Controles en el país vecino

La pandemia levanta otra vez la frontera de Francia y España... en una dirección

Los gendarmes cierran la puerta y exigen el certificado de vacunación o una PCR negativa para entrar en el país. Mientras, España no ejerce control alguno en su frontera terrestre.

La pandemia levanta otra vez la frontera de Francia y España... en una dirección
La pandemia levanta otra vez la frontera de Francia y España... en una dirección
Iñaki Etxarri

El Espacio Schengen es otra de las víctimas que se ha cobrado la pandemia. La libre circulación de personas y mercancías entre los países de la Unión Europea vuelve a ser una quimera. Domingo 18 de agosto, 11.05 de la mañana. Puente de Santiago entre Irún (España) y Hendaya (Francia). Junto al de La Junquera (Gerona), el principal paso fronterizo entre los dos países. Un fuerte dispositivo de la Gendarmería espera en el lado francés y detiene a viandantes, coches, camiones y autobuses que tratan de cruzar el puente internacional rumbo a Francia. A muchos, los gendarmes les niegan la entrada en el país vecino y deben darse media vuelta.

En el otro carril, el de entrada en España, ningún control. Ciudadanos franceses, algunos menores de edad, entran en España andando, en coche y hasta en patinete. Muchos de ellos sin estar vacunados y, la mayoría, sin mascarilla. Francia ha cerrado su frontera por la Covid y España la deja abierta. En el país vecino, apenas el 57,1% de la población está vacunada y es el país europeo con más ciudadanos contrarios a la vacuna. En España, el porcentaje de inmunizados alcanza al 67,2% de la población. En Francia, la incidencia Covid a 14 días es de 471 casos por cada 100.000 habitantes. En España, este viernes 27 de agosto era de 276.

El sábado 18 de agosto, tras muchos días de cielo gris y lluvioso, el sol aparece en el País Vasco. La previsión es que las playas se abarroten y a media mañana la bandera rojo ondee en los arenales guipuzcoanos, con el aforo muy restringido por la pandemia. Martín (54 años), María (54), Nerea (17) y Gemma (14) viven en Madrid y pasan unos días en Euskadi. Ante la situación que se prevé en las playas vascas deciden ir a Hendaya, justo al otro lado de la frontera. El arenal francés es enorme, más de 5 kilómetros de playa, y su nivel de ocupación es bajo. Desde el centro de Irún a la frontera apenas hay un kilómetro y de allí a la playa de Hendaya otros dos. Es un buen plan para pasar el día. Y la familia se monta en un autobús en la plaza de San Juan de Irún, junto al Ayuntamiento, que pasa el puente internacional y te deja en la misma playa de Hendaya.

Nada más salir el autobús relentiza su marcha. La caravana de coches llega hasta la frontera y algunos se dan la vuelta nada más entras en el país vecino. Casi 15 minutos para hacer 800 metros. En medio del puente sobre el Bidasoa, ya en territorio francés, el autobús se detiene por orden de los gendarmes y dos de ellos suben al vehículo. Aparte de la familia madrileña apenas hay otras cinco o seis personas en él.

Los gendarmes hablan en francés con ellas y continúan su inspección. Cuando llegan a la altura de los españoles, el hombre les da su DNI y el gendarme ve que su domicilio está en Madrid. Le pide el certificado de vacunación y se lo entrega. “Très bien”. La mujer de Martín y su hija mayor también están vacunadas, no así la pequeña, pero no han traído el documento que demuestra que han recibido la pauta completa de la vacuna contra el virus. El Gendarme mira a su superior, que le acompaña en el autobús, y éste le hace un gesto negativo con la cabeza.

"Si vive usted en Madrid tiene que tener la vacunación completa, certificado de vacunación o una PCR negativa en las 24 horas anteriores. Si no es así, ustedes no pueden entrar en Francia. Tienen ustedes que bajarse del autobús y darse la vuelta”, dice el gendarme, quien en un gesto de voluntarismo les señala con el dedo que allí, en Irún, pueden hacerse una PCR (a 40 euros cada una) y ya serían libres de entrar en Francia.

En el otro carril del puente, el de entrada a España, no hay un solo control y casi nadie lleva mascarilla. Uno de quienes cruzan es Ibrahim, un chaval de apenas 11 años que cruza el puente y entra en Irún montado en un patinete eléctrico. Él tampoco lleva mascarilla y cuenta que llegó a Francia hace cinco años junto a sus padres, en patera, “hasta Algeciras”. Ahora tienen residencia en Francia, en Hendaya. Ibrahim dice que no está vacunado y pasa todos los días montado en su patinete eléctrico -"Nunca hay policía española", dice- a ver a un amigo suyo de Marruecos, “que vive en Irún”.

Detrás de Ibrahim pasa a España andando, Nicole, una parisina que cuenta que está disfrutando sus vacaciones de verano en Iparralde (País vasco francés) y casi todos los días entra en España a pie. “Nunca me han parado ni he visto un solo policía español en los 15 días que llevo por la zona”, asegura. En Irún, entre otras cosas, aprovecha para comprar tabaco, vino o cosméticos, “que están mucho más baratos que en Francia y, sobre todo, que en París”. Nicole no lleva mascarilla y confiesa que no se ha vacunado. "Soy contraria a las vacunas”, argumenta mientras se encoge de brazos y sigue su camino. “Liberté”, zanja al seguir su camino hacia Irún.

Y es que Francia es el país europeo con mayor número de ciudadanos contrarios a la vacuna de la Covid 19, cerca del 40%. Mientras, la familia madrileña rechazada por los gendarmes en la frontera vuelve a su apartamento en Hondarribia mientras recuerda a los miles de jóvenes franceses, sobre todos parisinos, que durante el invierno y la primavera han visitado Madrid mientras la hostelería en su país estaba cerrada a cal y canto.

Excepto trabajadores transfronterizos, transportistas y personas que residan en un radio de menos de 30 kilómetros de la frontera, la Francia de Macron exige a todos los ciudadanos que entren en su territorio una PCR negativa hecha con un máximo de 24 horas o el certificado de vacunación completa. Es más, hace unos días el Elíseo anunció que intensificaría el control de sus fronteras ante el incremento de casos de Covid. España, en teoría, también pide esos mismos requisitos para entrar a su territorio desde una serie de países determinados y, en concreto, a todos quienes vengan de las regiones francesas de Normadía, Bretaña, Ródano-Alpes, Costa Azul, Isla de Francia (donde se encuentra París), Aquitania (el País Vasco francés), País del Loira... Pero solo en teoría. “Ni un solo policía español” en la frontera de Irún, como decía la ciudadana francesa.

El tren de Eusko Trenbideak (Ferrocarriles Vascos), el popular ‘topo’ que une Hendaya y San Sebastián o Bilbao, va lleno cada mañana, sobre todo con buen tiempo, de franceses que van a pasar el día a la capital donostiarra, bañarse o dar un paseo por La Concha. La mayoría de establecimientos, incluso, ya tiene sus cartas en francés. Una fuente del Ayuntamiento de San Sebastián cifra los visitantes franceses en "miles" diarios. Y eso “es muy bueno para la hostelería y el comercio donostiarra”. Y lo mismo sucede, 600 kilómetros más al este, en los pueblos cercanos a la frontera de La Junquera o en la mismísima ciudad de Barcelona.

El tren llega lleno desde Hendaya cuando para en Irún rumbo a San Sebastián. En el convoy casi solo se oye hablar francés, como pasa estos días muchas veces en los bares de San Sebastián o en el paseo de la Concha. Hay personas de todas las edades y casi la única voz en castellano o euskera es la del vigilante de seguridad que conmina a los ciudadanos franceses a ponerse la mascarilla, que muchos de ellos no llevan. “Perdón, en Francia no es obligatorio llevar mascarilla”, dice un joven de unos 20 años. En el transporte público en España sí. También en entornos urbanos si no se puede tener metro y medio de distancia. También estar vacunado para entrar a nuestro país desde buena parte de Francia. Dominique y Caroline pasean con su hijo por San Sebastián y se hacen fotos en la barandilla de La Concha: “No, no estamos vacunados, no creemos en las vacunas y nadie nos la ha pedido para entrar en España”.

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