El guardia que llegó a Julen: "Te sientes impotente al ver que todo va fallando"

  • Nicolás Rando recuerda la desesperación al surgir problemas como al probar la cápsula para bajar por el túnel vertical que a 30 metros se quedó parada
Nicolás Rando
Nicolás Rando
EFE

Nicolás Rando, el guardia civil que rescató el cuerpo de Julen, el niño de 2 años muerto al caer a un profundo pozo en Totalán (Málaga), ha recordado la desesperación vivida al surgir problemas como al probar la cápsula para bajar por el túnel vertical perforado, que "a 30 metros o treinta y pico se quedó parada".

"Dices 'qué pasa, qué pasa; otro problema más'", relata "Nico" -experimentado en rescates de montaña- tras confeesar que -en sus 22 años de experiencia con cientos de actuaciones a sus espaldas- es la situación más complicada a la que se ha enfrentado.

"Te ves impotente al ver que pasan los días y las cosas que se están utilizando al final fallan, porque nunca se ha hecho una succión a tanta profundidad, nunca se ha hecho un pozo vertical con esas dimensiones a tanta profundidad, son cosas que se nos escapan", ha destacado y añade: "quieres hacer, pero tienes que esperar".

Acostumbrado a cuevas más estrechas que las circunstancias de este rescate, no lo define como claustrofóbico pero sí de "sensación diferente" al introducirse en un tubo dentro de un agujero practicado de forma artificial y no en una cavidad natural, al tiempo que recuerda el "olor que desprendía ese metal".

"Era una sensación rara: bajar por esa cabina, que no roce con el tubo de ventilación, el trabajo de los mineros picando con ese polvo", señala, al tiempo que admite poco después que la profesionalidad hace que esas circunstancias distintas se olviden.

No ha podido conversar con José Roselló y Victoria García, los padres de Julen, que han seguido en todo momento la evolución del rescate, pero les envía "un mensaje de apoyo: hemos estado al 200% y hemos dado todo como si fuera mi hijo el que estuviera allí".

Nico -malagueño de 44 años- cuenta que su propio hijo de 4 años -cada vez que lo veía salir de casa con el uniforme- le preguntaba "si iba a rescatar al niño del pozo" y él le respondía que ya lo iban a sacar; al final de todo le tuvo que explicar que lo habían sacado, "pero desgraciadamente se tenía que ir al cielo", dice a Efe.

Rando, al que se le suele ver sonriente, admite que cuando acabó "la presión de que ves esos padres que quieren a su hijo, que no descansan, que están todos los días allí, ese estrés, esas horas de cansancio, tantas horas sin dormir", echó "unas lágrimas".

"Una vez que se saca al pequeño, se entrega a la autoridad judicial; uno se sienta, reflexiona, se relaja. Pienso que es bueno echar unas lágrimas para quitar esa presión, ese estrés; yo lo hice y no me importa reconocerlo", ha señalado a Efe este agente que mantiene en su cabeza los momentos vividos.

Al encontrar a Julen sin vida, él y sus dos compañeros guardias que descendieron por el túnel tuvieron que efectuar una "inspección ocular escrupulosa", recogieron todos los detalles y efectuaron fotografías para que la Policía Judicial desarrolle una buena investigación.

Sobre la resistencia de la montaña a las intensas obras para acometer el rescate, este experto reflexiona que "la naturaleza manda y cuando dice hasta aquí es aquí, por mucho que nos empeñemos; la naturaleza y, en este caso, la montaña, la roca, ha marcado los tiempos del rescate".

Califica la convivencia en el núcleo duro del rescate -Brigada de Salvamento Minero de Asturias, bomberos del Consorcio Provincial y guardias civiles- de "excepcional hermanamiento" pese a no conocerse antes e incide en "la calidad humana y compañerismo", que cree "de las partes buenas que te quedan después de tantos días".

Agradece todas las ayudas, aliento y apoyo recibido, se lleva "muchos amigos" y califica a los mineros como "una gente excepcional, son buenas personas", de las que se despidió con un abrazo porque "al final encuentras unos amigos".

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