Ibrahim bah: “salvé a mi hija de la mutilación genital”


Miles de mujeres del cuerno de África sufren cada día la mutilación genital, una tortura disfrazada de tradición que simboliza el paso de niña a mujer y del que Ibrahim Bah salvó a su hija de tan sólo nueve años.
“Me llevo a Aissata conmigo a España, no voy a dejar que la mutiléis”, esas fueron las palabras que Ibrahim dijo, desde el aeropuerto de Guinea, a su madre tras rescatar a su hija de la “fiesta de la mutilación”, palabras a las que ella respondió: “Te llevarás a tu hija, pero has perdido a tu familia”.
Emigrar a España buscando un futuro mejor, afrontando las dificultades de un nuevo país y luchando por conseguir trabajos, que aunque precarios, le servían para salir adelante. “El cuerpo aquí, pero la mente en Guinea, en mi hija y en lo que le esperaba si yo no lo remediaba”, emocionado, declara Ibrahim a Servimedia.
En 2001 Ibrahim fue empadronado en España. Cada año viajaba a Guinea y en agosto de 2004 nació su primer hijo, una niña llamada Aissata.
En uno de sus regresos a casa, en 2007, su mujer le comunicó su deseo de practicarle la ablación a su hija. Después de mucho discutir, Ibrahim cedió. Sin embargo, obligó a su esposa a que no fuera “ahora, sino más adelante, cuando la niña fuera más mayor”. “Este fue sólo el primer intento” comenta Iel guineano.
Durante su vuelta a España, Ibrahim buscó ayuda, para ver cómo podía impedir que mutilaran a su hija. “Contacté con una abogada que mandó una carta a Guinea, de parte de la Comunidad de Madrid. En ella ponía que está prohibido hacer la mutilación genital femenina, pero la respuesta por parte de Guinea fue que eran asuntos familiares en los que la policía no podía intervenir.
Distintas organizaciones y asociaciones en defensa de los derechos humanos como Amnistía Internacional, Cruz Roja o Acnur, entre otras, siempre le deban una negativa y decían que no podían ayudarle, pero gracias a la abogada de la Asociación Comisión Católica Española de Migración (Accem), María Goñes, que le puso en contacto con el Ministerio de Exteriores y le gestionó toda la documentación necesaria para solicitar la reagrupación familiar, se puso en marcha la venida a España de Aissata.
“Han sido tres años de lucha en los que no he dejado de tocar a todas las puertas hasta que al fin, una me abrió y me dio esperanzas para traer a mi hija” cuenta con una sonrisa Ibrahim y añade: “nunca me cansé ni perdí la esperanza”.
El 21 de junio de 2013 “por fin” consiguió cita para tramitar el visado de Aissata para poder traerla. Ése mismo día viajó a Guinea con la excusa de asistir a la “fiesta de mutilación”. “Yo le dije a mi familia que quería estar presente en ese momento, pero mi mujer sabía la verdad. Sabía que me la llevaría conmigo a España”.
El día 12 de julio, ya desde el aeropuerto, Ibrahim llamó a su madre y le dijo que regresaba a España y que se llevaba a su hija. A partir de ese momento la familia de Ibrahim reniega de él y la niña y su madre le continúa diciendo que nunca le va a perdonar lo que ha hecho.
Actualmente, la mujer y el hijo de Ibrahim se encuentran en Guinea, “quiero traerlos a España, pero lo haré con más calma, puesto que la que me urgía era mi pequeña”, explica. “Ahora mi mujer y mi hijo están apartados de la comunidad porque son considerados “parias” que han engañado a su pueblo y que han permitido la “deshonra de una familia”.
ABLACIÓN
“Tras ver la cara de sufrimiento de mi hermana, después de que la mutilaran, decidí que era algo que no me gustaba”, cuenta Ibrahim.
Dos caras de una misma realidad, la madre de Ibrahim llena de orgullo y felicidad por hacer mujer a su hija y la de su hermana un rostro lleno de tristeza y dolor al que le habían quitado parte de su vida.
La africana es una cultura cerrada, llena de tradiciones y muy supersticiosa que considera que “las mujeres que no están mutiladas son putas que se van con cualquier hombre” explica Ibrahim.
“Es necesario que los africanos se comuniquen entre ellos y que se abran, que entiendan que estas tradiciones son arcaicas u qie hoy por hoy no tienen sentido” reclama el guineano.
Hoy Aissata vive y estudia en España. Es una niña de 10 años que todavía no sabe todo lo que ha hecho su padre por ella y que, estando en Guinea, incluso le pidió que quería que la mutilaran para que sus amigas no se ríeran de ella, por ser la única a la que no se lo habían hecho. Pero cuando sea más mayor comprenderá que su padre le ha salvado de una vida incompleta y que le ha llevado a una vida plena y feliz.

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