El eterno debate en Israel de la exención del servicio militar para los ultraortodoxos

  • "No creemos en el Estado", afirma David Croise, un judío ultraortodoxo de Jerusalén que, como otros, no tiene que cumplir el servicio militar, una excepción que levanta ampollas en Israel.

El año pasado Croise fue detenido tras un altercado con un rabino que se personó en una sinagoga vestido con uniforme de soldado. Niega haberlo agredido pero reconoce que le gritó.

En Israel, el servicio militar es obligatorio a los 18 años para los judíos: tres años para los varones y dos para las mujeres.

Los ultraortodoxos que estudian en escuelas talmúdicas quedan exonerados tras solicitarlo en la oficina de alistamiento. Croise pasó una semana en la cárcel por negarse a realizar ese trámite.

"Les expliqué que somos judíos, que no creemos en el Estado, que no servimos en el ejército", dice Croise, vestido con un largo abrigo negro y un sombrero de ala ancha frente a su casa del barrio de Mea Shearim.

En 2014 se votó una ley para poner fin a este régimen de excepción, con sanciones penales, pero el parlamento la revisó en noviembre y prolongó la exención por seis años, avivando así un debate de décadas.

La enmienda parlamentaria es un resultado de las elecciones legislativas de marzo, que alumbraron una alianza entre el primer ministro, Benjamin Netanyahu, y los partidos ultraortodoxos para la formación de un gobierno débil.

La comunidad ultraortodoxa representa entre el 7 y el 10% de la población israelí y aumenta rápidamente.

Para algunos ultraortodoxos, no puede haber un Estado judío hasta la llegada del Mesías y por lo tanto no pueden servirlo. Para otros, el estudio de la Torá es tan importante para Israel como hacer el servicio militar. Y hay quien estima que los jóvenes de esta comunidad no deben exponerse al lenguaje de los cuarteles o a comportamientos que quebrantan sus prácticas religiosas.

Los partidarios de la incorporación de los ultraortodoxos aseguran que el servicio militar sería un medio de mejorar la integración social de esta comunidad, con un elevado índice de desempleo y en la que el 54% de las familias son consideradas pobres.

Pero la perspectiva de integración es precisamente lo que rechazan los ultraortodoxos. "Para ellos es una amenaza, quieren preservar su identidad", explica Mordechai Goldman, experto en esa comunidad.

Desde su creación en 1948, Israel se vio obligado a dirimir el tema del enrolamiento de los religiosos. El primer jefe del gobierno, David Ben Gourion, les concedió un tratamiento especial en el contexto de la época, explica Yedidia Stern, del grupo de reflexión Israel Democracy Institute.

Era justo después del Holocausto, "cuando la mayoría de los estudiantes de las escuelas talmúdicas había desaparecido, muchos rabinos habían muerto y el mundo de la Torá había sido destruido", añade. Según Stern, Ben Gurion lo concibió como algo temporal.

En aquel entonces, esta exención afectaba a 400 estudiantes. Hoy son decenas de miles y la cifra no para de subir porque suelen ser familias numerosas. Croise, por ejemplo, tiene 15 hermanos.

Para animar a los ultraortodoxos a alistarse, el ejército creó unidades especiales, que les permiten seguir estudiando los libros sagrados y limitar los contactos con las mujeres, como estipula la práctica literal del judaísmo.

En 2014, 1.972 ultraortodoxos se enrolaron en el ejército, según las fuerzas armadas.

Para algunos de estos soldados los permisos son un momento difícil. "Es duro regresar y ver que la gente con la que uno creció no quiere verte", afirma Ovadia Somech, de 22 años.

Él se siente "orgulloso" y volvió a casa en uniforme. "Para que la gente me vea", afirma.

Pero la oposición de algunos sigue siendo tajante. "Si quieren pueden matarme", suelta David Croise, para quien el servicio militar es "una rebelión contra Dios".

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