Indonesia, el archipiélago de las grandes diferencias

  • En Bali, los hoteles y restaurantes de lujo están por todos lados, pero no ocurre lo mismo en la vecina isla de Nusa Penida. Allí, la economía de subsistencia es la norma y el 25 por ciento de la gente vive por debajo del umbral de la pobreza.
En Bali, los hoteles y restaurantes de lujo están por todos lados, pero no ocurre lo mismo en la vecina isla de Nusa Penida.
En Bali, los hoteles y restaurantes de lujo están por todos lados, pero no ocurre lo mismo en la vecina isla de Nusa Penida.
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Sara Schonhardt, Bali (Indonesia) | GlobalPost

En una isla al sureste de Bali, Ibu Astuti se pasa el día cosiendo hojas de palma para hacer unas delicadas cestas llamadas canang. Varias veces al día, las mujeres colocan pequeños canang en los altares de los templos. Es una tradición hindú que gusta a los extranjeros que visitan Indonesia.

Pero, a diferencia de otras muchas mujeres que se benefician del empleo que genera el creciente sector turístico en Bali, a Astuti apenas le llega parte de esa riqueza.

Al contrario de Bali, la isla en donde viva Astuti, Nusa Penida, cuenta con muy pocas infraestructuras. Es montañosa y seca, con escasez de agua fresca. Sus habitantes dependen de las islas cercanas para conseguir comida. Hay pocos empleos y pocas escuelas. Las alergias en la piel, las narices que moquean y la malnutrición son problemas de salud habituales.

El profundo contraste entre Bali y Nusa Penida, dos islas separadas por un trayecto en barco de 90 minutos, ilustra uno de los mayores contrastes de riqueza en el sudeste asiático. Aunque la cifra de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza en Bali es de los menores del país (menos del 5 por ciento), en las vecinas islas de Nusa Tenggara casi una cuarta parte de la población es pobre, según las estadísticas oficiales.

En el patio de tierra al lado de su casa azotada por las inclemencias del tiempo, Luh Rumi acuna a su hija de siete meses, Ketut, que se rasca distraída la herida roja que tiene en la cabeza. Rumi cree que se trata de una alergia, pero no puede permitirse llevar a Ketut a un médico en Bali, en donde hay numerosas clínicas relucientes y restaurantes de lujo frecuentados por la élite del país.

Según datos de la ONU, la mitad de la población de Indonesia vive con poco más de un euro al día, frente al 26 por ciento de Tailandia.

La clase media está creciendo rápidamente, pero por ahora gasta tan sólo un poco más que los pobres. Al mismo tiempo, el tramo de gente más rica se distingue a grandes rasgos por beneficiarse de sus conexiones políticas y saquear los recursos naturales de Indonesia.

"Ahora todo el mundo combate la desigualdad de boquilla, pero no hay nada en sus políticas para afrontarla", denuncia Wimar Witoelar, analista político y portavoz de ex presidente BJ Habibie. "En este momento estamos dando dos pasos hacia delante, y tres pasos hacia atrás".

Indonesia ha logrado algún avance en infraestructuras mediante sociedades púbico-privadas, pero a los programas sociales les queda todavía tienen mucho que mejorar.

El desempleo persistente y una enorme economía sumergida están ahogando la innovación y la productividad del país, según el Informe de la Competitividad de Indonesia. "El crecimiento no hará que ninguno de estos problemas desaparezca, y de hecho podría aumentar alguno de ellos", señala el documento. "Con una quinta parte de la población viviendo todavía en la miseria y la mitad apenas por encima del umbral de la pobreza, la creciente desigualdad, el alto precio de los alimentos, del combustible y del gas, hay riesgo de que se produzcan disturbios sociales".

"Si no se incluye el componente de la sostenibilidad medioambiental en las medidas de desarrollo del país, el crecimiento a largo plazo no se podrá mantener", explica Abdul Halim, director para Indonesia del programa marítimo de la organización ecologista internacional The Nature Conservancy. "El principal capital de Indonesia son sus recursos naturales. De ellos dependen el crecimiento del país y los ingresos de millones de personas", asegura.

The Nature Conservancy trabaja con el Gobierno de Indonesia en la remota zona oriental del país para establecer zonas marítimas protegidas que permitan la continuidad de la economía tradicional, y a la vez contribuyan a la conservación de la naturaleza.

En la isla en la que vive Astuti esas zonas protegidas permitirán la pesca sostenible y el cultivo de algas, que son la fuente de trabajo e ingresos de cientos de familias tanto en Nusa Penida como en las vecinas Ceningan y Lembongan.

Indonesia es el principal productor de algas marinas del sudeste asiático, con cerca de 3 millones de toneladas recogidas en 2010 y la previsión de duplicar este año las exportaciones del sector, aprovechando el aumento de la demanda en China para su uso en cosméticos, alimentos y medicinas.

Pero una economía dependiente de las capturas del mar implica riesgos añadidos para una zona que sufre cada vez más las consecuencias de la degradación medioambiental.

"Las algas marinas son desde hace mucho tiempo el principal ingreso de la mayoría de los habitantes de Nusa Penida", explica Halim. "Y es uno de los ejemplos de lo que quiero decir cuando digo que la conservación de la naturaleza tiene que beneficiar a la gente".

Eso significa que hay que garantizar zonas de cultivo con agua de buena calidad y erradicar prácticas destructivas como la pesca con dinamita, que daña la fertilidad de los océanos.

Las autoridades reconocen la importancia de elevar el nivel de vida en las zonas remotas y poco desarrolladas de Indonesia, como Penida y las Nusa Tenggara, pero sus acciones al respecto todavía no se dejan sentir entre los habitantes de esas islas. Es el caso de Wati. Durante la época de la cosecha, vive en una chabola en la costa de Lembongan con su marido y su hija de 13 años, que también trabaja recogiendo algas.

Asegura que es una vida cómoda, pero no exenta de preocupaciones. "La economía de Indonesia está creciendo, pero nosotros todavía tenemos que trabajar exclusivamente para poder comer", se lamenta.

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