Javier Fernández, el tímido idealista que renovó el socialismo asturiano

  • Quienes le conocen bien dicen que Javier Fernández es un idealista moderado, serio, austero, prudente, tímido y discreto, rasgos a los que acompaña la autoridad con la que ha sido capaz de imprimir calma, renovar y tomar las riendas del socialismo asturiano durante los últimos doce años.

Jaime Martín

Oviedo, 23 mar.- Quienes le conocen bien dicen que Javier Fernández es un idealista moderado, serio, austero, prudente, tímido y discreto, rasgos a los que acompaña la autoridad con la que ha sido capaz de imprimir calma, renovar y tomar las riendas del socialismo asturiano durante los últimos doce años.

Pero las señas de identidad de este ingeniero de minas de 64 años que lleva el socialismo en la sangre -es sobrino nieto de Manuel Llaneza, fundador del sindicato minero SOMA- son precisamente los argumentos que utilizan sus detractores para cuestionar su capacidad de entusiasmar a las bases y plantear que el sitio de este "tímido en proceso de reconversión", como él mismo se define, está en la segunda fila y no como cabeza de cartel.

La de hoy ha sido su segunda oportunidad para presidir el Principado, tras las elecciones de mayo de 2010 en las que consiguió un diputado menos que el recién llegado a la política regional, Francisco Álvarez-Cascos, con el que hoy ha vuelto a medir sus fuerzas.

Aunque en mayo de 2010 consiguió ser el más votado, Fernández ha repetido en las últimas semanas que ese tipo de victorias morales de nada le sirven si no le permiten gobernar.

Hace diez meses acordó dejar la iniciativa de formar gobierno a Cascos, una decisión que no fue entendida por una buena parte del partido que ahora podría verse de nuevo en la oposición si Foro y PP finalmente llegan a un pacto.

Su elección como candidato apenas se cuestionó entonces y el camino se vio allanado por la decisión de expresidente Vicente Álvarez Areces de no dar la batalla y dejar finalmente la vía libre a Javier Fernández, con quien siempre ha mantenido una relación respetuosa, pero distante.

Javier Fernández había llegado a la secretaría general de la Federación Socialista Asturiana (FSA-PSOE) en el año 2000 al imponerse por un pequeñísimo margen a Álvaro Álvarez, el candidato apoyado por un Areces quien acababa de instalarse un año antes en el palacio de Suárez de la Riva, sede de la Presidencia del Principado.

Nacido en Mieres, en una familia obrera de represaliados de la guerra, llegó arropado por el sector "guerrista" que se agrupaba en torno al líder del sindicato minero SOMA-FIA UGT, José Ángel Fernández Villa, su gran valedor.

Éste último había terminado por asumir que "Tini" Areces, tras doce años de alcalde de Gijón, era la mejor opción para optar a la presidencia del Principado tras la única etapa que ha gobernado la derecha en Asturias, entre 1995 y 1999.

Al final se demostró lo acertada de esa "dolorosa" elección con los 24 escaños que cosechó y que le dieron la mayoría absoluta a Areces, líder de los renovadores que intentó a partir de ahí tomar el control del partido, aunque sin conseguirlo nunca.

Lejos queda ese techo electoral para un PSOE que con los 16 diputados que ha cosechado hoy no vive sus mejores momentos al haberse visto arrastrado por una crisis más profunda de lo esperado, por el "huracán" Francisco Álvarez-Cascos, que con su partido Foro Asturias ha conseguido aumentar la representación de la derecha, y por el caso Marea destapado hace ahora un año.

Este presunto caso de corrupción, en el que se vio involucrado un consejero de Areces, llevó también a Javier Fernández a sacar de las listas a todos los miembros del anterior Gobierno y a dejar un tanto al margen la gestión de su antecesor a la hora de afrontar sus campañas electorales de forma bien distinta al ahora senador.

Muy celoso de su vida privada -vive en Gijón, está casado con Carmen Fernández, su novia del instituto, y tiene una hija que estudió medicina- Fernández ha sido director general de Minas, consejero de Industria en el primer gabinete de Areces, senador y diputado nacional en 1996, periodo en el que hizo piña con los diputados renovadores que finalmente alzaron a José Luis Rodríguez Zapatero a lo más alto del partido.

Entusiasta partidario de Alfredo Pérez Rubalcaba, ha demostrado su talante conciliador y capacidad de mando para calmar las aguas del socialismo asturiano que, salvo que vuelva a repetirse la falta de entendimiento entre las fuerzas de la derecha, puede pasar los próximos años en la oposición ganador.

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