La Fundación Gulbenkian, el Ministerio de Cultura oficioso de Portugal

  • Susana Irles.

Susana Irles.

Lisboa, 1 dic.- La Gulbenkian, una fundación creada por un filántropo millonario del petróleo y financiada en parte por el mismo oro negro, se ha ganado el reconocimiento de ser, en la práctica, el Ministerio de Cultura oficioso de Portugal.

En una Europa en guerra, Lisboa se convirtió en 1942 en el refugio tranquilo de uno de los hombres más ricos de la época, el magnate y coleccionista de arte armenio Calouste Sarkis Gulbenkian.

Más de medio siglo después, el legado de este "rey del petróleo" es hoy un asilo para la cultura en un país bajo asistencia financiera internacional desde 2011, atosigado por cuadrar cuentas y con una drástica reducción del gasto público.

Con una plantilla de unos 500 empleados, la entidad es una de las doce mayores fundaciones del mundo y se gestiona según la máxima exigida en el testamento del empresario: servir a la humanidad.

Si en su nacimiento la fundación en 1956 se ganó el sobrenombre del Ministerio de Cultura que Portugal no tenía, en 2011 aquella idea revivió tras la supresión de dicho organismo público, dentro de la batería de recortes que acompañó la llegada al poder del primer ministro conservador Pedro Passos Coelho.

A nivel internacional, una prestigiosa biblioteca de arte en su sede en Lisboa atrae a estudiosos de todo el mundo, junto a un museo con obras de Rembrandt, Rubens, Van Dyck y Renoir, tesoros de porcelana rara china o tapetes persas.

La mayoría de sus iniciativas se destinan al arte (38 %) y la educación (28 %), seguidas de acciones en el ámbito de la ciencia (21 %) y la caridad (13 %).

Pero su labor es sobre todo reconocida en Portugal como impulsora de becas, exposiciones, conferencias y conciertos que absorben casi un 40 % de unos 100 millones de euros (135,9 millones de dólares) del presupuesto anual de la fundación.

En cifras, la Gulbenkian gasta la mitad de lo que el Gobierno luso prevé dedicar a toda la actividad cultural en el próximo año (199 millones de euros o 270 millones de dólares), en el que se recortarán las partidas de principales entidades públicas del sector, como el Instituto de Cine y de lo Audiovisual, o la Dirección General de Patrimonio Cultural.

Detrás de la capacidad financiera de la fundación, la historia de los orígenes de su fundador, conocido en su época como "el señor 5 %", en alusión al porcentaje de acciones que lograría sostener en la Compañía Petrolífera Turca a pesar de las reorganizaciones posteriores de la empresa.

Una vez asegurada su fortuna y con ella la financiación de su pasión coleccionista, se preparó para emigrar a EE.UU. por la inestabilidad belicista en Europa, pero un hecho casi fortuito, la invitación del embajador luso en Francia en 1942, le hizo recalar en Lisboa.

En una Europa incendiada por la guerra, Portugal seguía como país neutral y la paz encontrada en el desaparecido Hotel Aviz le fue suficiente para vivir los últimos trece años de su vida y donar su legado a la capital portuguesa, sin más razones que pagar pocos impuestos y sentirse ignorado, según cuentan sus biografías.

Hoy la acción filantrópica de la Gulbenkian sigue sosteniéndose a partir de los beneficios de actividades petrolíferas y financieras amasados a partir de los 10 millones de euros (13,5 millones de dólares) (en valores ajustados a 2013) de la dotación inicial que el fundador dejó tras su muerte.

Con el mérito de ser una de las pocas entidades de su género que ha vivido prácticamente de la revalorización de esa donación primera, el retorno ha crecido hasta los 295 millones de euros (400,9 millones de dólares) en 2012, según el informe de cuentas de la fundación.

Parte de esos beneficios provienen de las operaciones en petróleo y gas natural del Grupo Partex, de titularidad exclusiva de la fundación y con presencia en el golfo pérsico (Oman y Abu Dhabi), Brasil, Portugal y Angola.

La otra fuente de ingresos es la gestión de un fondo de inversiones con activos valorados en 2.000 millones de euros (2.718,5 millones de dólares) , sostenida por la dimensión y rentabilidad de su patrimonio, que incluye unas 6.000 piezas de arte del coleccionista armenio.

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