El papa pide “políticas eficaces” que promuevan la fraternidad y la justicia entre las personas


El Papa Francisco reclama “políticas eficaces que promuevan el principio de la fraternidad”, con las que fomentar la paz y las personas puedan desarrollarse plenamente. Esta es una de las demandas de Francisco en su primer mensaje como Sumo Pontífice con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, que se celebra el 1 de enero.
La jornada, cuyo lema es ‘La fraternidad, fundamento y camino para la paz' alcanza ya la edición 47. Francisco incide en que no podemos dejar de reconocer “un grave aumento” de las desigualdades, a pesar de que se haya reducido la pobreza absoluta.
“En este sentido, se necesitan también políticas eficaces que promuevan el principio de la fraternidad, asegurando a las personas –iguales en su dignidad y en sus derechos fundamentales– el acceso a los ‘capitales’, a los servicios, a los recursos educativos, sanitarios, tecnológicos, de modo que todos tengan la oportunidad de expresar y realizar su proyecto de vida, y puedan desarrollarse plenamente como personas”. Agrega que se precisan “políticas dirigidas a atenuar una excesiva desigualdad de la renta”.
También tiene palabras para la crisis económica y, al respecto, pide revisar los modelos de desarrollo económico y que produzca un cambio en los estilos de vida. “La crisis actual, con graves consecuencias para la vida de las personas, puede ser, sin embargo, una ocasión propicia para recuperar las virtudes de la prudencia, de la templanza, de la justicia y de la fortaleza”, afirma Francisco.
GLOBALIZACIÓN DE LA INDIFERENCIA
Francisco asegura que vivimos en un mundo caracterizado por la “globalización de la indiferencia”, que poco a poco nos “habitúa” al sufrimiento del otro y donde “continuamente se lesionan gravemente los derechos humanos fundamentales, sobre todo el derecho a la vida y a la libertad religiosa”.
El Papa repasa otros problemas que dificultan la paz, como “el trágico fenómeno” de la trata de seres humanos, y las guerras producidas por enfrentamientos armados y “otras guerras menos visibles, pero no menos crueles, que se combaten en el campo económico y financiero con medios igualmente destructivos de vidas, de familias, de empresas”.
Ante los enfrentamientos armados, “una grave y profunda herida infligida a la fraternidad”, Francisco denuncia “la indiferencia general” aunque tanto el Papa como “toda la Iglesia” aseguran su cercanía a todas las personas que sufren sus consecuencias.
“Además. la Iglesia alza su voz para hacer llegar a los responsables el grito de dolor de esta humanidad sufriente y para hacer cesar, junto a las hostilidades, cualquier atropello o violación de los derechos fundamentales del hombre”, concreta el Papa.
Lanza una “encarecida exhortación” a cuantos siembran violencia y muerte con las armas y, al mismo tiempo, les tiende la mano: “Redescubran, en quien hoy consideran sólo un enemigo al que exterminar, a su hermano y no alcen su mano contra él. Renuncien a la vía de las armas y vayan al encuentro del otro con el diálogo, el perdón y la reconciliación para reconstruir a su alrededor la justicia, la confianza y la esperanza”.
Aunque es realista porque aún hay “una cantidad tan grande de armamentos” con la que “siempre se podrán encontrar nuevos pretextos para iniciar las hostilidades”, hace suyo el llamamiento de sus predecesores "a la no proliferación de las armas y al desarme de parte de todos, comenzando por el desarme nuclear y químico”, dice el mensaje de la Jornada Mundial de la Paz.
MENTALIDAD DEL DESCARTE
“Las nuevas ideologías, caracterizadas por un difuso individualismo, egocentrismo y consumismo materialista, debilitan los lazos sociales, fomentando esa mentalidad del ‘descarte’, que lleva al desprecio y al abandono de los más débiles, de cuantos son considerados ‘inútiles’”, dice el Papa, que se aferra en la figura de la familia para combatir la “profunda pobreza relacional” que experimenta la sociedad contemporánea.
“Asistimos con preocupación al crecimiento de distintos tipos de descontento, de marginación, de soledad y a variadas formas de dependencia patológica. Una pobreza como ésta sólo puede ser superada redescubriendo y valorando las relaciones fraternas en el seno de las familias y de las comunidades, compartiendo las alegrías y los sufrimientos, las dificultades y los logros que forman parte de la vida de las personas”, afirma el discurso.
Por eso, plantea la fraternidad como un horizonte que “prevé el desarrollo integral de todo hombre y mujer”, por lo que “no se pueden frustrar y ultrajar” las ambiciones de una persona, “sobre todo si es joven”.
En un tono que oscila entre la tristeza y la denuncia, enumera también otra serie de cuestiones que le preocupan y que sufren muchas personas, como la droga, la devastación de los espacios naturales, la explotación laboral, el blanqueo de dinero y la especulación, la prostitución, la trata de seres humanos, los delitos y abusos contra los menores, la esclavitud y la inmigración.
Francisco no se olvida tampoco de tender la mano también a “aquellos que han cometido crímenes atroces, porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”, y tiene palabras para quienes pagan por su delito en las cárceles, reivindicando mejores condiciones para quienes están sin libertad. “La Iglesia hace mucho en todos estos ámbitos, la mayor parte de las veces en silencio”, recuerda.
El máximo representante de la Iglesia católica también considera que el buen uso de los recursos contribuye a una convivencia justa y pacífica. “La naturaleza está a nuestra disposición, y nosotros estamos llamados a administrarla responsablemente”, apela. “Es un deber de obligado cumplimiento que se utilicen los recursos de la tierra de modo que nadie pase hambre”, concluye.

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