Españoles y portugueses, lejos del "iberismo" que soñó y defendió Saramago

  • El Premio Nobel de Literatura portugués José Saramago soñó hace unos pocos años con la creación de una federación entre España y Portugal, y fue uno de los últimos baluartes del iberismo, una idea que por el momento ni españoles ni portugueses se plantean.

Marian Rosado

Madrid, 12 may.- El Premio Nobel de Literatura portugués José Saramago soñó hace unos pocos años con la creación de una federación entre España y Portugal, y fue uno de los últimos baluartes del iberismo, una idea que por el momento ni españoles ni portugueses se plantean.

El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, recibe mañana, lunes, en Madrid al primer ministro portugués, Passos Coelho, con motivo de la XXVI Cumbre hispano-portuguesa, una muestra de los importantes lazos existentes entre ambos países, una relación que, en cambio, no parece tan estrecha en la calle.

"El movimiento del iberismo no existe, se trata de una especie de imagen que tuvo cierto éxito con Saramago", dice Salvador Santiuste, sociólogo y responsable del Barómetro Hispano-Luso, que desapareció en 2011, en una entrevista con Efe.

Le secunda Soledad Segoviano, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid, para quien este concepto es "una idea promovida por las elites, pero no un movimiento social".

Segoviano opina que hay "muchísimos acuerdos marco en defensa, economía, energía..." entre ambos países, pero cree que se necesita "explorar más actividades conjuntas que promuevan la cultura, el cine o la literatura".

El turismo parece ser casi el único sector en el que las relaciones sociales entre habitantes de uno y otro lado de la frontera prosperan.

"Viajar de un país a otro es fácil, es barato y está cerca", constata Santiuste, y además "ahora uno y otro somos destinos preferentes debido a la crisis", añade Segoviano.

Ambos declaran que para los españoles los países de referencia son Francia y Alemania, por lo que sienten una "cierta indiferencia y desinterés" hacia los asuntos portugueses, mientras que en Portugal el sentimiento hacia España oscila entre la "ambivalencia" y el "temor".

"Portugal se independizó de la Corona española y ese miedo a ser absorbidos por el país grande está presente. Ha sido instrumentalizado políticamente: desde los años 30, para que el régimen dictatorial tuviera una posición contraria a la República española hasta en las elecciones de hace unos años con el tema del tren de alta velocidad Madrid-Lisboa", explica Segoviano.

Por una parte, los portugueses ven a España "como un país que logró desarrollarse de una manera rápida y moderna, un país que puede ser un espacio de oportunidades, pero siempre ha habido una especie de resentimiento hacia el enemigo español, que es muy pequeñito, que está diluido, pero que está en el imaginario colectivo", dice Santiuste.

A pesar de ello, el último estudio realizado por el Observatorio Hispano-Luso en el año 2011 demuestra que ni portugueses ni españoles tampoco verían con malos ojos una unión política.

"El 46% de los portugueses estaba a favor de esa idea, mientras que entre los españoles era el 39%. Entre los españoles había un 20% a quienes les era indiferente y entre los portugueses había un 35% de personas que decían estar totalmente en desacuerdo. Ahí se demuestra la ambivalencia de unos y la indiferencia de los otros", explica Santiuste.

El sociólogo matiza que la indiferencia española es menor en las regiones que hacen frontera con Portugal.

Este es el caso de la región española de Extremadura (suroeste), donde se han emprendido multitud de proyectos de cooperación en los últimos años y donde el portugués es la segunda lengua extranjera.

"Compartimos una frontera que en el pasado fue una barrera y ahora es una oportunidad", declara Enrique Barrasa, director de Acción Exterior del Gobierno de Extremadura.

En e límite extremeño se realizan "intercambios laborales, de compras, de servicios" asegura Barrasa, quien presenta hasta una nueva lengua, el "portiñol", con el que habitantes de uno y otro lado se comunican, en especial en la ciudad fronteriza de Badajoz, que se ha convertido en "una auténtica capital ibérica, como Évora o Lisboa", dice.

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