las armas es diario. Salieron de la guerra hace menos de 12 años y por ejemplo todos los agentes de seguridad privada tienen AK-47, no una simple porra como en España", cuenta Borja. "Pero sin lugar a dudas lo peor que tiene esta ciudad es la contaminación, la suciedad y el polvo".A pesar de eso trabaja en un laboratorio haciendo lo que le gusta y cobrando un buen salario. Donde su opinión es muy valorada y respetada por los jefes. Donde se siente realizado. Donde aprende más de lo que enseña, no solo en el trabajo, sino en la vida en general. Donde conoce un nuevo idioma y una nueva cultura. Donde tiene a cargo a más de 60 personas. Donde cada dos meses le pagan un billete para volver a casa y recargar pilas.Cuenta que por ahora no volverá a España, porque tienen muchos proyectos interesantes en mente y quiere que se lleven a cabo.Aunque asegura que un frío domingo de Madrid debajo del edredón lo echa de menos.

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