Estas son las siete marcas españolas de moda de las que hablará todo el mundo

  • Tipi Tent, Colovrs o Mr. Happiness son algunas de las marcas que marcan tendencia en Instagram y Facebook con unos productos originales, de calidad y un espíritu transgresor.

    Estos jóvenes emprendedores buscan su hueco en el sector textil a través de su herramienta más poderosa: las redes sociales.

Las siete marcas españolas de moda
Las siete marcas españolas de moda
Pedro M. Puerta

Los emprendedores que aparecen en este reportaje tienen dos cosas en común. Españoles jóvenes -o son estudiantes o acaban de dejar de serlo- que venden moda apoyándose en una herramienta poderosa: las redes sociales. Pero además, sus modelos de negocio son similares. Ellos diseñan, negocian con los proveedores, gestionan las RRSS y cuidan muchísimo la estética que desprenden. Son 'e-commerce', comercios que viven fundamentalmente vendiendo por Internet. Dos son los modelos a imitar, Hawkers Pompeii, dos marcas que comenzaron como ellos y que llegan a las seis cifras de facturación.

Fabrican en España o Portugal y distribuyen desde Madrid, lo que explica, al competitivo precio que venden, su exiguo beneficio. Es por ello que, rompiendo por enémisa vez el tópico del empresario, ninguno es rico; la mayoría vive en casa de sus padres -de momento-. No están todos los que son (basta darse una vuelta por Instagram), pero sí son todos los que están. Ninguno se plantea buscar ayudas públicas porque son "una basura". Todos se quejan de la excesiva tributación de las empresas que comienzan en España, "nos asfixian". El 56% ha estudiado en universidad privada. Se suelen conocer entre sí y se llevan "genial". Suman 82.000 seguidores en Instagram y 45.000 en Facebook, y es aquí donde reside su músculo. Atención a cada uno de sus casos, porque se puede aprender mucho de estos valientes.Mr. Happiness

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La historia de Jaime Castillo tiene un punto mitológico. Como Ícaro, se acercó demasiado al sol y fracasó; como el ave fénix, resurgió de sus cenizas y retomó el vuelo con más fuerzas que antes.

A las dos semanas de entrar en la universidad para estudiar ADE, montó con unos amigos un torneo de fútbol. Salió genial y ganó dinero, y entonces no necesitó averiguar nada más: siempre sería emprendedor. Se encerró dos semanas con su socio en la biblioteca -"ir a clase nos parecía un coñazo", se sincera- para engendrar su futura empresa. Arrancaron en mayo de 2013 con una marca joven de camisetas y sudaderas, de calidad y más barata que otras marcas populares como Billabong o Vans, las cuales están "demasiado orientadas a una tribu social: surferos, 'skaters'... Nosotros queríamos llegar a más gente".

Happiness es eso, felicidad, y promocionaban su 'way of life' buenrrollista en fiestas y eventos, "algo que siempre me ha gustado organizar", cuenta Castillo. En octubre de 2014 monta su segunda capea universitaria, tristemente famosa porque parte de los autobuses contratados nunca llegaron y dejaron tirados a cientos de asistentes, en mitad de una finca, de noche y lloviendo. La prensa se lanzó como una jauría de lobos, sin suficientes certezas, sobre Mr. Happiness: el alcalde del pueblo dijo que no sabía nada de la fiesta y la empresa de los autobuses los calificó de "niñatos". De repente, toda la culpa caía en Mr. Happiness y los comentarios en Facebook calificaban de "niños pijos que buscan forrarse" a unos estudiantes de universidad pública que ni siquiera podían vivir de lo que generaba su empresa.

"Fue un bache en mi vida y entré en depresión. Tras cinco días encerrado y meditando, decidí no rendirme", relata, rezumando franqueza.

Se presentó en la casa de su actual socio, Antonio Barbeíto -"una persona esencial sin la que esta rueda no giraría"-, y la pasión que le mostró superó cualquier pero. Renunció al 'rebranding' –cambio de nombre comercial- y continuó, hasta el presente, con Mr. Happiness, que define como "proyecto universitario, al menos hasta que termine la carrera este curso". Hoy, su empresa encara el verano con una producción de más de 6.000 prendas entre sudaderas y camisetas, divididas en varias tandas para ir renovando siempre el producto. "Aún así", aclara, "fabricando y tributando ropa de nuestra calidad en Europa no ganamos dinero suficiente ni para vivir con desahogo de esto ni para crecer al ritmo que exige la demanda".

Con la competencia se lleva "genial", asegura, e incluso ha pasado contactos y ha orientado a otros jóvenes que comienzan en el mundo textil, como los chicos de Blue Banana, otra de las marcas que aparece en este reportaje.

Jaime Castillo habla en voz alta e impetuosa, como una manera de aliviar la energía vital que amenaza con desbordar su cuerpo. 'Destroy and create' (Destruye y crea) es el eslogan de este verano. "Es destruir todo el concepto de vida prefabricada que impone la sociedad y las multinacionales e imponer la felicidad a todo lo que haces", afirma Castillo, que desvela su aspiración final: "Mi concepto es 'aporta al mundo'. Es una obligación que todos aportemos algo a la humanidad a través de cualquier campo -deporte, ecología, desarrollo-, y mi marca es una excusa para mejorar el mundo".

Y un último anuncio: están abiertos a todo aquel que se quiera unir al proyecto. Mr. Happiness busca impulso y necesita jóvenes para llevarlo a cabo.Blue Banana

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Juan Fernández-Estrada y Nacho Rivera tienen apenas 20 años y una empresa entre sus manos. Ambos en segundo año de ADE (Cunef y Carlos III, respectivamente), viajando en Interraíl el pasado verano maduraron la idea de entrar en el "saturadísimo" mercado textil. Querían diferenciarse, personalizar la ropa, pero no sabían cómo. Al pasar por Ámsterdam quedaron fascinados con su bandera, tanto que se tatuaron sus aspas en el tobillo. Ya tenían la idea perfecta, por su sencillez y buen tino: sudaderas básicas con un aspa personalizable en distintos estampados.

Con apenas 1.500 euros ahorrados de cada uno, en tres meses hicieron diseños, buscaron proveedores y fabricaron las primeras 200 sudaderas y 100 camisetas. Comenzaron regalando prendas a algunas chicas populares de su clase e 'influencers' (influidores, personas con prestigio y presencia en redes sociales cuya opinión influye en las personas que les siguen) de Instagram. "Supusimos que venderíamos lo suficiente para, al menos, recuperar la inversión", confiesa Rivera. En un mes lo habían vendido todo.

La tía de Fernández-Estrada es modista y les ha orientado bastante con la elección de tejidos o la confección. También contaron con la simpatía y colaboración de Jaime Castillo, de Mr. Happiness.

Su primera web era "bastante cutre" y ellos mismos se encargaban de repartir, ya fuera en coche o moto, la ropa en mano. Ahora ya están constituidos como sociedad limitada y hacen pedidos un poco mayores, pero están obligados a subir un poco los precios si quieren sobrevivir. Al igual que otros emprendedores, el hecho de fabricar en Europa y de tributar en España no les permite vivir de ello, y crecer y expandirse se vuelve lento y difícil. "Además, nuestra ropa es más cara que la de cualquier otra marca", explica Rivera, por el proceso de encargar la tela del estampado y coserla en Madrid.

Han aumentado su oferta de camisetas y han añadido gorras -todas de diseño propio- para el verano, y enfocan la próxima temporada con otra mirada, más organizada y alejada del caos típico de unos empresarios noveles. Buscan financiación para poder hacer pedidos más grandes y crecer, porque todo lo que ganan lo vuelven a reinvertir. "Tenemos más ventas online que las marcas 'top' (y nombra varias marcas que aparecen en este reportaje)", presume Fernández-Estrada, "pero al ser solo dos personas no damos abasto".

"Nuestro punto fuerte son las redes sociales: vivimos de Instagram", resumen los fundadores de Blue Banana. Además, todos sus seguidores de esta red "son posibles clientes; no nos alimentamos, como otras marcas, del 'follow for follow' (cuentas de seguidores que, si les sigues, te siguen)".

Admiten que llevar una empresa "absorbe mucho" y viven todo el día "enganchados al móvil", aunque de momento pueden compaginarlo con sus carreras. Si tuvieran que elegir a alguien famoso para que llevara su ropa, Fernández-Estrada lo tiene claro: "mi ídolo, Fernando Torres", aunque ambos coinciden en lo que más ilusión les hace: ver por la calle a un desconocido que lleva puesta su ropa. "Nos llena de orgullo y nos anima a seguir", concluyen.Simpel

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Es "la primera vez" que hacen una entrevista a los fundadores de Simpel, cuenta Álvaro Llantada, mientras observa con curiosidad la redacción de lainformacion. Pudieron haber salido en un publirreportaje del ABC previo pago, claro está, del importe correspondiente. "No nos interesaba ni la fórmula ni el público al que iba orientado", cuentan Alfredo Miret y Álvaro Llantada, dos jóvenes madrileños que no pasan el cuarto de siglo.

Simpel es la expresión fonética del adjetivo inglés 'simple', que significa lo mismo que en la lengua de González Ruano. Basta un simple vistazo a sus productos: camisetas y sudaderas que combinan, con una preciosa estética minimalista, dos o tres tonos pasteles. Escudriñen en las tiendas 'mainstream' de ropa de su ciudad y no encontrarán nada similar.

Sus andanzas en el sector textil arrancaron precisamente para esto, para distinguirse de una oferta online que consideraban repetitiva. Para ello, fabricarían prendas que se diferenciarían, no por su logo o su nombre, "sino por un estilo original y reconocible". Un año de travesía en el desierto les costó encontrar a un proveedor que les hiciera la ropa soñada, entre la veintena larga de fábricas con las que contactaron. Fue especialmente difícil "conseguir los colores exactos" que querían. Además, su primer proveedor se vio desbordado por sus pedidos y les dejó "tirados". Sin embargo, nunca pensaron en abandonar. Su actual proveedor está en Portugal y, a pesar de no cumplir el pedido mínimo para fabricar, la calidad y originalidad de su ropa le convenció para trabajar para ellos.

Intentaron solicitar un crédito ICO, pero las condiciones eran tan exigentes que les salía mejor pedir prestado a sus padres. Gracias a una "pequeña inversión" de 10.000 euros salieron adelante. Empezaron a vender sus prendas en septiembre y ya han conseguido devolverles el dinero. "Es lo primero que queríamos hacer, nuestro reto personal", señala Llantada.

Presentaron su primera línea de productos con cierto miedo, pero el vender 150 prendas (entre 20 y 40 euros) en solo tres días fue "un subidón increíble". Quizá ello les llevara a diversificar su oferta, lo que fue un error por hacerlo "demasiado pronto": mientras sus camisetas y sudaderas triunfaban, la línea que lanzaron de calcetines -de un diseño impersonal que podría ser de cualquier otra marca- se han vendido mal.

Han pasado de "guardar 5 cajas en casa a guardar 40", con el consiguiente enfado de sus progenitores, por lo que sus siguientes pasos van encaminados a conseguir una oficina que sirvan de almacén, lugar de trabajo y recepción para inversores y clientes. "Hay compradores que prefieren probarse la ropa antes de comprarla", explica Miret.

Del mismo modo que los aquí entrevistados, sus márgenes de beneficios son muy escasos. Es por ello que contemplan trasladar su producción, para abaratarla, a Turquía, pero su línea roja es "no bajar nada la calidad". Su eslógan va en consonancia con su espíritu: 'Act as you feel' ('Actúa como sientas'). "Queremos hacer hincapié en nuestro lema, porque es ahora cuando estamos construyendo verdadera imagen de marca". Con una ropa de personalidad tan acusada, siempre será más fácil.Tipi Tent

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Luis Giménez era periodista, pero la famélica salud de la profesión le hizo cortarse la coleta. Tras su paso por Intereconomía y Europa Press, quedó decepcionado con la politización de la información y la precariedad laboral. Lo dejó y comenzó un viaje de dos años por India y Australia buscándose la vida; al volver, tenía claro que nunca sería "una silla más en una oficina".

A Giménez siempre le había gustado la moda, y la idea de emprender nunca había desaparecido de su mente. En esas, la hermana de su novia, María Pombo, era pareja del ex jugador del Real Madrid Álvaro Morata, y se estaba convirtiendo en una importante 'instagramer' -no en vano, en la actualidad Pombo suma 202.000 seguidores en esta red social, 20.000 más que estas 8 marcas juntas-. ¿Por qué no aprovechar este suculento tirón? En ese momento, hace un año, los tres fundan Tipi Tent.

El nombre vino de casualidad. Las 'tipi' son las características tiendas indias; les hizo gracia y se lo quedaron. De ahí surge su eslógan, "Hay que hacer más el indio", que como el resto de marcas exhorta a vivir la vida con descaro y entusiasmo.

Comenzaron juntando un capital inicial de 8.000 euros. "Los inicios fueron fueron duros", confiesa Giménez. Son unos meses en los que los proveedores "se aprovechan de que no tienes ni idea, es un caos". Encararon la primera producción con cierto miedo, hasta que llegó su primera venta: se llamaba Ana y vivía en Londres. "Casi voy yo a entregarle la sudadera de la alegría que me dio", relata. Ahora encaran verano con un stock de 700 prendas, en el que destaca la nueva colección de trajes de baño de mujer. Para la temporada que viene quiere hacer unas 2.500.

Todo lo que ganan lo reinvierten, no pueden vivir de Tipi Tent. "La tasa de autónomos, la mensajería para entregar las prendas y mantener la web son unos 800 euros de costes fijos". A eso hay que sumarle los costes de producción. "Las chicas dicen que me ponga un mini-sueldo, pero si lo hiciera no daría para nada", explica.

Tipi Tent tiene mucha competencia, pero Giménez no es avaricioso y suele ayudar a otras empresas como la suya. "Son otras personas que, como yo, buscan su oportunidad en esta España en crisis", define. Conoce bien a la mayoría de emprendedores que participan en este reportaje y lo tiene claro, es más beneficioso ayudarse entre sí que "ponerse la zancadilla", una actitud que no suele abundar.Colovrs

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Pudiera parecer que Salvador Riestra tiene cierta ventaja sobre el resto. Hasta hace algo más de tres años, su dedicación era el dinero; vendía y compraba cantidades que nunca veía físicamente. Salvador Riestra era corredor de bolsa.

Trabajaba por cuenta propia. Tras conseguir un gran cantidad de dinero en poco tiempo, se "metió una leche" y lo perdió casi todo. "Para mí era muy deprimente generar dinero 'invisible', me llenaba más producir algo tangible", confiesa. A Riestra no le inspiraba este modo de vida, por lo que se puso a desarrollar una idea que le rondaba desde hace tiempo por la cabeza: fundar una empresa de moda.

Comenzó, junto a su socio Bruno Marín, con 3.000 euros ahorrados. Se quedaron pronto cortos y tuvo que pedir otros tantos a su familia. Sus comienzos fueron "muy complicados". El fundador de Colovrs -contracción de 'Color lovers'- desconocía las características de un negocio textil, como cuáles serían los márgenes de ganancia, la distribución, los picos de demanda, cómo fijar los precios o las ofertas... "Todo lo que te puedas imaginar de la industria de la moda, pues no tenía ni puñetera idea de nada", resume.

Colovrs cometió muchos errores en sus inicios, pero esto le sirvió también para aprender más rápido. Además, pudieron contar con la ayuda de un amigo que había montado una empresa similar en los Estados Unidos, donde, como tantas cosas, surgió la tendencia de fundar marcas online basadas en una fuerte presencia en RRSS. Consiguieron como proveedor de sus camisetas a American Apparel, prestigiosa marca californiana.

"La gente no es muy consciente de la enorme calidad de nuestras prendas", señala Riestra, "debido a que puedes ir a una multinacional y comprar una camiseta por 5 euros; claro, su calidad no tiene nada que ver". Sus productos son sencillos pero muy personalizables: gorros con pompón, camisas, sudaderas y su producto estrella, las camisetas básicas con bolsillos particularizables con hasta 15 divertidos estampados -que van renovándose-.

El "músculo" de Colovrs se muestra a través de Instagram y Facebook. La idea es asociar "buen rollo" a la ropa de su marca, "que sea la ropa elegida para divertirse, irse de cañas o jugar al pádel", y se comprueba con un rápido vistazo a su cuenta de Instagram: fotos con atractivos colores de comida, ciudades, paisajes o modelos. Curiosamente, Colovrs es con diferencia la marca entrevistada con más seguidores en esta red social (20.700), aunque sin embargo no es la que más 'me gusta' consigue en cada foto.

Su crecimiento en el último año se ha basado en diversificar su oferta, ofreciendo productos estacionales como gorros o sudaderas. Como todos estos emprendedores, no vive holgadamente de su empresa, pero crece a un ritmo "del 100-150% anual" y se va acercando a su objetivo a medio plazo: dar el salto a Europa, donde existe un gran potencial de crecimiento -"excepto de África, hemos recibido pedidos de todos los continentes", destaca-.

El importante crecimiento de Colovrs provoca que hayan nacido marcas que le han copiado la filosofía de la empresa, los pasos de compra o los precios "de una manera descarada". En ocasiones, hasta de personas cercanas a Riestra, y lo ilustra con el ejemplo de una chica que ha replicado exactamente su estilo y modelo de negocio en México (no especifica el nombre de esta empresa "copiona", pero una contrastada búsqueda nos induce a pensar que habla de Wear Trebol, una marca prácticamente idéntica a Colovrs que funciona en el país azteca). A pesar de ello, no le da importancia y cuenta, confiado, que "seguiremos corriendo como locos para llegar los primeros en esta carrera".

Su target es amplio y variado. Salvador Riestra no tiene ninguna preferencia en particular. "Las camisetas de Colovrs las puede llevar desde Mario Vaquerizo hasta un torero", cuenta. Esa es la esencia de sus camisetas: básicas para todo el mundo, pero pudiendo elegir el bolsillo que te destaque del resto.Mr. López

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Manuel Solano está enfrascado en plenas ferias de Jerez y de El Puerto de Santa María cuando me atiende telefónicamente. En estas verbenas posee sendas casetas que monta gracias al bar de copas que regenta con un amigo en la ciudad de los 100 palacios; casetas que aprovecha para anunciar su empresa, Mr. López.

Solano es el emprendedor más 'viejo' que entrevistamos, con 29 primaveras. El bachillerato le "costó", confiesa, pero a partir de entonces cogió carrerilla: diplomado primero en Empresariales, luego en Finanzas y Contabilidad y finalmente en Márketing, todo a caballo entre Cádiz y Sevilla. Maduró su sentido estético en Londres y, en una noche de copas, se le ocurrió junto a su socio Javier Mesa la idea de vender calcetines. "Es un nicho menos explotado y donde te puedes diferenciar más", aclara.

La denominación Mr. López combina la sofisticación inglesa del término de cortesía con la españolidad graciosa del apellido. El pub que regentaban les aportó la liquidez necesaria, "entre 6.000 y 9.000 euros", para emprender su negocio.

Solano se ríe al recordar que, al igual que otros emprendedores como él, desconocía por completo el proceso de fabricación de su producto. "Ahí está el riesgo del proyecto: lanzarte a hacer algo que no sabías". Lo más complicado fue encontrar un proveedor que les diese la calidad que demandaban. "Estuvimos a punto de tirar la toalla", revela, cuando un día examinaron las muestras de hasta 6 proveedores. Por suerte para él, el último fabricante les proporcionó "el calcetín que estábamos buscando".

El género de Mr. López sorprende y se diferencia mucho de cualquier otro calcetín que presume de 'atrevido' en las típicas superficies comerciales. Los dibujos y colores son frescos y descarados, impropios de una prenda que presume de no verse más que de refilón. Emanan un estilo de vida que va entre lo canalla y lo rancio, en una combinación que casa sorprendentemente bien. Además, su 'packaging' -el "paquete" en el que el producto llega al cliente- desconcierta positivamente. "Se nos ocurrió meter los calcetines en un tarro de cristal: encarece el producto pero nos merece la pena porque ofrecemos algo distinto".

Mr. López no podría existir sin un buen uso de las redes sociales, "son fundamentales para empresas como la nuestra", aclara su fundador. Empezaron primero en Facebook pero su principal promoción viene por Instagram, la red social clave de las empresas que venden imagen. "Nuestra estética debe ser punterísima, cuidada y bebedora de las nuevas tendencias", asevera Solano. Los calcetines tienen nombres de calles españolas y europeas, en un"homenaje a nuestros clientes" y con la vista puesta al mercado común. Distribuyen en unas 40 tiendas multimarca de España, pero tienen claro que su presente y futuro sigue en e-commerce.

Acaban de sacar su colección de bañadores para el verano, y no cierran la puerta a seguir diversificando su oferta. Con un precio ajustado de menos de diez euros -"incluso nuestro proveedor nos dice que sacamos poco margen", Solano centra sus esfuerzos en dar valor a la marca, por encima de la rentabilidad actual. La top model Clara Alonso -única española es desfilar con Victoria's Secret desde 1998- ya ha llevado sus calcetines, pero "si también los llevara Obama sería la repera", confiesa, mientras no puede reprimir la carcajada.C21BeBrave

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Además del afán capitalista, esta empresa nació con un carisma distinto. Comercializa relojes a la última moda que vienen cargados de valores de inspiración cristiana. Y es que C21BeBrave no es sino la reducción de 'Cristianos del siglo XXI, sé valiente' y nace del famoso mensaje contra la comodidad del papa Francisco en la JMJ de Río de Janeiro: "Quiero lío: lío en las diócesis, quiero que se salga afuera, quiero que la Iglesia salga a la calle".

Nació de la mano de tres andaluces que reforzaron su amistad en el Colegio Mayor Moncloa de Madrid: Jaime Serra, Rafael Muñoz y Raúl Hita, y estos dos últimos son los que han contando su historia a lainformacion.com. Muñoz viene de las relaciones internacionales e Hit de la ingeniería industrial, y la Jornada Mundial de la Juventud de 2013 les agitó el espíritu y les animó a desprenderse de los complejos del creyente joven español, que muchas veces no lo proclama por miedo a parecer "un bicho raro por creer en Dios".

Impulsaron este 'modus vivendi' a través de la moda y pronto recibieron ánimos y críticas por igual. "Nos dijeron desde que era buena idea hasta que no íbamos a vender ni un reloj, muchos no nos entendían", cuenta Hita. En dos años de andadura han vendido más de 10.000 relojes (entre 45 y 65 euros por unidad).

Su inversión inicial fue bastante fuerte, entre 16.000 y 20.000 euros, dado el elevado precio de cada unidad y su lenta producción comparada con la de una prenda de ropa. Cada modelo suyo se nombre con un adjetivo: 'Be generosity', 'Be encouraging' y 'Be patient' (Sé generoso, inspirador, paciente) son solo algunos de sus 313 modelos distintos, fruto de las múltiples combinaciones de esferas y correas.

Cuando su empresa ya se sostenía en sus primeros pasos, se dedicaron a buscar ayudas públicas para emprendedores. "¿Quieres que empecemos a rajar del sistema de ayudas?", pregunta Hita, "porque es una basura", zanja. Explica que ellos querían constituirse como autónomos para beneficiarse de la 'tarifa plana' de nuevos autónomos: pagarían solo 50 euros al mes de tasa y la mantendrían rebajada durante 30 meses. "Pero si uno de nosotros es el administrador -y uno de los dos tenía que serlo- comienzas pagando, como mínimo, 264 euros", explica. Y, si no facturas nada, "la pagas igualmente". Las condiciones para beneficiarse de estas ayudas, resume Muñoz, "son absurdas y difíciles de cumplir".

Analizan y comparan todos los datos que recogen con su modelo de e-commerce, especialmente para saber "por dónde ha llegado el cliente" y, a partir de ahí, saber "dónde invertir en publicidad". En su defensa de los valores cristianos, practican la caridad colaborando con la Fundación Takeli. Esta ONG fue fundada por un profesor de su colegio (colegio Mulhacén, en Granada) y ayuda a la escolarización de los niños de Bodjondè, en Togo. El 5% del importe de cada reloj va directamente para Takeli. No les importa ganar menos por ello. C21BeBrave nació con sello cristiano y "lo mantendrá" por pura convicción personal.

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