La expresidenta Arroyo, acosada por la corrupción durante su mandato

  • A la expresidenta filipina Gloria Macapagal Arroyo, que hoy compareció ante la Justicia acusada de fraude electoral tras pasar tres meses detenida, le persigue la presunta corrupción durante su mandato, que concluyó en 2010.

Manila, 23 feb.- A la expresidenta filipina Gloria Macapagal Arroyo, que hoy compareció ante la Justicia acusada de fraude electoral tras pasar tres meses detenida, le persigue la presunta corrupción durante su mandato, que concluyó en 2010.

Aquejada de un problema en la columna vertebral que la permite cumplir su detención en un hospital militar, Arroyo afronta los tribunales tras una carrera política marcada por la controversia.

Pese a los buenos datos macroeconómicos de su presidencia (2001-2010), sus índices de popularidad estaban en mínimos cuando traspasó el testigo a Benigno Aquino, el ganador de las presidenciales.

Los múltiples casos de corrupción que la salpicaron directa o indirectamente, el aumento de la brecha social entre ricos y pobres y los numerosos asesinatos de periodistas y activistas defensores de los derechos humanos derrumbaron su imagen de exitosa política salida de una familia de intachable pasado.

Su padre fue Diosdado Macapagal, uno de los presidente filipinos y que se inscrito en la historia nacional con calificativos como el "incorruptible".

Es improbable que Arroyo imaginara, ni en sus peores pesadillas, que pudiera correr una suerte similar a la de su antecesor en el cargo, Joseph Estrada (1998-2001), un rudo actor de serie B metido a político.

Estrada, que se convirtió en el presidente más votado en las elecciones de 1998, fue detenido, acusado de corrupción y condenado a cadena perpetua, pero no cumplió la pena porque Arroyo le salvó con una amnistía.

Nacida el 5 de abril de 1947 en una de las familias más poderosas de la fértil provincia de Pampanga (Luzón), conoció los atractivos del poder desde su adolescencia, cuando su padre se convirtió en presidente de Filipinas en 1962.

La futura líder era una estudiante modélica, que tras graduarse en el Convento de la Asunción de Manila fue compañera de clase de Bill Clinton cuando cursó Relaciones Internacionales en Georgetown.

A su regreso a Filipinas, se doctoró en Economía por la Universidad de Filipinas y más tarde tuvo como alumno en la Universidad Ateneo de Manila al que hoy es su sucesor y gran enemigo político, Benigno Aquino.

La madre de Aquino, Corazón, que lideró el movimiento democrático en el que también participó Arroyo para derrocar al dictador Ferdinand Marcos, impulsó de forma definitiva su prometedora carrera política al nombrarla en 1988 vicesecretaria de Comercio.

En 1992, gana un escaño de senadora y seis años después sale elegida en las urnas vicepresidenta de Filipinas, a la sombra del populista Estrada.

Cuando surgieron la acusaciones de corrupción contra Estrada, en 2000, Arroyo se unió a la revuelta popular encabezada por la Iglesia Católica que pedía su dimisión.

Estrada, un actor mujeriego y juerguista que encandila a las clases más pobres cayó en enero de 2001 y dejó paso a la vicepresidenta, quien inauguró su mandato con las promesas de terminar con el nepotismo, la corrupción y la pobreza.

Pronto comenzó el desencanto con las primeras acusaciones de fraude en un país acosado por los interminables conflictos con las guerrillas musulmanas y comunistas y la irrupción del sangriento terrorismo islamista de Abu Sayyaf, vinculado a Al Qaeda.

En 2003, capeó la primera gran crisis de su presidencia cuando un grupo de militares ocupó un complejo de lujo de Manila y exigió su dimisión y la de otros miembros corruptos del Gobierno.

La crisis se zanjó el mismo día y sin víctimas, con la rendición de los alzados.

Arroyo ganó las presidenciales de 2004, pese a haber asegurado a priori que no se presentaría, por un estrecho margen ante otro actor popular, Fernando Poe, en medio de acusaciones de fraude masivo a su favor.

Los siguientes seis años del mandato le permiten demostrar que es un animal político con una asombrosa capacidad de resistencia y saldrá adelante en medio de conspiraciones golpistas, escándalos de fraude económico y electoral y numerosos procedimientos en el Legislativo para destituirla.

No obstante, el día en que abandonó el palacio de Malacañang comenzó su actual calvario, pese a ganar un escaño de congresista en la oposición que le imbuye de cierta inmunidad.

A punto de cumplir 65 años, Arroyo ya no lucha por el poder, sino por eludir la cárcel.

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