El temor a nuevo bloqueo político sobrevuela la campaña electoral en Bélgica

  • El temor a una nueva crisis política como la vivida en Bélgica tras las elecciones de 2010, cuando el país batió todos los récords al tardar más de un año y medio en formar Gobierno, está muy presente en la campaña electoral previa a los comicios legislativos y regionales del próximo 25 de mayo.

Marta Borrás

Bruselas, 17 may.- El temor a una nueva crisis política como la vivida en Bélgica tras las elecciones de 2010, cuando el país batió todos los récords al tardar más de un año y medio en formar Gobierno, está muy presente en la campaña electoral previa a los comicios legislativos y regionales del próximo 25 de mayo.

Los últimos sondeos pronostican un resultado similar al obtenido hace cuatro años: la victoria de los independentistas del N-VA en la región de Flandes y de los socialistas del PS en Bruselas y Valonia.

Ambos partidos mantienen visiones diametralmente opuestas y, según se ha podido comprobar esta semana en los debates entre sus presidentes, Bart De Wever (N-VA) y Paul Magnette (PS), están más lejos que nunca tanto en materia socio-económica como institucional.

En el ámbito económico, los socialistas rechazan los planes de los separatistas flamencos de ahorrar 9.000 millones de euros en el sistema de Seguridad Social, de limitar en el tiempo las prestaciones de desempleo (actualmente indefinidas) o de suprimir la indexación automática anual de los salarios.

En lo institucional, las diferencias aún son más profundas, ya que después de la sexta reforma del Estado, aprobada en julio de 2013 y que fijó un nuevo reparto de competencias entre regiones y autoridades federales, los socialistas son reacios a reabrir de nuevo la cuestión, como quiere el N-VA.

En particular, porque dar ese paso implicaría asignar nuevas competencias a las regiones en materia de Seguridad Social y de Justicia, dos ámbitos que de forma general se siguen gestionando a nivel federal.

Los temas socio-económicos han acaparado el debate en esta campaña, frente a los anteriores comicios, mucho más centrados en la disputa regional, un asunto que, pese a todo, sigue vigente, en un país con un 60 % de la población flamenca y un 40 % de francófonos.

Una de las cuestiones clave será ver si el N-VA, partidario de avanzar primero hacia el confederalismo para pasar en una etapa posterior a la independencia de Flandes, formará en esta ocasión parte de la coalición de Gobierno federal.

El partido, pese a haber sido en las últimas elecciones el más votado en Flandes, no está incluido en el actual Ejecutivo, que dirige el socialista Elio Di Rupo y en el que participan los socialistas, liberales y democristianos de las dos grandes comunidades del país (flamencos y francófonos).

La formación ha dicho en reiteradas ocasiones a lo largo de esta campaña que su prioridad será llegar a un acuerdo a nivel regional, para después discutir en el ámbito federal, y ha llamado a la solidaridad de los partidos neerlandófonos para defender los intereses flamencos.

Ninguna formación política ha indicado claramente hasta la fecha si está dispuesta a pactar con los independentistas que, según los sondeos, recibirán el respaldo del 32 % de los votantes flamencos (frente al 28,4 % en 2010).

Incluso el cristianodemócrata Kris Peeters (CD&V), presidente del gobierno regional de Flandes, se desmarcó esta semana de los llamamientos de De Wever en favor de una "coalición flamenca" para negociar una mayoría federal.

Peters advirtió de que eso llevaría a Bruselas y Valonia a ser llamadas también a las negociaciones federales, lo que convertiría el proceso en algo "muy complejo".

La campaña electoral belga ha quedado este fin de semana en suspenso debido al fallecimiento del ex primer ministro Jean-Luc Dehaene, un cristianodemócrata flamenco que en los años noventa dio con sus gobiernos los primeros pasos hacia la Bélgica federal de hoy en día.

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