El primer siniestro nuclear de la Guerra Fría

'Flecha rota' en Palomares: el accidente nuclear que precedió a Chernóbil

55 años después, es una zona radiactiva cuyos residuos nucleares jamás han sido retirados del todo. Las indemnizaciones por el terreno expropiado las pagó fundamentalmente España. EEUU, apenas un 25%.

Tribunales.-Fiscalía pide informes a CSN, Ciemat y Junta sobre los residuos radiactivos en Palomares
'Flecha rota' en Palomares: el accidente nuclear que precedió a Chernobyl

"Hagan todo lo que esté en sus manos para recuperar las bombas". Así de tajante se mostraba el presidente de EEUU, Lyndon. B. Johnson, nada más salir de la cama el 17 de enero de 1966, y desayunar con el mensaje de que un B-52 cargado con armas nucleares se había estrellado en el aire contra su avión cisterna sobre la costa española.

La inmediata orden telefónica que el presidente dirigió ese 17 de enero a las siete de la mañana, hora de Washington, a los secretarios de Estado y de Defensa, Dean Rusk y Robert Mcnamara respectivamente, mostraba la preocupación de la Casa Blanca. Las fuerzas aéreas estadounidenses se encontraban ante una situación que ellos denominan 'Broken Arrow' o 'Flecha Rota': armas nucleares desaparecidas y posible riesgo de radioactividad en la zona -National Archives EEEU, Lyndon B. Johnson Library-.

Antes de Chernóbil, en Palomares, Huelva, se había producido el primer accidente nuclear de relevancia de la Guerra Fría. Aún hoy, 55 años después, sigue siendo una zona radiactiva cuyos residuos nucleares jamás han sido convenientemente retirados del todo. Las indemnizaciones por el terreno expropiado debido al riesgo de radiación las pagó fundamentalmente España, EEUU apenas pagó un 25%.

En total, estaban involucradas en el accidente cuatro bombas termonucleares del tipo B-28 –o Mark 28- con una capacidad destructiva de 1.5 megatones; aproximadamente 65 veces cada una la potencia de las bombas que en 1945 borraron del mapa Hiroshima y Nagasaki.

El 18 de 1966 por la noche, el presidente Johnson recibiría confirmación del accidente nuclear y del estado del rescate de las bombas, según un memorando del ala oeste de la Casa Blanca: "Dos de los artefactos nucleares que transportaba el B-52 estrellado ayer en España sufrieron la detonación del explosivo convencional [ en su mayor parte TNT o trinitrotolueno]. Aunque no se produjo una reacción nuclear, esa detonación puede causar un riesgo de radiaciones" -National Archives EEUU-.

La política del apagón informativo

La embarazosa información del día 18 admitiendo la posibilidad de un desastre nuclear marcaba el inicio de la política del apagón informativo, el definitivo distanciamiento de la presidencia de EEUU –que jamás comentaría entonces una sola línea sobre el siniestro- y la subordinación del Gobierno español a las autoridades militares de EEUU en las labores de desescombro, rescate de armas nucleares y limpieza radioactiva.

Además, la prensa controlada por el régimen se acomodaría dócilmente al secretismo que trataban de imponer los norteamericanos y solo publicaría tímidas y tranquilizadoras noticias, siempre a remolque de las revelaciones de la crítica prensa extranjera.

Medio siglo después del denominado incidente de Palomares, la realidad es que no solo no se eliminó nunca del todo el peligro de la radiactividad en el lugar del accidente, sino que desde hace años se sabe que ese isótopo de plutonio desparramado en la zona se convertirá en apenas nueve años en americio, otro elemento radiactivo muy peligroso.

Rajoy firmó un acuerdo con EEUU para que se hiciera cargo de los residuos, pero no tenía fecha ni compromiso: siguen ahí

Cerca de 50.000 metros cúbicos de tierra contaminada que nunca fueron eliminados y de cuyos residuos nadie se ha hecho cargo todavía. -Rafael Moreno, ‘Historia secreta de las bombas de Palomares’-. El Gobierno de Mariano Rajoy, a través de su ministro de Exteriores José María Margallo, firmó un acuerdo en 2015 con EEUU por el cual se harían cargo de los residuos, pero no tenía fecha ni compromiso: siguen ahí.

¿Cómo pudo ocurrir el accidente?

¿Cómo pudo ocurrir el accidente? Según el informe del departamento de Defensa de EEUU, cuando a las 10:15 un bombardero B-52 y su correspondiente avión cisterna –Troubadour 12- se disponía a repostar en el aire, uno de los tripulantes del último comunica a su piloto que una gran bola de fuego acababa de estallar en el aire, seguida de lo que parecía ser la parte central de un ala de avión suelta dando vueltas sin rumbo -National Archives-. En tierra, Miguel Castro Navarro, un agricultor de tomates, contempló a su vez una tremenda explosión en el nítido cielo azul seguido de una lluvia roja y negra.

La había producido el carburante en llamas del avión cisterna que repostaba a otro B-52 cargado de armas nucleares. Ambos bombarderos seguían la ruta habitual de lo que entonces era una de las operaciones estratégicas de la Guerra Fría, el constante vuelo de la Fuerza Aérea con armas nucleares bordeando las fronteras de la URSS como un elemento más de la disuasión.

Quizás evitó una guerra pero provocó accidentes. Su evocación recuerda al clásico de Stanley Kubrick ‘Teléfono rojo, volamos hacia Moscú’ que se había estrenado tan sólo dos años antes.

En la ruta pasaban por España, el lugar donde uno de esos bombarderos nucleares chocó con su avión cisterna para caer ambos envueltos en una bola de fuego al suelo de Palomares, Huelva. La Guardia Civil fue la primera en presentarse en el lugar del accidente. Según su evaluación como resultado de la colisión, los cuatro tripulantes del avión cisterna que estalla en llamas en pleno vuelo murieron en el acto, mientras que de los siete miembros que viajaban en el bombardero B-52, cuatro sobrevivieron tras lanzarse con éxito en paracaídas.

En la base de Torrejón, el general Delmar Wilson, jefe al mando de la 16ª fuerza aérea en España, recibió a las 10:40 del 17 noticias del accidente y comprendió rápidamente la magnitud. Tras avisar Washington y a sus superiores del Mando Estratégico Aéreo en Omaha, Nebraska, (Strategic Air Command en inglés, o SAC, máximo organismo responsable de la misión de los bombarderos) salió a toda velocidad hacia la cercana base de San Javier en Murcia para visitar cuanto antes el lugar del accidente y valorar la situación.

EEUU muestra su disposición a buscar la mejor solución para Palomares
EEUU muestra su disposición a buscar la mejor solución para Palomares

Su repentina marcha de la base de Madrid sería una de las razones clave para que la prensa sospeche en los días siguientes que no se trataba de un simple accidente aéreo, si no de algo más grave. La noticia también le llegó al General Stanley Donovan, jefe de todas las operaciones militares conjuntas entre EEUU y España, que es el que avisó a su vez al general Muñoz Grandes, vicepresidente del Gobierno, de que había ocurrido un accidente en el que estaban involucradas armas nucleares.

Mientras, los confiados habitantes de Palomares y los Guardias Civiles, ayudaban a los heridos y se acercaban a los escombros, expuestos a la más que probable radiación de los artefactos nucleares dispersados en el accidente. Todos consideraban un milagro que tras la violencia y cercanía de los impactos sobre el pueblo almeriense, no hubiera ningún herido español ni ningún destrozo de importancia. Pero había un peligro muy real, aunque fuera invisible.

A mediodía, el mando aéreo estratégico de EEUU despliega en los alrededores de Palomares a unas 40 personas de la base de Morón. Su objetivo principal es buscar las cuatro bombas que llevaba el B-52 y chequear la zona del siniestro para comprobar si se han producido radiaciones.

Las primeras pruebas realizadas por los estadounidenses en los alrededores del desastre descartan una detonación nuclear, pero aún tenían que encontrar las bombas “en alguna parte de la creciente oscuridad” como rezaba el informe de defensa. La primera bomba se localizó hacia el final de la tarde tras el aviso de un Guardia Civil, a unos 270 metros de la playa. El paracaídas que llevaba para amortiguar la caída estaba abierto y la bomba parecía que intacta; los tests de radiación dan negativo.

"Presencia significativa de contaminación alfa en el área"

A la mañana siguiente se encontró la segunda bomba en un cráter de seis metros de diámetro y dos de profundidad; evidentemente, el explosivo convencional había sido detonado liberando parte del plutonio. Según los militares “existe presencia significativa de contaminación alfa en el área”. Una hora más tarde se encuentra en los límites del pueblo la tercera bomba, que como la anterior, también había explotado, dejando escapar radiación producida por el plutonio.

El daño no es catastrófico pero sí considerable; la secuencia de detonación necesaria para conseguir la reacción nuclear se había evitado, pero las explosiones convencionales liberaron plutonio –y quizás parte de uranio- y por tanto, radiación de partículas alfa. De las tres partículas que emiten estas bombas termonucleares, las alfa, beta y gamma, las primeras son las menos peligrosas ya que permanecen prácticamente estáticas -como una nube de polvo- y no pueden atravesar la piel. No obstante, pueden ser inhaladas –la forma más peligrosa- o ser ingeridas al estar presentes sobre los alimentos, aunque en este caso si la concentración no es muy alta pueden pasar a través de sistema digestivo sin que se produzcan daños.

En cualquier caso, los riesgos de estar en contacto con altas concentraciones incluyen posibles efectos cancerígenos sobre el organismo. En ese momento se consideraba difícil que la gente hubiera recibido directamente la radiación, pero la tierra, la vegetación y algunos cultivos estaban ya con toda seguridad contaminados. Lo seguirán estando durante años especialmente los cerca de 50.000 metros cúbicos de tierra que señala el Ciemat y que aún no han sido retirados.

Respecto a la gestión del accidente, España se encuentra con que según los tratados firmados con EEUU correspondía a Washington dirigir las labores de rescate y desescombro siempre y cuando se tratase de material norteamericano –como es el caso- quedando además la vigilancia y control de la zona delimitada bajo un mando conjunto. La cuestión vendrá después cuando tras localizar y recuperar la cuarta y última bomba EEUU -cuya localización facilitó el célebre pescador lugareño Paco ‘el de la bomba’, después de que los expertos de EEUU la buscaran incluso con submarinos- se desentienda de la gestión de los residuos.

Entremedias, lo que quedó entonces durante el régimen y en la memoria nacional fue el baño del entonces joven ministro Manuel Fraga y el embajador de EEUU para demostrar que no había peligro de radiación. El periplo se ha contado infinidad de veces. Lo esencial es que sí había riesgo de radiación, aunque fuera pequeño.

Lo explicó Tad Szulce en el 'New York Times': "Los militares con la ayuda de la Guardia Civil han cerrado campos dónde los tomates esperan ser recogidos. Los agricultores tienen prohibido entrar aún cuándo no se les explica claramente porqué. Los de Palomares han visto a norteamericanos con máscaras verdes y extraños objetos quemando tomates y judías. No saben que las máscaras son anti-radiactivas, que los aparatos son detectores Geiser y que su pueblo está bajo sospecha de contaminación nuclear".

La realidad es que no se sabe a ciencia cierta si los habitantes expuestos desarrollaron enfermedades debido a la radiación pero sí que aún permanecen los residuos y que el americio será un problema mayor dentro de diez años. La Flecha Rota, sigue en Palomares 55 años después. EEUU no la ha retirado.

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