La derecha israelí llega con fuerza a unas elecciones poco reñidas

  • Benjamín Netanyahu parte con todas las papeletas de batir un récord (triplicar como jefe de Gobierno en Israel) en las elecciones menos reñidas de la historia reciente del país, marcadas por la esperada victoria de la derecha, el fulgurante ascenso de la ultraderecha y la fragmentación del centro.

Antonio Pita

Jerusalén, 17 ene.- Benjamín Netanyahu parte con todas las papeletas de batir un récord (triplicar como jefe de Gobierno en Israel) en las elecciones menos reñidas de la historia reciente del país, marcadas por la esperada victoria de la derecha, el fulgurante ascenso de la ultraderecha y la fragmentación del centro.

Hasta 34 partidos se disputarán el próximo día martes 22 los 120 asientos del Parlamento o Knesset a través de un sistema de voto proporcional y de circunscripción única que garantiza la representatividad de la diversidad social, pero fragmenta la cámara y obliga a formar coaliciones.

Quedarán fuera del Parlamento, que luego elige al primer ministro, las formaciones que obtengan menos del 2 por ciento de los votos.

Israel cuenta con dos grandes partidos históricos: el Likud y el Laborista, que representan respectivamente a derecha e izquierda, delineadas más por sus posiciones sobre la paz con los palestinos que por modelos socioeconómicos.

El Likud, que lidera Netanyahu, concurre en esta ocasión con Israel Beitenu, la formación aún más nacionalista del hasta hace poco titular de Asuntos Exteriores, Avigdor Lieberman, número dos en la lista y pendiente de juicio por presunto fraude y abuso de confianza.

Según las encuestas, la jugada de la papeleta única, anunciada por sorpresa en octubre, les da bastantes menos diputados (34) de los que obtuvieron por separado en 2009 (42), ya que una parte de sus respectivas bases sociales no ve la alianza con buenos ojos y abraza ahora la gran revelación de los sondeos: el partido de extrema derecha HaBait Hayehudí.

HaBait Hayehudí, que representa al nacionalismo religioso más radical y es la punta de lanza del movimiento colono, ha ido ascendiendo en los sondeos de forma meteórica, impulsado principalmente por el carisma de su nuevo líder, Naftali Bennett, un exitoso empresario y comandante en la reserva de una prestigiosa unidad de élite.

El programa de parodia política más popular del país, "Eretz Nehederet", ironizaba sobre Bennett con el diseño por ordenador de un nuevo líder ultraderechista, con la kipá más pequeña y sin barba ni "mirada de fanático", pero con la misma ideología.

El partido, que tiene como lema "Algo nuevo empieza", defiende la anexión de dos tercios del territorio ocupado de Cisjordania y rechaza de plano negociar la paz con los palestinos.

En una entrevista durante la campaña, Bennett aseguró que, por motivos de conciencia, él personalmente no cumpliría como militar una orden de evacuación de un asentamiento judío, si bien dejó claro que no llamaba a los soldados a seguir su ejemplo.

Netanyahu le atacó con dureza para frenar el trasvase de votos, jugando la carta de la importancia de cumplir las órdenes en el Ejército, pero Bennett salió reforzado de la polémica y roza ya los 16 escaños.

Lo más seguro, no obstante, es que ambos compartan Ejecutivo, ya que los partidos de derecha y ultraortodoxos suman unos 66 escaños, frente a los 54 de las formaciones de centro, izquierda y árabes, de acuerdo a los sondeos.

El Laborismo, con 16-17 diputados, compite con Habait Hayehudí por el puesto de segunda fuerza política de la mano de una experiodista, Shely Yajimovich, que hace campaña en torno a temas socioeconómicos en detrimento de la paz con los palestinos.

Su estrategia no ha dado los frutos deseados (pierde un diputado por semana en los últimos sondeos) y a principios de mes, para tratar de frenar la sangría de votos que provocaba su indefinición, Yajimovich aclaró que no gobernará con Netanyahu.

La líder laborista intentó crear un bloque anti-Netanyahu con dos partidos de centro que oscilan entre los 8 y los 11 escaños, Hatnuá, de la exministra de Asuntos Exteriores Tzipi Livni, y Yesh Atid, del popular presentador de televisión Yair Lapid, pero el encuentro acabó en bronca.

Tanto Livni como Lapid han dado a entender que podrían integrar el Ejecutivo de coalición, en el que se prevé que estén también los dos partidos ultraortodoxos (el sefardí Shas y el ashquenazí Judaísmo Unido de la Torá) que se harían con 10 y 5-6 escaños, respectivamente.

Si pasan la barrera del 2 por ciento, también podrían entrar Kadima (que pasa de fuerza más votada en 2009, con 28 asientos, a la práctica irrelevancia) y el partido más a la derecha del mapa político, Otzmá leIsrael.

Una de las pocas alegrías para la izquierda es el esperado ascenso de Meretz, buque insignia de la izquierda sionista pro-paz, que podría doblar sus actuales tres escaños gracias a los votos de los decepcionados con el abandono de la cuestión palestina por el Laborismo.

Hadash, la formación judeo-árabe vertebrada por el Partido Comunista, mantendría sus actuales cuatro o perdería uno, en parte por la aparición de Dam, una nueva formación de perfil similar y liderada por una mujer, Asma Agbariya, que difícilmente entrará en el Parlamento pero está picoteando con fuerza en la misma base electoral.

La Lista Árabe Unida-Taal y Balad, los dos partidos netamente formados por palestinos con ciudadanía israelí (un quinto de la población del país), volverían a sumar siete legisladores, según las encuestas.

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