El laborista Kevin Rudd cree en la reelección contra todo pronóstico

  • El primer ministro australiano, Kevin Rudd, conocido por su desbordante energía, su temperamento explosivo y su sólida formación intelectual, busca la reelección del Partido Laborista en las urnas a pesar de que los sondeos vaticinan una abrumadora derrota.

Sídney (Australia), 6 sep.- El primer ministro australiano, Kevin Rudd, conocido por su desbordante energía, su temperamento explosivo y su sólida formación intelectual, busca la reelección del Partido Laborista en las urnas a pesar de que los sondeos vaticinan una abrumadora derrota.

Con ambición, osadía y una arrolladora popularidad, Rudd puso fin a once años de gobiernos del conservador John Howard en 2007 y se convirtió en la gran promesa de cambio del Partido Laborista.

Pero la obsesión por el control, los arrebatos de ira y el polémico impuesto a las ganancias extraordinarias del rico sector minero que impulsó trazaron su declive y permitieron que Julia Gillar le arrebatase el liderazgo del partido en junio de 2010 y se convirtiese luego en la primera mujer en gobernar Australia.

Rudd, de 56 años, no desfalleció y, a pesar del revés y un segundo trasplante de una válvula cardíaca, ocupó la cartera de Exteriores en el primer Gobierno de Gillard, y la mantuvo hasta febrero de 2012 cuando intentó derribarla en una votación interna del partido.

Derrotado, el sinólogo australiano prometió no volver a alzarse contra Gillard y mantuvo un perfil bajo hasta que se volvió a presentar otra oportunidad.

El pasado junio, recuperó el liderazgo de los laboristas en una elección interna que buscaba salvarlos de una aplastante derrota en las elecciones generales, que aún se tenían que convocar.

Al retomar las riendas del Ejecutivo, Rudd aseguró haber aprendido las lecciones del pasado y se presentó como un político capaz de consultar, conciliar y escuchar el clamor de los ciudadanos cuando comienza el declive de la bonanza de los minerales que permitió al país sortear la crisis financiera internacional.

Rudd se mostró a favor de legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo y modificó el polémico impuesto a las emisiones de gases contaminantes y que había afectado al ciudadano en la subida del recibo de la luz.

Cuando implemento una política de puertas cerradas a los solicitantes de asilo extranjeros, sus detractores le criticaron que se hubiese inclinado demasiado a la derecha y se preguntaron dónde estaba el Rudd que en 2008 pidió perdón por políticas oficiales del pasado que durante décadas separaron a decenas de miles de niños aborígenes de sus padres.

Durante la campaña para los próximos comicios, "Kevin 747", apodado así por sus frecuentes y costosos viajes al exterior durante su primer mandato, se ha presentado más austero y campechano, y acompañado de su esposa, Therese.

A su mujer, con quien se casó en 1981 y tiene tres hijos, la conoció en la Universidad Nacional de Australia, donde estudió mandarín e Historia, lo que le permitió ingresar desde joven en el Ministerio de Exteriores y trabajar en varios puestos en el extranjero, entre ellos China.

Su carrera profesional la forjó con el ímpetu y la tenacidad que le permitieron superar la muerte de su padre tras un trágico accidente de coche cuando aún era un niño.

Su familia vivía en una granja en la localidad de Eumundi, en el estado nororiental de Queensland, pero no eran propietarios del terreno por lo que la muerte de Bert Rudd supuso el desahucio de la viuda, Margaret, y sus cuatro hijos.

Ese doloroso hecho de su vida y su estancia en un internado católico porque su madre volvió a los estudios para forjar un mejor futuro para sus hijos, despertó la conciencia política de Rudd y lo impulsó a afiliarse al Partido Laborista a la edad de 15 años.

En 1988, comenzó a trabajar con el Partido Laborista como coordinador de programas en el estado de Queensland (noreste), el inicio de una reputación de tecnócrata que diez años más tarde le consiguió un escaño en el Parlamento australiano.

En Canberra, comenzó una carrera ascendente como legislador hasta ganar el liderazgo del Partido Laborista en diciembre de 2006 y al año siguiente la jefatura del Gobierno.

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