El PSOE, en su momento más difícil

  • Los 956 delegados con voto en el 38 Congreso del PSOE, los militantes que no estarán en Sevilla, los votantes socialistas e, incluso, muchos que no le apoyaron el 20N, están esperando que el próximo domingo se cierre la que tal vez es la peor situación que ha vivido el partido en la etapa democrática.

José Miguel Blanco

Madrid, 30 ene.- Los 956 delegados con voto en el 38 Congreso del PSOE, los militantes que no estarán en Sevilla, los votantes socialistas e, incluso, muchos que no le apoyaron el 20N, están esperando que el próximo domingo se cierre la que tal vez es la peor situación que ha vivido el partido en la etapa democrática.

El PSOE llega a la capital andaluza, tras la debacle de noviembre, que sirvió en bandeja al PP la mayoría absoluta y que hizo que el partido tocara suelo electoral: 110 escaños, 59 menos que en la legislatura anterior.

Esos resultados certificaron lo que ya había ocurrido el pasado 22 de mayo, cuando los españoles se acercaron a las urnas para elegir a sus presidentes autonómicos y a sus alcaldes y concejales.

El PSOE se quedó entonces prácticamente sin poder en Comunidades y ayuntamientos, y especialmente dolorosas fueron las pérdidas de regiones que nunca habían estado en manos del PP, caso de Extremadura y Castilla-La Mancha.

Es decir, que los socialistas sólo se mantienen al frente del gobierno del País Vasco y de una Comunidad, Andalucía, que ha citado a sus ciudadanos el 25 de marzo para decidir si revalidan como presidente a José Antonio Griñán u otorgan a Javier Arenas el Gobierno autonómico.

Con ese escaso poder, que ha provocado que engrosen las cifras del paro muchos de los asesores y colaboradores con que contaron los gobiernos socialistas en las diferentes administraciones, se presenta el PSOE a su Congreso de Sevilla.

Un gesto el de la elección de la capital andaluza -como quince días después ocurrirá con el Congreso del PP- que pretende servir de apoyo a las aspiraciones del partido ante la llamada al voto dentro de dos meses.

Lo que ocurra del 3 al 5 de febrero marcará indudablemente los Congresos territoriales en los que el PSOE se embarcará a continuación.

Los socialistas van a decidir su futuro con la losa de haber gestionado desde el Gobierno la crisis económica sin que pudieran detener un paro desbocado y un déficit mayor de lo previsto.

Pero en sus filas es generalizado el convencimiento de que, con el tiempo, los ciudadanos van a comprobar que Mariano Rajoy no tiene la varita mágica contra la crisis y los votos prestados volverán, si desde la oposición se vuelve a generar confianza y credibilidad.

A la espera de ello, la capital andaluza recibirá a un partido con una sensación de provisionalidad desde que José Luis Rodríguez Zapatero anunció el pasado 2 de abril que no se presentaría a la reelección.

Él ha seguido siendo el secretario general del partido, pero, de facto, dejó las riendas al que fue candidato a la Presidencia del Gobierno y uno de los dos actuales aspirantes a sucederle, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Sin embargo, la dura derrota electoral ha hecho que el periodo de transición esté siendo demasiado largo. El deseo es que ese ciclo se acabe y, aunque se quiere transmitir el mensaje de que lo importante son las políticas que se van a seguir, todo el mundo, dentro y fuera del partido, está esperando un nombre.

Rubalcaba y Carme Chacón quieren cubrir ese hueco. Sólo ellos han dado el paso y, aunque hay plazo para que en los primeros compases del Congreso pueda optar a liderar el partido algún otro candidato, se da por hecho que la batalla será entre dos.

Tras la celebración de los denominados "Congresillos", en los que los militantes han elegido a los delegados que les representarán y que tendrán en su mano la decisión definitiva, los equipos del exvicepresidente y la exministra se han dedicado a transmitir el mismo mensaje: tienen la mayoría.

Pero eso es imposible. O las cuentan están mal hechas, o a sabiendas de que no es así se intenta mermar la moral del otro, o algunos delegados juegan a dos bandas, o se cuentan como propios a quienes no se han definido.

Lo que es seguro es que el resultado es incierto, que el voto secreto deja abierta cualquier posibilidad y que gane quien gane no se podrá hablar de sorpresa porque todos son conscientes de que todo puede pasar.

Que se lo digan a José Bono. Él vivió en propia carne hace doce años lo que supone que no salgan las cuentas y que un casi desconocido Zapatero se aupara al lugar que parecía tener reservado.

En aquel Congreso, quien se proclamó líder socialista llegó con un mensaje de ilusión y asegurando que el PSOE estaba mejor de lo que muchos de sus compañeros creían.

"No estamos tan mal", aseguró en el discurso en el que pidió el voto a los delegados. En Sevilla, parece complicado que alguno de los candidatos se atreva a repetir esas palabras, aunque en una historia de 133 años pueden encontrar momentos aún peores.

Sin embargo, para muchos, el actual se antoja como el más difícil desde la Transición.

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