El narcisismo de la clase política española explica el desapego social y la corrupción, según una experta universitaria


La prevalencia de personalidades narcisistas en la clase política española es un elemento que ha favorecido la extensión del desapego de los ciudadanos y de la corrupción, según Leticia Delgado Godoy, profesora del Área de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC).
Así lo defiende Delgado, que también es doctora en Gobierno y Administración Pública por la Universidad Complutense, en un artículo, titulado ‘Narcisismo y representación democrática en España’, publicado en ‘Methaodos. Revista de Ciencias Sociales’.
Según el artículo, con la crisis económica y la irrupción de la corrupción política se hace patente el narcisismo de los representantes políticos españoles, ya que se comportan como seres ensimismados que sólo se justifican ante la oposición política y no rinden cuentas ante la ciudadanía.
Algunos rasgos presentados por gran parte de los políticos españoles, según la autora, son que sienten poca motivación para servir a la ciudadanía como tal, que entienden que han ganado su posición sobre todo para servirse a sí mismos, y que no se percatan de cómo sus acciones privadas, a las que se sienten con derecho, afectan a la opinión pública.
También considera, como rasgos atribuibles a este trastorno psicológico, que estos políticos sean “ferozmente” defensivos y lleguen a desplegar una gran agresividad cuando su posición “ilógica, inconsistente, o incluso contradictoria”, es atacada o puesta en evidencia.
En cuanto a las consecuencias de la presencia de este trastorno de personalidad en la clase política, advierte que el principal daño causado por estos políticos es que no defienden el interés general o colectivo en las dos principales tareas de los representantes políticos: recibir demandas de la sociedad y transformar las demandas en decisiones y políticas porque anteponen frecuentemente sus intereses personales o del colectivo al que pertenecen.
Con ello, la autora considera que se resquebraja el pacto no escrito sobre el que se asentó la transición española a la democracia lo que explicaría el malestar creciente de los ciudadanos en relación a la política democrática.
Además, sostiene que el narcisismo podría explicar la incidencia de la corrupción así como la reacción política a la aparición de ésta como tema mediático.
A este respecto, explica que las personas narcisistas se consideran lo suficientemente excepcionales para creerse excluidos de las reglas y estándares que imponen a otros y que todo ello les hace vulnerables a los sobornos ligeramente camuflados que de manera rutinaria les aparecen en el camino.
Por otro lado, advierte de que el narcisismo aumenta las probabilidades de que un individuo emerja como líder, lo que implica en la práctica que los individuos altos en narcisismo tienen más probabilidades de ser seleccionados para las posiciones de liderazgo.
Por todo ello, concluye que la teoría política en general y la de la democracia en particular debería incorporar al conjunto de premisas con las que trabaja elementos sobre los condicionamientos psicológicos de los representantes políticos.

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