La retirada de El Baradei deja a la plaza Tahrir sin su "elegido"

  • La sorprendente retirada del premio Nobel de la Paz Mohamed el Baradei de la carrera presidencial egipcia ha dejado a los revolucionarios de la plaza cairota de Tahrir sin su favorito, un hombre sin carisma en la calle pero respetado por sus convicciones.

Enrique Rubio

El Cairo, 14 ene.- La sorprendente retirada del premio Nobel de la Paz Mohamed el Baradei de la carrera presidencial egipcia ha dejado a los revolucionarios de la plaza cairota de Tahrir sin su favorito, un hombre sin carisma en la calle pero respetado por sus convicciones.

Es más que probable que El Baradei no estuviese llamado a convertirse en el primer presidente del Egipto democrático tras las elecciones que tendrán lugar antes de julio.

La figura poco atractiva y huidiza de El Baradei nunca ha llegado a calar en la calle, que le percibe en ocasiones como un advenedizo, más pendiente de atender asuntos fuera del país que en escuchar las cuitas del egipcio de a pie.

También ha sido refractario a la exposición pública y al escrutinio de los medios de comunicación, donde es legendaria su escasa disposición a las entrevistas.

Sin embargo, su contestación al régimen de Hosni Mubarak cuando la revolución no era más que embrionaria, y su hostilidad a la actual Junta Militar le granjearon el apoyo de la minoría liberal y laica en Egipto.

Para esa misma minoría, que se resiste a abandonar Tahrir, las duras acusaciones de El Baradei de que "el antiguo régimen aún no ha caído" servirán de lanzadera a su desafío a los generales, que tiene visos de recrudecerse con ocasión del aniversario de la revolución.

Pero antes que a su apuesta democrática en Egipto, El Baradei debe su popularidad a su labor como director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), desde 1997 hasta 2009, que le otorgó el reconocimiento del Nobel de la Paz.

Nacido en El Cairo el 17 de junio de 1942 en una familia acomodada -su padre era un abogado con credenciales democráticas-, se licenció en Derecho por la universidad de la capital egipcia en 1962 y alcanzó el doctorado en Derecho Internacional por la Escuela de Leyes de la Universidad de Nueva York en 1974.

Los primeros años de su carrera profesional transcurrieron en el cuerpo diplomático egipcio, donde llegó a ser asesor especial del ministro de Exteriores.

Sin embargo, en 1980 su vocación por las instituciones multilaterales lo llevó a la ONU, donde dirigió el Programa Internacional de Derecho en el Instituto de Investigación de las Naciones Unidas.

Cuatro años más tarde, aterrizó en el OIEA, donde escaló puestos hasta llegar a sustituir al sueco Hans Blix como máximo responsable del organismo.

Su mandato estuvo marcado por su empeño en fomentar la utilización de la energía atómica con fines pacíficos y en garantizar la política de inspecciones de armas nucleares en el mundo.

Casado y con dos hijos, El Baradei alcanzó su verdadera proyección internacional al enfrentarse al Gobierno de EEUU cuando este alegó un supuesto programa iraquí de armas de destrucción masiva para invadir ese país en 2003.

El 7 de octubre de 2005, le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz junto al OIEA por su "labor independiente y sus esfuerzos para prevenir que la energía nuclear sea utilizada con fines militares".

En su debe quedará su incapacidad para dejar resuelto el expediente nuclear iraní, en el que siempre apostó por las inspecciones y la diplomacia como modo de persuadir a Teherán para que no construya el arma atómica.

Poco después de abandonar su puesto en el OIEA, El Baradei emprendió su más arriesgada aventura política: el 19 de febrero de 2010 aterrizó en el aeropuerto de El Cairo, donde cientos de personas lo recibieron como el hombre destinado a acabar con el régimen autoritario de Hosni Mubarak.

Solo unos días después, anunció la creación, junto a otros opositores, de la Asamblea Nacional para el Cambio, la misma plataforma que le sigue apoyando.

El Baradei nunca ha ocultado su ambición de presidir el Egipto pos Mubarak.

El 27 de enero de 2011, solo dos días después del comienzo de la revolución egipcia, El Baradei se sumó a lo que todavía entonces era un incipiente movimiento juvenil.

Tras la caída de Mubarak, su nombre ha sonado repetidamente como uno de los candidatos a encabezar un Gobierno de unidad nacional o a presidir la transición hasta la convocatoria de elecciones presidenciales.

La resistencia de la Junta Militar a soltar las riendas del país ha ahogado todas las tentativas de El Baradei, la última de ellas el pasado 26 de noviembre, en medio de las protestas contra la cúpula castrense, cuando se postuló a encabezar un ejecutivo de salvación nacional tras reunirse con los generales y con los jóvenes.

Su retirada de la carrera presidencial y sus duras críticas al proceso de transición hacen presumir que los jóvenes todavía preparan un órdago final contra el Ejército, y quién sabe si El Baradei estará presto a recoger los frutos de esa batalla.

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