"La última vez que vi a mi hermana alguien la empujaba al fondo del mar para salvarse"

    • Shefaz Hamza, un joven paquistaní de 17 años, pasó nueve horas aferrado a un trozo de madera, antes de ser rescatado por los socorristas.
    • Su madre y su hermana pequeña murieron ahogadas ante sus ojos.
El barco 'Phoenix' de Médicos sin Fronteras rescata a 201 personas en el Mediterráneo
El barco 'Phoenix' de Médicos sin Fronteras rescata a 201 personas en el Mediterráneo

La crisis migratoria que está viviendo Europa deja cada día historias desgarradoras tanto de los que intentan cruzar la frontera de Hungría como de los que han conseguido darle la espalda a una muerte segura en lo que es el mayor cementerio del mundo: el Mediterráneo.

La última tragedia que se cobró el mar deja el triste balance de 100 muertos y 100 desaparecidos. Un barco trsnportaba a unos 300 migrantes frente a las costas de Libia. Muchos quedaron atrapados en el barco y casi ninguno sabía nadar. Entre los supervivientes un testimonio para el que faltan adjetivos.

Shefaz Hamza, un joven paquistaní de 17 años, pasó nueve horas aferrado a un trozo de madera, antes de ser rescatado por los socorristas. Su madre y su hermana pequeña murieron ahogadas ante sus ojos.

Acurrucado junto a su hermano en una comisaría próxima a la localidad libia de Zuara, Hamza explicó cómo la embarcación comenzó a naufragar una hora y media después de zarpar y antes de desintegrarse.

"Vi a mi hermano alejar a un hombre de una patada porque intentaba quitarle su chaleco salvavidas. Respecto a mi hermana pequeña, la última vez que la vi, una persona intentaba agarrarse a sus hombros, empujándola hacia abajo, antes que desapareciera bajo el agua", declaró.

Otro superviviente del naufragio, Sami, un sirio de 25 años, confesó amargado que huyó "de la muerte en mi país para encontrarla en el mar".

Desde enero, más de 300.000 migrantes intentaron atravesar el Mediterráneo rumbo a Europa y más de 2.500 murieron en el mar, según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).Días y días rodeados de bombas, asesinatos, sangre y muertos

Los testimonios al otro lado de la frontera de Hungría también dejan helados a los reporteros que los escuchan.  Aunque el primer ministro húngaro, Viktor Orban, se enorgullece de la "muralla" construida en la frontera con Serbia para impedir la llegada de migrantes, estos últimos, curtidos por la guerra, se desenvuelven para franquear la valla rumbo a Europa occidental.

Como pudo constatar la AFP, la valla construida no detiene a estos migrantes, quienes previamente han logrado abandonar sus países en guerra, realizar una peligrosa travesía por el Mediterráneo y recorrer cientos de kilómetros a pie.

"No tememos ni a la policía húngara, ni a la valla", asegura Nasreen, una siria de 29 años, tras haber traspasado la alambrada entre Serbia y Hungría.

"Esto no es nada comparado con lo que atravesamos en Siria. Nuestro país está devastado, hemos hecho frente cada día a bombas, asesinatos, sangre y muertos", recuerda.

Nasreen, vestida con un suéter a pesar del calor del final del verano, explica que las capas de ropa adicionales serán útiles, cuando las noches sean más frescas a medida que atraviesen Hungría rumbo a su destino final: Alemania o Suecia.

La alambrada de tres pisos alcanzará dentro de poco los 175 kilómetros que separan Serbia de Hungría. A largo plazo, Budapest desea construir un muro de cuatro metros, cuyos trabajos empezarán en julio.

El gobierno húngaro anunció además el viernes que tienen la intención de castigar con tres años de prisión a cualquier persona que cruce ilegalmente la valla.

Unos mil policías patrullan a lo largo de la verja, a quienes se les unirán 2.000 efectivos más a partir del 1 de septiembre.

Por el momento, esta alambrada provisional no impresiona demasiado a este experto en informática iraquí de 25 años, que prefiere guardar el anonimato y que viaja rumbo a Bélgica, donde viven familiares suyos.

"No me importa la valla o la policía. Tengo dinero. Encontraré un taxi", asegura.

Según las autoridades húngaras, 3.000 personas, entre ellas 700 niños, cruzaron la frontera entre Serbia y Hungría a lo largo de la jornada del miércoles. Un récord.

La media diaria se situaba unos días antes en entre 1.000 y 1.500 entradas, una cifra que representaba ya una importante progresión respecto a las entre 250 y 500 personas registradas diariamente desde principios de año.

En total, desde enero, 140.000 personas han traspasado la frontera entre ambos países.

Allí, las tropas húngaras, que acaban de levantar la valla, parece que han dejado deliberadamente algunas de sus herramientas en el lugar.

Los refugiados las utilizan para levantar la parte inferior del alambrado, una manera más segura de franquear la frontera que atravesándolo.

Familias, principalmente sirias y afganas, también escalan la valla coronada de alambres sin herramientas para protegerse, cerca de la localidad fronteriza de Röszke.

Una acción arriesgada, vistos los gritos de una chica cuyos cabellos negros se quedaron enganchados entre los alambres y cuya madre tuvo que intervenir. Una vez superado el obstáculo, la familia corrió hacia un bosque próximo.

Cochecitos de bebé, mochilas o mantas se encuentran desperdigados a lo largo de la frontera, al verse los refugiados obligados a abandonarlos precipitadamente.

Ninguno de los refugiados, con quien habló la AFP, expresó su deseó de permanecer en Hungría, pese a ser un país miembro de la UE. Para ellos, su único destino es la Europa occidental.

"¡Alemania!, ¡Alemania!", grita un adolescente afgano, cuyos ojos azules contrastan con su piel curtida tras dos semanas de ruta. Vestido con un suéter rosa y un par de vaqueros, asa una mazorca de maíz en un fuego improvisado.

"Yo quiero ir a Alemania", explica Kasim, de 35 años, profesor de matemáticas en Irak. "Podemos encontrar trabajo allí y el sistema de salud es de buena calidad y accesible a todos", se justifica.

Tras iniciar su viaje hace algunos meses, Kasim pasó por Egipto, donde no pudo encontrar trabajo, y por Turquía, donde asegura que sólo encontró hostilidad. "Entonces, decidí ir a Europa", añadió.

A unos cientos de metros de allí, en el lado serbio, una agente de policía indica a los refugiados el camino a seguir, el lugar donde las familias pueden atravesar la frontera con total seguridad bordeando una vía férrea aún abierta.

Una vez en el otro lado, la policía húngara los guía hasta el punto de encuentro ubicado al lado de un campo de maíz. A continuación, los autobuses los transportan a un centro de registro cercano, una etapa más en su tortuoso camino hacia el norte.La vergüenza de Europa

En una conversación telefónica, el canciller austríaco, Werner Fayman, y el presidente francés, François Hollande, mostraron "su determinación en luchar con firmeza (...) contra las redes de traficantes de seres humanos y en garantizar [la seguridad] en las fronteras exteriores de Europa", según las autoridades francesas.

Ambos mandatarios instaron a poner en marcha "sin demora" las decisiones adoptadas por el Consejo Europeo, entre estas, la apertura de los "centros de acogida necesarios en Italia y en Grecia" o el reparto "equitativo" de solicitantes de asilo entre los Estados miembros de la Unión Europea.

Asimismo, abogaron por "un sistema europeo unificado de asilo y una política migratoria común".

El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, exhortó por su parte a los gobiernos a intensificar su respuesta ante la crisis migratoria en Europa y en el Mediterráneo.

"Lanzo un llamado a todos los gobiernos implicados para que proporcionen respuestas globales, que desarrollen los canales legales y seguros de migración y actúen con humanidad, compasión y respeto de sus obligaciones internacionales", dijo Ban.

El diplomático también anunció la organización de una reunión sobre esta crisis migratoria el 30 de septiembre durante la sesión anual de la Asamblea General de la ONU en Nueva York.

La Unión Europea hace frente al mayor flujo de refugiados y migrantes desde la Segunda Guerra Mundial. Cerca de 340.000 personas han alcanzado las fronteras de la Unión Europea entre enero y julio este año.

"Si el olor nauseabundo (...) se hace más fuerte, finalmente comprenderemos, y no solo en Austria (...) que ha llegado el momento de crear formas de paso seguras hacia Europa, un registro rápido y un reparto equitativo" de los migrantes, consideró el responsable de Amnistía Internacional en Austria, Heinz Patzelt.

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