La Moncloa, testigo privilegiado de la historia de España

  • Desde las fiestas de la duquesa de Alba en el siglo XVIII, pasando por la Guerra Civil o los paseos de Machado y Azaña por sus jardines, hasta convertirse en símbolo del poder democrático, la Moncloa ha sido testigo de una parte relevante de la historia de España en los últimos siglos.

Carlos Moral

Madrid, 20 dic.- Desde las fiestas de la duquesa de Alba en el siglo XVIII, pasando por la Guerra Civil o los paseos de Machado y Azaña por sus jardines, hasta convertirse en símbolo del poder democrático, la Moncloa ha sido testigo de una parte relevante de la historia de España en los últimos siglos.

Su última y más célebre condición data de junio de 1977, cuando Adolfo Suárez decidió trasladar allí la sede de la presidencia del Gobierno desde el Palacio de Villamejor, en el Paseo de la Castellana, por motivos de seguridad y comodidad.

El edificio, que ahora es la sede del Gobierno, fue construido en 1953, aunque está situado en la misma finca que desde el siglo XVII alojó el histórico palacete de La Moncloa, rodeado de huertas y jardines en un idílico paraje próximo al río Manzanares.

Durante la Guerra Civil (1936-1939), los terrenos de La Moncloa estaban en primera línea del frente y el palacete quedó totalmente destruido.

Su reconstrucción fue encargada a Diego Méndez, autor, entre otras obras emblemáticas del franquismo, del Valle de los Caídos. Costó algo más de 20 millones de pesetas y su planta está inspirada en la Casita del Labrador de Aranjuez.

La dictadura destinó el nuevo palacio a las visitas de Estado. El presidente estadounidense Richard Nixon, el Negus de Etiopía Haile Selassie, o el Sha de Persia Mohamed Reza Pahlevi fueron algunos de quienes contemplaron los árboles de la Casa de Campo y las cumbres del Guadarrama desde sus dependencias.

Desde que Suárez lo habilitó como sede gubernamental, todos los presidentes se han instalado en sus dependencias, aunque la mayoría dejaron traslucir sus reticencias. Ana Botella, esposa de José María Aznar, consideraba La Moncloa "inhabitable para una familia normal".

Sin embargo, al decir de muchos cronistas, el escaso apego inicial que muestran los presidentes, da paso a lo que se conoce como "el síndrome de la Moncloa", que les lleva a permanecer en su interior e ignorar la realidad externa.

Al parecer, uno de los hijos de Adolfo Suarez descubrió entre la maleza, mientras jugaba, los muros de una antigua mantequería, que años más tarde Felipe González convertiría en "la bodeguilla", en la que se reunía con personalidades del mundo de la política, la cultura y el deporte y con mandatarios extranjeros que preferían un ambiente informal, como Ronald Reagan o Fidel Castro.

Los gustos y aficiones de los inquilinos han dejado huella en la residencia. La pista de tenis construida en tiempos de Suárez se convirtió en 1996 en pista de pádel desmontable, regalada a Aznar por Plácido Domingo, hijo del tenor.

Rodríguez Zapatero instaló una cancha de baloncesto, Felipe González dispuso un espacio en el jardín para sus bonsais y Calvo Sotelo, quien sólo estuvo en el palacio veinte meses, habilitó una sala para tocar su piano.

Si la familia Aznar trasladó sus muebles desde su casa de La Moraleja en busca de un ambiente más cálido, Rodríguez Zapatero y su mujer, Sonsoles Espinosa, renovaron la decoración y el mobiliario del palacio, respetando las obras de valor artístico.

A lo largo de los años han ido levantándose edificios subsidiarios alrededor del palacio, como el pabellón del Consejo de Miistros, el del Ministerio de la Presidencia o el del Portavoz del Gobierno.

El complejo de La Moncloa, de veinte hectáreas, tiene helipuerto, piscina y un "búnker" anti nuclear, edificado durante el mandato de González, cuya construcción fue materia de controversia, tras una denuncia de supuestas irregularidades, finalmente sobreseída por la Justicia.

Tras las nuevas edificaciones, el palacio, una construcción de dos plantas y otra abuhardillada, es, principalmente, la residencia del presidente del Gobierno y su familia, aunque se mantienen algunas dependencias oficiales.

Entre ellas, destaca el Salón de Columnas, antiguo patio, que Suárez decidió cubrir hasta la altura de una planta y que ha sido testigo de algunos momentos históricos, como la firma de los Pactos de la Moncloa, la adhesión a la UE o la Conferencia de Paz para Oriente Medio. También de la celebración de la victoria española en el mundial de fútbol.

Y es que la historia siempre estuvo presente en esta finca.

La de María del Pilar Teresa Cayetana, duquesa de Alba retratada por Goya, que lo heredó en el siglo XVIII, cuando el palacio era un canon del arte neoclásico o la del poeta Antonio Machado, que recorría sus jardines quizá en busca del amor prohibido con Guiomar.

Entre 1930 y 1936 un tranvía, con salida en Embajadores, llegaba hasta La Moncloa, abierta al público. Y se ha disfrutado del entorno, como hacía el presidente de la República Manuel Azaña, impresionado por los paisajes que podía contemplar desde allí.

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