El gran Fraga fracasó por culpa del "pequeño" Fraga

  • El gran "Fraga fracasó por culpa del pequeño Fraga", de acuerdo con Fernando Jáuregui, autor del libro "Elogio a Fraga, de un antifraguista", que acaba de publicar esta semana.

Carmen Tabar

Madrid, 18 feb.- El gran "Fraga fracasó por culpa del pequeño Fraga", de acuerdo con Fernando Jáuregui, autor del libro "Elogio a Fraga, de un antifraguista", que acaba de publicar esta semana.

El periodista y escritor cántabro describe en su obra sus vivencias con ese "animal político más animal" -tal como le definió José María de Areilza- que fue Manuel Fraga, quien comenzó su andadura en la vida pública a los 27 años y la terminó el pasado mes de septiembre, apenas cuatro meses antes de su muerte, ocurrida el 15 de enero último.

Jaúregui cuenta cómo la gran frustración del político gallego fue no llegar a ser presidente del Gobierno, aunque sí logró estar al frente de su comunidad autónoma durante 15 años y ser algo muy difícil de conseguir: profeta en su tierra.

Fraga quiso continuar en política hasta el final (fue senador del PP por Galicia en la anterior legislatura) pero su hija Isabel, médico, lo impidió dada su avanzada edad (habría cumplido 90 años el próximo 23 de noviembre) y su estado de salud, porque habría resultado "patético".

Pero Fraga, tal como explicó Jáuregui a Efe en una entrevista, siguió manteniendo hasta el final contactos con políticos como su gran amigo José Luis Sanchís o Felipe González, entre otros, y periodistas, entre ellos el autor del libro, para satisfacer su enorme capacidad intelectual.

Jáuregui conoció muy de cerca a Fraga desde sus inicios como periodista y, además de seguir de cerca su carrera y sus campañas electorales, mantuvo distintas entrevistas con el él durante más de cinco horas.

Por eso conoce y así lo cuenta las luces y las sombras de ese gran estadista, al que pone a la altura de los mejores políticos que ha tenido España a lo largo de su historia, entre los que menciona a Maura o Romanones, porque "no ha habido nadie con tantas cualidades intelectuales".

Según Jáuregui, fue importante y bueno para España. El Fraga que encabezó la Xunta fue muy distinto del ministro de Franco -como responsable de Información y Turismo elaboró la Ley de Prensa que todavía sigue en vigor-, en Galicia "empezó a ejercer con templanza el poder y fue un presidente casi tan bueno como malo fue como responsable de Gobernación", matiza el autor.

Para dar cuenta de cómo era el político, el periodista recuerda la cita del escritor alemán Goethe de que la suerte de una persona "no está ni en el destino ni en las estrellas, sino en su carácter", y por eso concluye que Fraga era el peor enemigo de sí mismo.

En el libro aparecen muchos de los desaires con los que el político, sobre todo en sus primeros años, acostumbraba a obsequiar a los periodistas cuando alguna pregunta no le gustaba, lo que ocurría a menudo. Muchos personas achacan esa brusquedad a una gran timidez.

Pero también habla de su gran humanidad, de su inmensa capacidad de trabajo y de su exceso de generosidad, que le hizo creer en muchas ocasiones que era posible mezclar peras con manzanas, lo que le llevó a más de un batacazo político.

A Fraga el dinero no le interesó nunca y se aburrió una barbaridad cuando estuvo al frente de cervezas El Águila, uno de los pocos puestos que ocupó al margen de la política, destaca Jáuregui.

Tanto él, como su amigo y adversario político, José María de Areilza -que formaban junto a Adolfo Suárez la terna de la que el Rey eligió en 1976 a este último para encabezar el Gobierno- estaban convencidos de que uno de ellos sería nombrado por Don Juan Carlos, porque se consideraban muy superiores intelectualmente al líder de UCD.

El "antifraguista" Jáuregui añade que Fraga habría dado la opción a alguno de sus aliados para ser presidente de Gobierno, pero no pudo entender lo de Suárez, "no se dio cuenta de sus virtudes", puntualiza.

Si bien explica el periodista que la gran coalición de la derecha que llevó a cabo Fraga estuvo mal pensada y que, si hubiesen sido más disciplinados, habrían impedido que creciera la extrema derecha.

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