Irak se prepara para las legislativas entre propaganda y puestos de control

  • Tres días antes de los comicios legislativos en Irak, Bagdad está invadida de anuncios electorales y puestos de control, mientras los ciudadanos esperan un cambio de rumbo político y el fin de la división sectaria.

Mohamed Siali

Bagdad, 27 abr.- Tres días antes de los comicios legislativos en Irak, Bagdad está invadida de anuncios electorales y puestos de control, mientras los ciudadanos esperan un cambio de rumbo político y el fin de la división sectaria.

Las principales calles de la ciudad, como las de Al Saadún, Al Rashid o Abu Nuas, están adornadas con carteles de los candidatos de todas las alianzas políticas.

Entre ellos figuran el actual primer ministro, Nuri al Maliki, que lidera la coalición chií Estado de Derecho; el dirigente de la coalición laica Al Iraqiya, Ayad Alaui; o el líder de la alianza Al Islah al Watani, Ibrahim al Yafari, que fue el primer jefe de Gobierno tras la caída del régimen de Sadam Husein en 2003.

La regla común entre las pancartas es limitarse solamente a enseñar la foto del candidato, su nombre y su coalición política, sin anunciar su programa electoral, aunque en algunas sí aparece.

Al Maliki es "el comandante que tiene una visión clara para un Irak fuerte y unido", según algunos carteles, mientras otros lo presentan como el que "mejor" puede sacar al país de la crisis.

En la céntrica plaza Tahrir, ubicada a orillas del río Tigris, la propaganda electoral ha conseguido tapar el famoso Monumento de la Libertad, construido en 1959 por el destacado escultor iraquí Yauad Salim.

Pese a la violencia, que el viernes se cobró la vida de una treintena de personas en un atentado contra un mitin chií en Bagdad, las formaciones políticas organizan campañas con caravanas de vehículos en las calles de la capital o encuentros públicos bajo protección militar.

Mientras, algunos ciudadanos ven en los comicios una oportunidad para cambiar a los líderes políticos del país, como un primer paso para acabar con la división sectaria y el deterioro de seguridad.

Abu Mohamed Qasem, un taxista de 43 años de edad, dijo a Efe estar "harto" de las figuras políticas y las discordias religiosas entre chiíes y suníes. "Nosotros queremos trabajar, comer y seguridad, nada más", agregó.

Otro iraquí, Qasem, señalaba con el dedo tres tiendas de alcohol abiertas y añade: "Los iraquíes están desesperados por la situación y toman whisky para olvidar".

Y un vendedor de libros, Hamed al Ali, mostró su esperanza en que un laico alcance la jefatura del Gobierno para contener los conflictos sectarios.

Esas elecciones se celebran en medio de una escalada terrorista. El yihadista Estado Islámico de Irak y de Levante ha avanzado en las provincias de mayoría suní como Al Anbar (oeste) y ha cometido sangrientos atentados contra chiíes y policías en el país, principalmente en Bagdad.

Desde enero pasado, el Ejército se enfrenta a los extremistas y a combatientes tribales suníes en provincias como Al Anbar, lo que ha supuesto un aumento de los desplazados internos.

Precisamente el presidente de la Comisión Electoral iraquí, Serbest Mustafa Rashid, informó hoy en una conferencia de prensa de que se han preparado 98 mesas electorales para 26.350 ciudadanos que huyeron de sus hogares en Al Anbar a lugares de esa provincia o de otras distintas.

Otros 534 colegios se han habilitado para que mañana puedan sufragar las fuerzas de seguridad, los guardias penitenciarios y los médicos y enfermeros de los hospitales, como está previsto.

Más de un millón de estas personas están llamadas a votar, dentro de los casi 20,5 millones de votantes registrados en total.

Rashid afirmó,además, que los iraquíes en el extranjero comenzaron hoy a votar, y los primeros fueron los que están en Australia y Nueva Zelanda.

Entre tanto, la capital de Irak se ha convertido en una especie de gran cuartel, donde las fuerzas del Ejército y los servicios de seguridad están desplegados en todos los rincones, equipados con vehículos blindados y diferentes armas.

No faltan los carteles de apoyo al Ejército y los que piden ayuda internacional para combatir el extremismo.

Pese a todo, "los iraquíes quieren la vida y cuando hay una explosión, la vida no se para y el movimiento vuelve en diez minutos al lugar del atentado", apuntó a Efe el iraquí Kazem Al Mushara en una céntrica calle bagdadí.

Un signo de esperanza frente a la violencia que el año pasado causó la muerte de más de 8.860 personas, de las que 7.818 eran civiles, según Naciones Unidas.

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