En el despacho del presidente

  • Si José Luis Rodríguez Zapatero regresase hoy a su despacho, no tendría la sensación de que ya hace tres semanas que lo usa Mariano Rajoy. El nuevo presidente del Gobierno no parece haber dedicado su tiempo a modificaciones menores.

Álex Grijelmo

Madrid, 10 ene.- Si José Luis Rodríguez Zapatero regresase hoy a su despacho, no tendría la sensación de que ya hace tres semanas que lo usa Mariano Rajoy. El nuevo presidente del Gobierno no parece haber dedicado su tiempo a modificaciones menores.

Ahí siguen, en las estanterías bajas junto a la ventana, los 81 volúmenes de legislación española (desde la ley de caza o las normas sobre patentes hasta el Código Civil) encuadernados en rojo; y, encima de la repisa de mármol, el Diccionario de la Real Academia. Y el gran cuadro de Miró que da su luz al sofá; y el otro de menor tamaño, y del artista catalán también, que mira por encima del hombro del presidente cuando se sienta a su mesa de trabajo. Y los otros dos de Eduardo Chillida.

Tampoco se ha movido de sitio -quieto en la mesa baja y rectangular-- el libro sobre el europeísta rumano y exministro Nicolae Titulescu (1883-1941), ilustrado con magníficas fotografías de época y escrito, por supuesto, en el idioma de aquel país; probablemente recuerdo de alguna visita oficial.

La cinta marcapáginas que sobresale del libro llama la atención enseguida porque, de lejos, más bien parecen los colores republicanos. Pero se trata sin duda de la bandera de Rumanía.

No cabe duda de la españolidad del lugar, por otro lado. El soporte del teléfono fijo está atravesado de izquierda a derecha por la bandera nacional, y hasta la papelera muestra un gran escudo de España.

Junto al sofá pegado a la pared, dos sillas blancas con asiento de cuero y con patas metálicas servirían para compartir distendidamente un café entre cinco personas -cuidado de no manchar el libro rumano--; y al otro lado del despacho se pueden dejar los papeles y los abrigos sobre una mesa cuadrada de patas altas acompañada por cuatro sillas más, también blancas.

Mariano Rajoy continúa durmiendo en su casa, y no parece haber sentido ninguna urgencia en trasladarse porque vive a sólo seis minutos del palacio de la Moncloa. Ha empezado ocupando el segundo despacho que empleó Zapatero, y se le ve cómodo en él.

La primera entrevista que ha concedido como presidente del Gobierno comenzó a las 12.35 horas -25 minutos antes de lo previsto-- y terminó a la una de la tarde. Y duró exactamente los 25 minutos que se habían abierto hueco en la agenda del presidente para esta conversación.

Se emplearon tres cámaras (plano, contraplano y general) para su difusión en vídeo a todas las televisiones españolas y latinoamericanas, así como para los distintos servicios de TVEFE en árabe, inglés y portugués; y dos grabadoras de audio destinadas a la rápida transcripción del diálogo en los servicios de texto, también en esos idiomas. El fotógrafo de Efe, Chema Moya, se encontró con la dificultad de que sus pasos por el salón hacían crujir las maderas y el sonido se introducía en los micrófonos de solapa de los dos interlocutores, así que tuvo que limitar mucho sus movimientos.

Rajoy vestía traje oscuro y la misma corbata -blanquiazul- que mostró en la solemne sesión con que se abrió la legislatura el pasado 27 diciembre. Así que no se puede deducir una relación especial, por sus colores, con el esforzado empate del Espanyol frente al Barcelona el pasado domingo, respecto al cual un madridista como él sabe reconocer que en aquella última jugada -fuerte disparo de Pedro-- el defensa blanquiazul Raúl Rodríguez cometió penalti.

El presidente no utilizó ninguna nota durante la conversación, pese a que se había dispuesto que su asiento quedase cerca de la mesa baja por si deseaba apoyarse en algún documento. Sin embargo, manejó con profusión distintos datos económicos y descendió a los detalles en varias de sus respuestas. Habló siempre con tranquilidad y sin distraer su mirada del interlocutor.

Al terminar la entrevista, la luz volvió a entrar a chorros en la estancia, porque se había necesitado bajar un tanto la persiana para no dificultar las tomas de cámara. Al otro lado del cristal, en el jardín al que mira la fachada de tan fotogénicas escalinatas, los plátanos recién podados disfrutaban de un sol sin recortes.

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