Seis de cada diez votantes no aprueban los alcaldes de los pactos

    • Seis de cada diez españoles no está de acuerdo con los pactos alcanzados tras las autonómicas y municipales.
    • La animadversión entre izquierdas y derechas crece y eso es un mal inicio para una cultura de pactos.
No descarta la moción de censura en Andalucía.
No descarta la moción de censura en Andalucía.
J.H.

Las tertulias venden que la erosión del bipartidismo tras los últimos resultados electorales (no es tan cruda pues la mitad de los votantes siguen confiando en PP y PSOE) son un paso de gigante en la cultura democrática española, un ejemplo de modernidad.

Pero, si bien, el fin del bipolio del poder y la limitación de mandatos es un buen freno a la corrupción hay aspectos de consecuencias imprevisibles que ponen en duda que esta primavera democrática como algunos la llaman puede resultar cara. Veamos algunos aspectos de ello:

Los votantes no se han acostumbrado al diálogo: el 57% no está de acuerdo con la elección de alcaldes

Un sondeo de Metroscopia para el diario El País demuestra que la sociedad española sigue votando a los suyos y no acepta de buen grado los pactos con otras formaciones políticas. Así, casi seis de cada diez no están de acuerdo con los pactos alcanzados por las formaciones políticas a la hora de consensuar los nuevos alcaldes.

Es cierto que el desencanto entre los votantes del PP y Ciudadanos es mayor que entre los de PSOE y Podemos, pero el 48% de los votantes socialistas no comulgan con echar al PP de los gobiernos para pactar con Podemos (ahí se ven los votos de centro del PSOE) y el 33% de los de Podemos no están de acuerdo con los pactos alcanzados con el PSOE (ahí se ven los votantes de Podemos que no quieren tener nada que ver con la casta).El país, fragmentado entre izquierdas y derechas

La realidad hoy del país es una animadversión clara entre dos Españas:La de izquierdas y la derechas, que es más pronunciada ahora que en cualquier etapa de la democracia española. Difícil sacar un país adelante aunando posturas ante esta mentalidad de unos contra otros.

En ese juego tendrá un papel trascendental Ciudadanos que ha intentado nadar y guardar la ropa apoyando al PSOE en Andalucía y al PP en Madrid. Vista la reacción de los votantes, mucho coraje va a necesitar Rivera para explicar un pacto con PP o PSOE en las generales que dote de más estabilidad al país. Lo lógico por su programa electoral sería que tuviera más puntos en común con el PP, pero la animadversión hacia el partido de Rajoy está llegando a unas cuotas que no le van a hacer tomar fácil esta decisión.

Por su parte, los votantes del PP ya saben que repartir los votos puede convertir al Gobierno de la nación en un Frente Popular, algo que pocos verían con buenos ojos. Es a lo que se aferra el PP de Rajoy para salvar las elecciones.Líderes débiles en un momento de extrema dificultad

Si algo han dejado claro las elecciones municipales es la debilidad de los lideres políticos. Rajoy se ha visto forzado por los suyos a hacer cambios en su ejecutiva, que se ha rejuvenecido en siete años. Los del Gobierno son más sensibles porque vender recuperación y cambiar el Gobierno (y más si Guindos y Montoro son señalados) es complicado. Por otro lado, los votantes del PP (cerca de la mitad) no ven a Rajoy como la idónea cabeza electoral. Lo será porque no hay tiempo de cambios y porque no se percibe una alternativa relevante a corto plazo.

El caso de Pedro Sánchez es igual de complejo. Con lo peores resultados de la historia del PSOE, ha decidido dar poder para calmar las aguas, aunque sea a costa de pactar con Podemos, algo que una parte del partido ve como un riesgo a corto plazo.

Enfrentado a Susana Díaz, el error del adelanto electoral de esta le ha permitido concurrir a unas primarias que no lo son porque no tendrá rival. Esas son las primarias que le gustan a González, esas en la que solo hay un candidato. Pedro Sánchez solo dispone de una oportunidad pero sabe que le acusarán de extremo. Su idea, inteligente, presentar su candidatura arropado a la bandera española para espantar fantasmas.

Las mayores críticas a Pedro Sánchez son dos, pero vitales. Mucho bandazo, falta de un programa económico claro, y un equipo que no pasa del aprobado. Ha tomado nota llamando a Jordi Sevilla, una de las mejores cabezas del partido. Si logra más fichajes de renombre calmará las aguas del partido y de muchos empresarios.

Albert Rivera es el político del momento, pero carece de estructura de partido y de equipo. Todo lo que ocurre en Ciudadanos pasa por sus manos, lo que le puede ocasionar problemas al estilo de Rosa Díez, que convirtió a UPyD en un partido personalista… que acabó siendo, según muchos de sus integrantes, casi totalitario.

Rivera lo quiere controlar todo para evitar errores y descoordinación, para que se cumplan sus mensajes, pero la opinión pública es consciente de que el partido está aún verde para asumir el reto de gobernar un país. El hecho de que Rivera abandone Catalunya para ser candidato nacional le puede ocasionar no solo una pérdida notable de votos donde es más fuerte, sino también un punto débil por donde será atacado.

Pablo Iglesias ha intentado cambiar el logo de su partido para que la gente le vea sonreír. Se ha dado cuenta de que a muchos españoles Podemos les da miedo. Más sonrisas y menos malas caras es la consigna ahora, pero el cabreo y los insultos a la casta han sido la base de una trayectoria que ahora con los pactos deja de ser lo que fue.

Las mareas han salvado la cara a Podemos, pero veremos si subiéndose a su ola, como ha hecho a la de Carmena, con permiso de esta, le es suficiente para llegar a la meta. Su pacto con el PSOE le puede catapultar o convertirlo en muleta del socialismo. Con tanto candidato desconocido los casos Zapata van a ser continuos. Es la otra cara de fichar a gente de la sociedad civil. En Madrid y Barcelona se deberá demostrar si los nuevos políticos aportan algo más que ser nuevos.El lado positivo: más interés por la política y diálogo y pacto

El pluripartidismo presenta también algunas oportunidades políticas. La primera de ella es que ha propiciado un interés inusitado por la política en nuestro país. En televisión los programa políticos triunfan, en los bares se habla de política… Hay expectativas, esperanza en que los nuevos rostros provoquen cambios en la forma de gobernar, aumenten la transparencia y pongan freno a la corrupción. Aunque solo sea por miedo a perder el poder. El problema es la incapacidad del país por arraigar una cultura del pacto, del todos con todos, que no está en el ADN de los españoles.

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